
Libros de ayer y hoy
La “reanudación” del Pacto por México, con añadido y todo, sirvió para relanzar el optimismo político en todo el gobierno, con la idea de que las reformas financiera y energética estén listas antes de que termine el año. Y claro está, con la cereza que significaría la tan anunciada reforma fiscal.
Los discursos van y vienen. Todos cargados de sonrisas y grandes esperanzas. Todo está listo para que el país inicie el trayecto hacia el verdadero desarrollo, basado en la producción y el crecimiento real.
Pero, siempre hay un pero, ese optimismo se enreda, con demasiada facilidad, cuando la realidad nos dice que la violencia en el país se mantiene. Y las posibilidades de que los resultados que se anunciaron para esta administración se alcance en plazos cortos, parecen ser ya, sólo una causa perdida.
No hace muchas semanas, el relator de la ONU se presentó en la Cámara de Diputados. Llegó con la idea de conocer los avances legislativos en materias como el acotamiento al fuero militar, saber en estado en que se encontraba el proyecto de la gendarmería nacional y para hablar un poco sobre todo el problema de los testigos protegidos que tan nefastos resultados entregó en la pasada administración.
Por supuesto, los legisladores mexicanos pasaron momentos muy difíciles para intentar explicar algo que para todos los habitantes del país es muy claro: los proyectos han sido puestos a un lado para dar vida a los cambios en el terreno financiero.
En otras palabras, lo que para los observadores internacionales es una pauta vital, para el gobierno mexicano es algo secundario. Para el régimen la clave está en el cambio en las estructuras económicas, en tanto que para el sector externo la preocupación se mantiene en el campo de la seguridad.
Y la verdad es que es obvio que para la actual administración, resulta más que necesario el ajuste en todo el renglón financiero, por lo que los grandes cambios en el terreno de la seguridad han sido llevados a un campo importante, pero al que puede aplicarse una estrategia un poco menos “acelerada”.
Pero para que se vea que habrá cambio, se anuncia que para septiembre, con motivo de los festejos por la Independencia, habrá participación en el desfile del 16 del mes patrio, de los elementos de la anunciada gendarmería nacional.
Se habla de algunas decenas de miles de elementos de la nueva institución. Pero bien vistas las cosas, 10 mil policías, sea cual sea el nombre que lleven, no son algo como para presumir cuando el problema del país es precisamente, el de la creciente inseguridad.
Puede por supuesto, alegarse el hecho de que se “inició” ya el programa. Pero ello no será suficiente como para enfrentar el reto de fondo de ninguna de las entidades de la República que padecen el reto de la violencia.
Los elementos del ejército y la marina fueron en el pasado reciente, destacados en diversas partes del país. Y el problema de la violencia no se resolvió.
Así, el punto no es el número de elementos, pocos de cualquier manera para un inicio, ni siquiera el nombre de la nueva policía. El problema es que, guste o no, la forma en que se plantean las cosas sólo deja ver la falta de una estrategia de fondo.
Y cuando además de la violencia aparece el tema de las organizaciones de “autodefensa” sumado al de la incapacidad política, lo que resulta es un reto demasiado grande para una policía que, antes de nacer, adolece ya de serias deficiencias, especialmente en el terreno de lo que se quiere, el cómo se quiere hacer y para cuándo se quiere hacer.
QMX/nda