Ráfaga/Jorge Herrera Valenzuela
Nuestra histórica Plaza de la Constitución
Sin duda alguna los mexicanos presumimos dentro y fuera de nuestro territorio que tenemos una Plaza Mayor, Plaza de Armas, Plaza Principal, desde hace 110 años conocida como Plaza de la Constitución. También esa gran superficie le llamamos Zócalo.
Es interesante conocer detalles del origen de la Plaza, sede desde 1824, de los Poderes de la Unión y del Gobierno de la Ciudad de México y hoy de las oficinas del Congreso Local. Los diputados capitalinos sesionan en el legendario edificio de Donceles y Allende, en el Centro Histórico.
Hasta el 28 de enero de 2016 era el Distrito Federal, pero sin una razón real el gobierno corrupto de Enrique Peña Nieto promulgó y publicó el cambio de nomenclatura. La Capital Mexicana también dio paso al capricho político, al desaparecer, de nombre, las 16 Delegaciones Políticas, por el de Alcaldías.
Fray Servando de Teresa de Mier Noriega y Guerra, propuso la denominación de Ciudad de México. La fundación o erección del D.F. fue el 18 de noviembre de 1824, dejando de ser capital del Estado de México y el gobernador de Edomex, Melchor Múzquiz, la trasladó a San Agustín de las Cuevas, hoy Tlalpan.
REINABA CUAUHTÉMOC
Los cronistas nos señalan que sobre el Islote México-Tenochtitlán, en 1521 comenzó la construcción de lo que sería la primera Plaza, al finalizar el undécimo y último Emperador o Rey Azteca, Cuauhtémoc. En este 2023 se cumplen 500 años de la terminación de un cuadrilátero en el que estaba el Templo Mayor, sobre el cual sería levantada la Catedral de México.
Al Oriente se ubicaban las llamadas “Casas Nuevas” y al Oeste, las “Casas Viejas”. En ellas vivieron Durante su reinado Tizoc, Ahuizotl, Moctezuma Xocoyotzin, Cuitláhuac y Cuauhtémoc. Sobre las primeras se edificó el Palacio Virreinal y que hoy conocemos como Palacio Nacional. Del otro lado hoy vemos la construcción dl Nacional Monte de Piedad, fundado en 1775 por Pedro Romero de Terreros.
En el Sur de la Plaza se conserva el edificio del Ayuntamiento y en el adjunto están oficinas del Gobierno de la Ciudad de México. Frente a Palacio Nacional hay una serie de arcos, fue conocido como el Portal de Mercaderes. En la planta baja desde principios del siglo abrió sus puertas la más tienda de sombreros, cuyo lema se resumía en De Sonora a Yucatán, Todos Usan Sombreros Tardan. En los tres pisos se albergaron las oficinas de Almacenes Nacionales de Depósito, S.A., ANDSA, que resguardaban principalmente las cosechas de maíz y la institución desapareció en 1998.
EL FAMOSO ZÓCALO
Mundialmente es conocido como Zócalo, el corazón de la República Mexicana. El término se originó en el Siglo XVIII al intentar colocar en la entonces Plaza Mayor, la estatua ecuestre diseñada por el arquitecto Manuel Tolsá, escultura ordenada por el virrey Miguel de la Grúa Talamanca y Branciforte para rendirle honores al rey de España, Carlos IV.
El también llamado Marqués de Branciforte resultó un gobernante corrupto y tanto sus malas acciones como las de su esposa, María Godoy y Álvarez de Faria, fueron denunciadas ante el rey español, por escrito. Él cobraba alcabalas que no eran legales, vendía lo que debía entregar gratuitamente. De la virreina, según las crónicas, organizaba tertulias con las damas de sociedad y pretextando obras de caridad, les despojaba de sus joyas y alhajas.
Tolsá hizo una estructura de madera. Caballo y jinete. Estaba iniciando el trabajo, cuando llegó la noticia de que retiraban al matrimonio virreinal. El Marqués se apresuró e hizo que construyeran un basamento en el centro de la Plaza Mayor para “inaugurar” la obra. Fue esto en el año 1796. Después de la ceremonia el escultor se llevó la estatua para realizarla y durante 7 años quedó vacío el basamento, cuyo nombre es Zócalo.
Siete años antes del inicio del Movimiento de Independencia quedó terminada la estatua que los mexicanos, desde entonces, la identificamos con dos palabras: El Caballito y no la estatua de Carlos IV.
En otra ocasión comentaré sobre la historia de la estatua, las críticas que surgieron al desarrollarse la lucha insurgente que duró 11 años y España reconoció la Independencia de México hasta 1836.
El Caballito “ha galopado” por diferentes calles de la Ciudad de México. Desde 1978 lo colocaron frente al antiguo edificio de la Secretaria de Comunicaciones y Obras Públicas (de 1912 a 1954) y hoy sede del Museo Nacional de Arte, en la calle de Tacuba, una de las dos más antiguas vías capitalinas. Por muchos años lo vimos en el cruce de Paseo de la Reforma y Avenida Juárez.
“DESESPAÑOLIZAR” LA PLAZA
De acuerdo con la información surgida en semanas pasadas, para este viernes 14 de abril está programada una reunión para que los Senadores de la República debatan, en la Comisión de Gobernación, la iniciativa de la senadora Mónica Fernández Balboa, cuyo punto central es que la hoy Plaza de la Constitución de la Monarquía Española de 1812, se denomine Plaza de la Constitución de los Estados Unidos Mexicanos 1824.
En su nota publicada en Excélsior, mi colega Leticia Robles de la Rosa, apunta que este es un asunto prioritario, citando a los comisionados a una reunión en viernes, lo que no es común. Se trata de aprobar un punto de acuerdo dirigido al Gobierno de la Ciudad de México. Es decir, que en ocasión del bicentenario de los Estados Unidos Mexicanos, la iniciativa cobre vigencia.
Recordemos que los Estados Unidos Mexicanos, nombre oficial de nuestro hermoso País, se aprobó en octubre de 1824 y el 10 del mismo mes tomó posesión el primer Presidente de la República Mexicana, el duranguense Guadalupe Victoria.
Aquella construcción que cumplirá 500 años y que nos legaron mexicas y españoles, recibió el nombre actual con motivo de la promulgación de la Constitución de Cádiz de 1812 y en la que tuvieron intervención diputados mexicanos entre ellos el coahuilense Miguel Ramos Arizpe.
En mayo de 1813 el virrey Félix María Calleja del Rey determinó imponerle el mencionado nombre a la que también fue conocida como Plaza de Armas.
Calleja fue el que combatió a los insurgentes encabezados por el cura Miguel Hidalgo e Ignacio Allende y los derrotó en el Puente de Calderón, en Jalisco. Los insurgentes salieron hacia su trágico final al ser aprehendidos en Acatita de Baján, Coahuila, en 1811 y llevados a Chihuahua, donde los fusilaron y decapitaron.