
Teléfono rojo
Después de un evidente complejo proceso de acercamientos y negociaciones, se presentó a la opinión pública, el proyecto de reforma en materia de telecomunicaciones. Y con ello, arrancó el debate que, se acepte o no, será el que defina si en realidad el país entró en la etapa de las transformaciones, o simplemente se quedó en el campo de los avances “posibles”, pero insuficientes.
Si se deja por el momento, el proyecto a un lado, lo que se tiene en la mano es la hora de las definiciones. Esto es, quiénes están de acuerdo y quiénes no. Y por supuesto, al momento de los discursos, no habrá muchas voces en contra de la iniciativa. Pero todo mundo sabe que al momento de la verdad, no serán pocos los que intenten, de muchas maneras, si no detener el proyecto, sí por lo menos someterlo a cambios.
El evento reunió, otra vez, a la República. Gobernadores, gabinete y líderes y dirigentes se dieron cita a lo que, sin más, es el primer paso verdadero de los cambios de fondo que tanto se han anunciado, pero que poco se habían visto.
El cambio en las telecomunicaciones tiene argumentos de sobra a favor, pero tiene en contra el poder de empresas que hasta el momento, habían gozado de tantos privilegios que llegaron a suponer que se encontraban por sobre el poder mismo.
Televisa y Televisión Azteca por un lado, y el grupo de Carlos Slim por el otro, llegaron al momento clave. El proyecto altera los equilibrios que se habían mantenido hasta ahora y que, sin lugar a dudas, les concedieron no sólo privilegios y ventajas, sino un poder que llegó a ser un verdadero reto para el poder público.
Carlos Slim tendrá que aceptar la competencia en telefonía. Y puede aspirar a conquistar una de las dos nuevas cadenas de televisión. Pero el primer punto es una realidad, en tanto que el segundo es apenas, una posibilidad. Grande, pero no más que una posibilidad.
Las televisoras a su vez, deberán aceptar que ya no serán las únicas. Tendrán competencia. Y no será algo sencillo de sortear. Podrán entrar al campo de la telefonía con nuevas reglas. Pero en su área, aún tendrán que batallar con normas que, de concretarse no serán de su agrado en lo absoluto.
Lo que ayer sucedió no es más que el primer paso. La verdadera batalla apenas habrá de iniciarse.
Y no se requiere de mucho para recordar que en los partidos hay representantes de los intereses que entran en pugna. En la cámara de Diputados no se esperan grandes sorpresas. Se sabe que habrá un fuerte debate, pero que a final de cuentas, el proyecto avanzará.
No será lo mismo en la cámara de Senadores. Ahí el PRI adolece de una clara ausencia de liderazgo. Enfrenta además una alianza PAN-PRD que puede ponerle en aprietos. Hay proyectos que, como Amparo y Fuero, no han avanzado como se esperaba. Y otros, como la administración pública, que aún se encuentran en litigio gracias a la incapacidad priísta para resolver el reto de las oposiciones.
Así, el paso se ha dado. Pero ello está lejos de significar que todo se ha decidido ya.
Habrá que esperar un poco para saber si el proyecto avanza. Y después conocer los cambios que se hayan realizado para con el documento final, saber si en realidad se inició el camino hacia las transformaciones, o todo quedó, como siempre, en una batalla de papel.
QMX/nda