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Brugada busca prevenir el suicidio en todas las secundarias de la CDMX
CIUDAD DE MÉXICO, 14 de abril de 2017.- Cargando pesadas cruces de madera, muchos descalzos soportando el calor del asfalto que les ampollan los pies, otros con coronas de espinas, el dolor y el cansancio se refleja en los rostros llenos de sudor, ataviados en túnicas moradas con una banda blanca sobre el pecho, jóvenes la mayoría, adultos mayores, niños, algunas mujeres, las menos, pero todos movidos por algo más fuerte, incluso, que propia la tradición, la fe.
Ellos son los nazarenos, la mayoría nativos de Iztapalapa otros llegando de barrios vecinos, pero todos con la convicción de fe llegan a pagar alguna manda, agradecer favores o simplemente por la fe y el amor que le profesan al Señor de la Cuevita.
Desde las 8 de la mañana inició la procesión de los Nazarenos por las calles de los ocho barrios de Iztapalapa, recorren igual número de kilómetros con sus cruces a cuestas, y cuando el sol y el cansancio los vence, se detienen para recobrar fuerzas y seguir adelante.
Ahí encontramos a Ricardo Domínguez de 19 años, quien por tercer año lleva a cuestas una cruz de 60 kilos de peso con lo que paga una manda por un milagro que el Señor de la Cuevita le concedió, cansado pero satisfecho dice que lo hará por otro año más.
«Es una manda con el Señor de la Cuevita que le prometí para que me concediera un milagro y hasta ahorita sí me lo está concediendo; sí vale mucho la pena, me siento cansado pero muy satisfecho», dice con la voz entrecortada por la emoción y el cansancio.