Abanico
El aniversario de la expropiación petrolera ha dejado muy en claro la enorme distancia que existe entre quienes, desde el gobierno, buscan dar vida a la “transformación” de la industria petrolera nacional y quienes, desde diversas trincheras “nacionalistas” y de cierta oposición, quieren oponerse a lo que llaman venta y privatización de PEMEX
El problema es fácil de identificar, pero difícil de razonar, ya que los argumentos de ambas partes adolecen de lo mismo: no son claros.
Enrique Peña Nieto, en su calidad no sólo de presidente de la República, sino de principal impulsor de lo que se conoce como reforma energética, habla de situaciones generales. Pero nunca entra al detalle.
Así, cuando habla de las necesidades de modernización o de los logros que se alcanzarán con ella, omite explicar el cómo es que esas mateas se alcanzarán. En otras palabras, queda claro que su mensaje asegura que no habrá privatizaciones ni venta de la riqueza nacional. Pero también queda claro que no se explica al detalle, la forma, monto y condiciones en que el capital privado, nacional o no, podría llegar a formar parte de la “transformación” de Petróleos Mexicanos.
Ahora, el ejecutivo federal marca una ruta de seis puntos que se añade al listado de objetivos que se hicieron públicos desde que arrancó el gobierno y que se anunciaron desde la campaña.
Pero otra vez se trata de una serie de metas y proyectos que tienen un carácter general y que por ello, no son una base real para un análisis serio.
Son por supuesto, ideas que en lo general, podrían ser aceptadas. Pero que por lo mismo, a la hora de las definiciones, podrían convertirse en cualquier cosa.
Del otro lado, quienes hablan en contra de la idea, se lanzan en contra de un proyecto que ellos tampoco conocen. Y por lo tanto, se dedican igual, a la generalización de ideas y amenazas.
¿Qué es lo que el mensaje de Enrique Peña Nieto quiere decir?. Lo que se quiera. Y basta una posición política definida esa sí, para ubicar el mensaje en la posición que mejor parezca a quienes emiten el juicio.
¿Se quiere privatizar PEMEX? La verdad es que no se tiene una certeza sobre nada de ello. NI a favor, ni en contra. Pero el mensaje vende políticamente.
La verdad es que se quiere tener capital privado en el sector, especialmente en la empresa más importante en el país. Y que para lograr semejante situación, lo que se requiere es modificar la ley sobre la que el petróleo se mantiene como propiedad de la nación.
Y aquí es donde el problema adquiere una tonalidad aún más compleja. El gobierno puede intentar una reforma constitucional. Pero las condiciones políticas podrían no ser todo lo favorables que se desea. Si esas condiciones no mejoran, se podrían intentar una ruta alterna, que sería la de las filiales. Pero ello podrían provocar los mismos conflictos políticos y además, no ser del agrado de los inversionistas.
Para el gobierno la prisa es obvia. Después de todo, en el seno del PAN y del PRD se vislumbran serios conflictos internos que, a la larga, podrían alterar el Pacto por México.
Y eso sí le queda claro a los opositores a la reforma. Y por ello adelantan vísperas.
Después de todo, siempre es más efectivo curarse en salud, que buscar remedios cuando la crisis ha estallado. Algo que el gobierno intenta, pero no lograr alcanzar.
QMX/nda