Visión Financiera
Felipe Calderón quiere encontrar un proyecto que le permita dejar Los Pinos con una imagen alejada de la violencia, el endeudamiento, la pobreza y el desempleo en el que deja a la República.
Así, brinca de una idea a otra. Y pasa del cambio de nombre a la República, a la vieja idea de la segunda vuelta en las elecciones presidenciales.
Y el problema se mantiene igual. El es el responsable de la debacle del PAN en las urnas y su imagen por más que presione, no levanta. Las inauguraciones hechas a toda prisa no mejoran la situación y sí en cambio, contribuyen al desgaste de su partido.
Las iniciativas de última hora que presenta el licenciado Calderón cumplen de manera limitada, con la idea de “demostrar” que se trabajó hasta el último momento” y “hasta el límite” de las capacidades. Pero difícilmente podrían ser consideradas como parte de la solución de los problemas en el país.
Es el caso del cambio de nombre al país y ahora, el de la segunda vuelta electoral.
Con tres partidos claramente identificados, hasta el momento, como las opciones reales en las urnas, la pregunta no es quien podrían ganar, sino en contra de quien quedaría dedicada la iniciativa en caso de que fuera aprobada, algo por supuesto remoto en las condiciones actuales.
La propuesta de Felipe Calderón dice que en el caso de que el vencedor en la primera vuelta no cuente con el 50% de los votos emitidos, deberá programarse una nueva elección, ahora sólo con los dos partidos que hayan logrado ser los más votados.
Y aquí aparece la trampa.
Enrique Peña Nieto no tiene por ejemplo, el total de los votos especificados en el proyecto. Ello obligaría a ir a una elección extra. Con este ejemplo, esa elección hubiera sido entre el PRI y el PRD y sus aliados. ¿Y el PAN? Sencillo, jugaría a vender caro sus votos, a convertirse en la bisagra de la nueva elección y a mejorar, en todos los campos, su condición de vencido.
¿Esa es la democracia que se quiere?
Pongamos otro ejemplo, ahora con la elección que llevó a Calderón a Los Pinos.
Con una segunda vuelta, el PAN se hubiera enfrentado al PRD y a AMLO. Y los priístas hubieran aparecido como el fiel de la balanza
Con el futuro a la vista, el PRI quedaría atrapado entre los intereses y afanes particulares de panistas y perredistas. En su calidad de nuevo partido en el poder, para ganar una elección tendría que alcanzar votaciones en estos momentos, muy difíciles de lograr. Y al no hacerlo, tendría que compartir fuerza y posiciones con uno de los vencidos. Y claro está, el segundo lugar, también entraría en la puja por lograr la alianza contra el “más fuerte”.
Total, que los votos de los ciudadanos quedarían atrapados en el juego de intereses. Y los beneficiados serían los partidos políticos y no necesariamente los ciudadanos.
Sería mucho más sencillo que, por ejemplo, se reglamentara el cambio de partido con tal de alcanzar una candidatura, que se obligara a respetar los resultados electorales una vez emitidos los fallos respectivos y que se creara un mecanismo mediante el cual, partidos y candidatos tuvieran que rendir cuentas, de todo, ante los votantes.
La segunda vuelta es un tema viejo. Y atractivo en el papel. En la práctica es una trampa más para atacar al rival más fuerte, en un juego de intereses particulares que nada tienen que ver con la democracia real.
QMX/nda