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Promete Sheinbaum rescatar la petroquímica en México
AGUILILLA, Mich., 2 de junio de 2021.- Este lugar parece territorio comanche. Aquí, en la región de Tierra Caliente, Michoacán, la tensión prevalece en todo momento cuando no eres lugareño. Desde El Aguaje, los habitantes clavan las miradas por desafiar, amedrentar, atemorizar o hasta amenazar; no se sabe.
Hay nombres que no se pueden mencionar. Esos son los de los líderes de los cárteles. La creencia popular es que se invoca, pues las pintas en las fachadas son muy claras: han ganado el territorio.
Los estragos del Narco son evidentes: casas abandonadas, pueblos fantasmas, fachadas con huellas de enfrentamientos. Es el Chernóbil mexicano. El éxodo de familias enteras ha sido inevitable en una región donde no existe el Estado de derecho.
Raro es cuando no hay enfrentamientos. No solo las casas y las propiedades han sido afectadas por las balaceras de todos los días, también personas inocentes han salido heridas.
Solo llegaron y sacaron a los habitantes de Catalina y División del Norte. Las casas agujeradas con balas de posibles armas largas o de uso exclusivo del Ejército son evidentes. Los locales refieren que las usaron como casas de seguridad.
En esa región hay que pedir permiso para entrar. Aunque no hay certeza de salir de un camino solitario y desierto. Bloqueos con tráileres quemados en el trayecto y zanjas en la terracería de Potrerillos son comunes.
Aquí la impunidad prevalece al 100 por ciento porque el delincuente advierte lograr su objetivo frente al poco riesgo de ser detenido. De tal manera que ninguno preparado en la aplicación de seguridad y de justicia, puede garantizar el Estado de derecho.
Los Viagra, este cártel local tiene su influencia en Pinzándaro; pero la división se hace presente hasta en postes de luz donde el Cártel Jalisco Nueva Generación (CJNG) reclamó su asentamiento: Aguililla.
Entre El Aguaje y El Terrero se divide el control territorial de ambos grupos delincuenciales.
Aguililla clama por un respeto al Estado de derecho. Es la principal demanda de los habitantes para regresar la seguridad a la localidad. No dudan en que la inversión, la producción, el progreso volverá para crear más fuentes de trabajo; tiene fe.
Este municipio también es Michoacán y los habitantes quieren retomar posesión de una parte que en su momento fue esplendorosa por sus tierras. Procuran que el territorio siga siendo suyo dentro de lo posible, con libre tránsito y seguridad. Pero los gobiernos han cedido en hacer presente el Estado de derecho.
La Maña gobierna
Es de todos los días, raro es cuando no hay balaceras. Pero no es una situación actual, viene de años atrás desde El Aguaje, Pinzándaro y Catalinas. Y se extendió hasta Aguililla.
Los comerciantes del lugar sufren la situación por las fechorías de los que ya se adueñaron de la zona, quienes no les permiten pasar su mercancía desde la localidad de Catalinas.
Los refrigeradores de sus tiendas se exhiben vacíos. Les exigen comprar los productos a ellos: Coca Cola, Corona, Tecate. Son obligados a adquirirles a los de la Maña de aquel lado. Y lo peor, se los venden más caros.
Son Mañas y a los proveedores es obvio que no los dejan entrar. Entonces, “ir a comprar a ellos, es financiar sus trabajos, y no debe ser así”, dice un comerciante en entrevista y a quien se le guarda anonimato.
De no comprarles a ellos, los bajan, les quitan los vehículos y el producto. Son los robos a los que están expuestos cotidianamente y de los que ya muchos han sido víctimas.
Ahí todos se dan cuenta; nadie está exento. A los limoneros, se les cobra una cuota; a los cortadores, también. “¿Y la Policía? bien, gracias”. El gobierno municipal está peor; todos hacen caso omiso, reprueba el lugareño.
Los comerciantes de Aguililla viven en la zozobra y el abandono. No se atreven a denunciar, pues si uno alza la voz, “ya no regresa”, advierten.
Resignados, incluso cabizbajos
Diario viven con el “sustito”, pero ¿qué más? La situación es triste. Ni a la plaza del pueblo pueden salir sin sentir miedo. Algunos ya ni recuerdan cuando empezó la situación de violencia e inseguridad que los azota a causa de los enfrentamientos entre cárteles antagónicos.
En Aguililla —al igual que en otros lugares del país— ya no creen en los políticos. La situación “va de peor en peor”, dice una señora michoacana que ha vivido toda su vida con su madre siendo testigos de la incertidumbre por la situación caliente en la región de Tierra Caliente.
Inseguridad es lo que se puede ver día a día. “Sales a ver si puedes salir a trabajar”, dice en entrevista otro comerciante de la localidad. Si ven fea la situación, pues tienen que cerrar.
La vida de la gente de Aguililla la vive asustada todos los días. Cautelosos. Pero no está en sus planes el éxodo, sus familias por generaciones han crecido en esas tierras.
Todavía guardan fe, pero no en los políticos. Aunque su ideal es que uno pueda cambiar la situación.
De la mano de la inseguridad, llega la pobreza. La gente de Aguililla también está siendo desplazada como ya ha pasado en otros poblados carreteros de esa región.
“Aquí queremos seguir, no nos queremos ir”, expresa con franqueza el lugareño.