Jubileo 2025: Llevar esperanza a donde se ha perdido
La guerra interna en el PAN está lejos de haber terminado. Pero la primera batalla arroja ya, resultados que deben ser tomados en cuenta. Gustavo Madero disfruta de su aparente victoria. Se burló de los senadores rivales con la imposición de Jorge Luis Preciado, sin entender que a cambio, ha debido pagar un alto precio y que ha impuesto a su partido una muy elevada cuota de desprestigio que no tardará mucho antes de ser cobrada.
Enfrentado al grupo político que en el seno del PAN pretendía mantener vigente a Felipe Calderón, Gustavo Madero se dedicó no a la recuperación político electoral de su partido, sino a crear las condiciones adecuadas para acabar de hundir al grupo que desde la Presidencia de la República lo ridiculizó siempre y nunca le tomó en serio.
Así, buscó en el priísmo triunfante, los canales de soporte a su proyecto. Se lanzó de cabeza a la firma del Pacto por México y despreció abiertamente a quienes no sólo pedían explicaciones, sino que clamaban por mantener las condiciones de un partido de oposición.
Madero enfureció cuando Ernesto Cordero y sus aliados, junto con el perredismo en el Senado, presentaron una idea sobre una nueva reforma política. Y aliado a los intereses del gobierno, que en seis meses no había podido alcanzar un acuerdo con la oposición en la Cámara Alta, se “atrincheró” en los estatutos de su partido y con la fuerza de la “legalidad”, derrocó a Cordero.
Respaldado por el gobierno de Enrique Peña, con la fuerza interna de los exgobernadores emanados del PAN y cimentado en su odio contra Felipe Calderón, ejerció su poder. Y para que no se dudara de lo que pretendía, nombró a Jorge Luis Preciado, en un acto que resulta más una burla a los senadores, que un acto político en pos de la reconciliación interna.
Incapaz de explicar políticamente su decisión, sin interés en respetar a sus compañeros de partido y totalmente alejado de la tradición política e ideológica de su partido, Madero aceptó quebrar un bloque que en el Senado había puesto en jaque a todo el aparato político del gobierno de Enrique Peña.
Pero los saldos son aún difícilmente medibles en toda su magnitud.
Además de todo lo anterior, es claro que Madero alcanzó su nivel más alto como dirigente del PAN. Pero también lo es el hecho de que, con su alianza con el gobierno, es ahora un líder mucho más frágil, ya que, se acepte o no, perdió legitimidad. Y con cada votación en favor de los proyectos emanados del Pacto, esa pérdida aumentará. Y con ella, la posibilidad de que en diciembre pueda tener problemas para mantenerse en el control del PAN.
La victoria real, es para el gobierno federal. A partir de ahora, tiene por la fuerza de la legalidad panista, los votos que en el Senado no había logrado conquistar por las vías del acuerdo y la negociación. Pero esa victoria del gobierno de Enrique Peña, tiene plazos y condiciones.
Y los plazos y condiciones pasan por la crítica ruta de los períodos extraordinarios para avanzar en la aprobación de las reformas. Y por supuesto, una vez que esas reformas se tengan en la mano, todo lo demás será secundario.
Al gobierno le interesaba tener una oposición fracturada. Y Madero la ha entregado. Tendrá su pago, pero al mismo tiempo, verá que los plazos en su partido se cubren. Y que en ese proceso, cualquier cosa puede suceder.
QMX/nda