No olvidemos las periferias/Felipe de J. Monroy*
Escudado en la defensa de los derechos humanos, Miguel Mancera, titular del gobierno del Distrito Federal dio el aval para la entrada en vigor de las reformas al Código Penal del DF, con el que se redujeron las penas para quienes cometan actos de vandalismo en la capital del país.
Mancera dio así, el paso hacia adelante en la estrategia diseñada no para aclarar lo que sucedió el pasado día 1o del presente en la capital del país, sino para poner en libertad a quienes fueron detenidos ese día, durante los disturbios sucedidos en la ciudad con el pretexto de la toma de posesión de Enrique Peña Nieto.
El jefe del gobierno capitalino, sin embargo, y muy a pesar de su alegato en favor de los derechos humanos, parece olvidar que la reducción programada y orquestada desde las fuerzas de izquierda, que son las que le llevaron al poder, lo que en realidad logra es que, a partir de ahora, la capital de la República queda sujeta a la buena voluntad de quienes decidan manifestar en las calles capitalinas por cualquier motivo.
Esto es, con la reducción de las penas, ahora se puede atacar en toda la línea propiedades y personas y las sanciones quedarán reducidas a una fianza que, por lo sucedido ayer, bien podría ser cubierta por grupos, partidos o políticos, para mostrarse ante la sociedad, como “aliados” de los derechos humanos.
En el fondo, el problema es para Miguel Mancera, sin que ello signifique que el Distrito Federal no pagará facturas.
A partir de ayer, la ciudad de México queda atrapada en el juego de intereses políticos de las muchas tribus de la izquierda. Y el vandalismo es ahora un “problema menor” para las autoridades, pero de gran magnitud para quienes tengan que sufrirlo.
Sin embargo, para Mancera, como “gran defensor de los derechos humanos”, la realidad política establece que es ya, rehén de sus propios errores.
Una vez puesta en vigor la reforma al artículo 362 del Código Penal para el Distrito Federal, lo que sucede es que el gobierno del señor Mancera carece de posibilidades para poner orden en las luchas políticas en el Distrito Federal. Y se convierte en víctima obligada.
Una vez que todos los grupos en el DF asimilen que las reducciones en las penas les favorecen y dejan abierto el camino del vandalismo, cada que se quiera ejercer presión sobre el gobierno del señor Mancera, lo que tendremos será un acto de violencia y no menor.
Cada vez que una tribu quiera algo y no se le conceda, la vía más corta hacia el logro de sus demandas, será la amenaza y en su caso, ejercer una presión mayor mediante actos violentos que, una vez disipado el humo de los hechos, será solucionado mediante una fianza.
Mancera ha cometido un error de cálculo. Y además ha puesto en evidencia su debilidad ante los muchos grupos que le sirven de soporte a su administración.
Poco a poco, queda a la vista que la popularidad que se reflejó en las urnas, no tiene un cimiento real en el quehacer político. Mancera tiene aún un buen capital político en las majos. Pero la forma en que se ha doblegado ante las grupos de izquierda, la facilidad en la que se le han impuesto tremas y tiempos y los muchos temores que de manera evidente le acompañan, hacen ver que quienes lo señalaban hacia el futuro como una promesa política, podrían haber cometido no sólo un error de tiempos, sino también uno de personalidades.
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