Navidad y tinieblas
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La dramática historia del periodista Olivier Acuña Barba estruja el alma. Sobre todo si se escucha de viva voz.
Es un testimonio vívido de lo injusta que es la justicia mexicana.
Haberse atravesado en el camino de Carlos Salinas de Gortari es, desde su punto de vista, lo peor que le haya pasado en su vida.
Acuña es doble víctima. Primero porque se ejerció en contra de él todo el poder del Estado al perseguirlo por su oficio de periodista y fabricándole delitos, y después por no ser resarcido del daño causado al haber demostrado su inocencia.
Por eso decimos que también es víctima del Poder Judicial. De lo injusta que es la justicia mexicana.
O mejor dicho, la mala y corrupta administración de la justicia mexicana, a pesar de que tengan su propio organismo de autovigilancia, el llamado Consejo de la Judicatura. Es decir, son jueces y parte. Es un Poder Judicial podrido.
Después de los diputados, los jueces son los más repudiados por la sociedad.
Y ahi siguen. Hay miles de casos documentados de la corrupto y maloliente que es la barandilla nacional.
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Olivier Acuña presume que su pesadilla comenzó en 1995 cuando fue enviado por el diario Reforma a Nueva York a cubrir el caso Mario Ruiz Massieu.
Durante su estancia de poco más de dos semanas en Nueva York, Raymundo Rivapalacio, entonces subdirector editorial del diario, se comunicó con Acuña para pedirle una nota sobre una supuesta vicepresidencia que el Consejo de Dow Jones-Wall Street le había otorgado a Carlos Salinas de Gortari.
Acuña habló con el presidente ejecutivo del Consejo de Dow Jones-Wall Street, quien le dijo que el nombramiento como vicepresidente del mismo consejo se le otorga a personas que tuvieran al menos 10 mil millones de dólares invertidos en el Dow Jones.
Pasó la nota que supuestamente fue publicada en portada de Reforma, pero extrañamente el diario de ese día nunca ha podido ser recuperado por ninguna vía.
Al parecer fue requisado por el Cisen, dice Olivier.
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A partir de entonces, el periodista ha vivido un calvario entre despidos injustificados, amenazas de muerte, tortura, encarcelamiento por 2 años y medio en un penal de Sinaloa y, finalmente, fue absuelto. Ahora clama justicia.
Para llegar a este punto, antes tuvo que huir del país al sentirse perseguido por manos extrañas. En el año 2000, con la llegada del nuevo gobierno, con otro partido, pensó que las cosas habían cambiado, pero no fue así.
La mano vengadora lo persiguió hasta Sinaloa, y el gobierno de Juan S. Millán lo encarceló por encargo. Le sembraron drogas y lo torturaron. Lo amenazaron con matar a su familia y ni así claudicó.
Logró demostrar su inocencia y fue excarcelado.
Olivier Acuña ahora sólo pide justicia, que se restablezcan su buen nombre y fama pública, como marca la ley, y que le sea resarcido el daño económico y moral que le causó la mala administración de justicia.
¿Es mucho pedir?
Por cierto, dice que Raymundo Rivapalacio nunca le ha vuelto a dirigir la palabra ni le ha tomado alguna llamada telefónica.
Si te ví, ni me acuerdo.
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Nos leemos el viernes, temprano.
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