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Sin grandes pronunciamientos y en una programada soledad política, el fin de semana pasado, se inauguró el triste memorial dedicado a las víctimas de la violencia. En este monumento, quedan atrapados los hechos del pasado reciente, con más de 60 mil muertos y 27 mil desaparecidos, y a querer o no, los casi 4 mil fallecidos en lo que va del nuevo gobierno.
El tema es serio. Y para el gobierno un reto enorme. Tan grande como ofensivo para la sociedad todo lo que sucede.
Por supuesto, el gobierno de Felipe Calderón carga con la peor parte del problema. La violencia que se vive en el país y la enorme cantidad de muertos, es un resultado poco alentador para una administración que intentó hacer de su guerra, un triunfo político y una bandera para conquistar el voto popular.
Ahora, inaugurado el memorial, las preguntas quedan en el aire. Y ya no se trata de saber si resultaba necesario lo sucedido. O si la estrategia aplicada fue la mejor. El problema ahora es saber si el monumento en el Campo Marte tiene en realidad, un significado válido para la sociedad en lo general o para los que perdieron un familiar en lo particular.
En otras palabras, ante la violencia que sacude al país y los resultados que el problema arroja, ¿un memorial sirve de algo?
Aquellos que perdieron un familiar, un amigo o a alguien conocido, ¿les sirve de algo tener un memorial al que podrían no poder llegar debido a que la violencia se mantiene vigente en el país? ¿En realidad, hay un objetivo válido en todo esto?
Hay que resolver lo que sucedió en la pasada administración. Tenemos como país, que hacerle frente a los hechos. Y encontrar las respuestas a todas las interrogantes. ¿Cómo se decidió la guerra? ¿Quiénes la decidieron y para qué? ¿Cómo se determinó la estrategia a seguir? ¿Cuándo se prometió al país un combate que duraría mucho, que costaría tiempo y sangre, cuáles fueron las bases de la medición y hasta dónde se hubiera permitido llegar?
Esto no es un recurso inútil. El país tiene que saber lo que sucedió para poder hacer frente a lo que puede suceder en este sexenio.
En los primeros meses del gobierno de Enrique Peña, el país ha visto como, en actos de extrema violencia, hay casi 4 mil muertos más. Con este tendencia, al cumplirse el primer año, tendríamos algo así como 15 mil muertos más. El promedio de la administración pasada.
Ante ello, resulta obligado el saber qué es lo que pasó.
Para este gobierno las cosas son diferentes. O al menos eso nos han dicho. Habrá acciones de otro tipo y se aplicarán medidas de otro orden. Se quiere privilegiar la prevención.
Pero en la práctica, el resultado es el mismo. Los muertos están ahí y la violencia se mantiene inalterable. Los ciudadanos en buena parte del país no tienen protección alguna. Están sometidos a los dictados de la delincuencia y la incapacidad de la autoridad.
Roberto Campa, uno de los “pilares” de la nueva estrategia, repite los dichos del presidente. Y recuerda que dentro de un año habrá resultados. No dice qué tipo de resultados. No promete nada en realidad. Habla sólo de “resultados”. Y dentro de un año, el resultado podría ser simplemente, que Roberto Campa hubiera dejado su cargo.
La nueva estrategia por el momento, deja ver que la sangre es un artículo en barata en el país, gracias a la acción de la delincuencia y la incapacidad de la autoridad.
QMX/nda