Ráfaga
Con el Pacto por México convertido en el rehén político de las oposiciones y con un gobierno federal atrapado en sus propios errores políticos, arranca una semana que deberá ser clave para el futuro de las decisiones en torno a las grandes reformas en el país.
Los partidos de oposición decidirán en estos días, la forma en que se manejarán en torno al Pacto. Y si bien todo mundo sabe que las dirigencias tanto del PRD como del PAN dependen del apoyo que puedan conseguir de parte del gobierno federal para sobrevivir sus crisis internas, también es obvio que todo mundo entendió que la “tregua” provocada en el Pacto por el PAN tiene mucho que ver los grupos que no están del todo contentos con las transformaciones que se avecinan.
Por ello no deja de llamar la atención que, con las “pruebas” del supuesto uso de la cruzada contra el hambre para favorecer electoralmente al PRI, el PAN haya decidido esperar hasta el momento adecuado para “detener”, aún cuando sea de manera temporal, el impulso de la reforma financiera.
Muchos se perdieron con el efecto mismo del hecho. Esto es, se quedaron con la “suspensión” del pacto y con el “retiro” parcial de los panistas. Pocos pusieron atención en el hecho de que con esas decisiones, el partido blanquiazul obligaba a dejar en suspenso la citada reforma financiera.
Y no se requiere de mucho para entender que dicha reforma lo que lleva en las entrañas es una larga serie de medidas para poner orden en el accionar de la banca en el país.
Mucho se ha planteado la idea del aumentar el ritmo del crédito y de facilitar su ejercicio. Se ha mencionado la idea de agilizar trámites y con ello provocar movilidad en los cauces del dinero, con lo que se espera, el mercado en nuestro país podría elevar y mucho, su tamaño e importancia.
Pero lo que hasta el momento poco o nada se ha mencionado en torno a esta reforma financiera, es el hecho de que los bancos están por demás molestos y preocupados, por el hecho de que como parte de las muchas reformas, se busca poner límites y controles a lo que hasta el momento se realiza de manera libre y de acuerdo a los intereses de los propios bancos: la salida del dinero.
Y no se trata del dinero de los cuentahabientes o clientes comerciales, sino del dinero ganancia del banco. En otras palabras, que el hecho de que la matriz de cualquier institución se encuentre fuera del país no les autoriza a mandar cientos de millones cada año, del dinero obtenido como ganancia en nuestro país, a otra nación a cambio de nada.
Este control del dinero y la obligación de reinversión que por supuesto implica, ha puesto de malas a los bancos, acostumbrados a ganar mucho y de todas las formas posibles. Y el PAN podría haber servido de maravilla a que este malestar encontrara un cauce de salida.
Por supuesto, esto no significa que la reforma se perdió ya. Lo que significa es que se ha ganado tiempo. Y muy valioso, para esperar que la batalla que se libra en otros frentes, obligue al gobierno a replantear algunas cosas.
Si se toma en cuenta que la reforma financiera implica además de la iniciativa de arranques, reformas a por lo menos unas 40 leyes secundarias, se podrá comprender que el camino legislativo que aún falta es bastante largo. Y si la ley se retrasa en su salida, entonces el tiempo será aún mayor. Y eso es lo que ha provocado el PAN.
El Pacto es ahora el rehén favorito de todas las fuerzas políticas y se ha convertido en un acuerdo de voluntades, no de instituciones.
Y ello es la mejor receta para que el gobierno tenga que trabajar más, ceder mucho más y alcanzar menos de lo esperado.
QMX/nda