Lilia E. Cárdenas Treviño, líder social y promotora cultural
CIUDAD DE MÉXICO, 24 de julio de 2017.- En ellos recae la conservación del Gran Tzompantli de México-Tenochtitlán. Son los especialistas del área de antropología física que conocen la importancia que representa el hallazgo de un muro construido con cientos de cráneos para patrimonio histórico.
Arqueólogos y antropólogos integrantes del Programa de Arqueología Urbana trabajan meticulosamente para reescribir la historia en lo que se ha identificado como ese altar sanguinolento dedicado al Dios Huitzilopochtli, en las excavaciones del predio de la calle República de Guatemala 24, en el Centro Histórico de la Ciudad de México.
En entrevista exclusiva para Quadratín México, la arqueóloga Ingrid Trejo Rosas, egresada de la Escuela Nacional de Antropología e Historia, explica que gracias a las excavaciones se han logrado identificar momentos constructivos de la torre donde se empalaron cráneos unidos por argamasa compuesta de cal, arena y gravilla de tezontle.
Tal como las crónicas del soldado español Andrés de Tapia, la especialista refiere como fuente que las cabezas exhibidas empalizadas en dos torres se tratan de cautivos de guerra.
El equipo de antropología física ha logrado identificar que algunos cráneos fueron expuestos por un tiempo corto, pues otros cráneos encontrados presentan desde la primera vértebra hasta la cuarta, lo cual quiere decir que cuando fueron empalizados en el muro, estuvieron poco tiempo al presentar restos de tejidos, como el ligamento de la mandíbula.
De su formación, Ingrid Trejo ha tenido la fortuna de laborar excavando otro importante descubrimiento de las escalinatas del Juego de Pelotas, así como vestigios del Templo de Ehécatl. También pasó por el Cuauhxicalco, la parte del vestíbulo del Templo Mayor.
Dentro de los trabajos arqueológicos de la segunda temporada, los especialistas de antropología física se dedicarán al análisis piezas y redactar un informe técnico.
Se tiene planeado de que en algún momento el Gran Tzompantli se exhiba al público, aunque no se sabe cuándo.
La arqueóloga Trejo Rosas adelantó que presentarán una propuesta de cómo conservar los elementos. Sin embargo, las autoridades serán las que decidan si se expone o no, al tratarse de restos humanos que pueden llegar a ser susceptibles para la gente.
En su propuesta, quieren echar mano de la tecnología y realizar escaneos 3D y fotometría de elementos para cubrir y proyectar, para que visiblemente no sea impactante.
Para Ingrid, el Gran Tzompantli tiene que ser expuesto, pues los mexicanos tienen derecho a conocer de sus raíces.
Considera que en la actualidad sólo se ha descubierto un 20 por ciento de lo que fue el recinto sagrado de la Gran Tenochtitlán, y que se encuentra enterrado debajo en el del primer cuadro de la Ciudad de México.
Redescubriendo la historia de la Gran Tenochtitlán
Otro de los especialistas, explicó a esta agencia de noticias sobre los trabajos de análisis de cráneos que están sobre la mesa.
“Elegimos 48 cráneos por sus características especiales, ya sean que tenían la mandíbula articulada o vértebras. Es decir, fueron decapitados desde el cuello”, detalla.
Los restos de osamentas recuperados arqueólogos y antropólogos físicos fueron llevados al área de conservación donde se estabilizan, se limpian y se dejan listos para el análisis.
“Todos presentan orificios en los parietales, algunos de un sólo lado, otros de los lados. Solamente el más pequeño que tiene alrededor de 3 años y medio a cinco años, no”, dijo.
Casi todos los cráneos presentan marcas de cortes, todos desollados y descarnados, pues la intención era dejarlos esqueletizados para ser exhibidos en la empalizada.
Tras más de 500 años, al momento que fueron extraídos, las osamentas se encontraron frágiles debido a la humedad del suelo de la capital. Por lo que es necesario que se desequen gradualmente para que el hueso vuelva a tener resistencia y consistencia.
Velma Martínez Garza, encargada del departamento de restauración del Huey Tzompantli, junto con la señora Delfina llevan a cabo la tarea de conservación.
Una vez secos, se les retira la tierra con la ayuda de brochuelos, hisopos para que con delicadeza y meticulosamente vayan quedando limpios.
Ella es especializada en restauración de cerámica colonial, por ello, uno de los cráneos que más llamó su atención porque se encontraba plano y una vez armado tomó su dimensión.
Entre la muestra, se pudieron identificar 16 mujeres, pero también restos de adolescentes y niños que se saben que son jóvenes debido al tamaño del cráneo.
“Partimos de la hipótesis de que son foráneos debido a que las víctimas de sacrificio eran cautivos de guerra o gente que tributaba a los pueblos sometidos”, explica otro especialista.
No obstante, según fuentes consultadas algunos podrían ser mexicas, al haber festividades durante un ciclo de rituales donde se sacrificaban a algunos del mismo pueblo.
También presentan variabilidad en sus formas, como la práctica cultural de deformar la cabeza.
“Nos damos cuenta que se puede identificar tres variables de la deformación, es posible que el cráneo número cinco que tiene una deformación característica del norte de Veracruz y otros dos del Golfo pero más hacia el sur”, precisa.
Otros 16 tienen deformación característica del centro de México y el altiplano, que se trata de la deformación tabular directa.
Algo tiene la tierra de la Ciudad de México para que los cientos de cráneos hallados mantengan casi todas sus características y que los huesos se conserven a pesar de las inclemencias de más 500 años.