Oran por la paz en el Centro de Chilpancingo
CIUDAD DE MÉXICO, 18 de agosto de 2017.- El racismo expresado por grupos a favor de la supremacía blanca en Charlottesville, Estados Unidos y el reciente ataque terrorista en Barcelona, España, son caras de la misma moneda: la violencia y el odio que despertaron las derechas radicales.
Que, se añadió en un comunicado, se han empoderado en varias partes del mundo, afirmó Moisés Garduño García, académico del Centro de Relaciones Internacionales de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales (FCPyS) de la UNAM.
En el auditorio Pablo González Casanova, expuso que de acuerdo con grupos defensores de derechos civiles, en la Unión Americana han crecido hasta 197 por ciento las asociaciones antimusulmanas, al pasar de 34 a 101 entre 2015 y 2016.
Este incremento es proporcional al de los movimientos de supremacía blanca, de los que se han documentado 130 pertenecientes al Ku Klux Klan, 99 denominados como neonazis, 100 supremacistas blancos ultra nacionalistas, 43 neoconfederados, y 52 anticomunidades LGTB.
Durante la conferencia Racismo y terrorismo: flagelos del siglo XXI, explicó que a partir de la crisis mundial de 2008 estos grupos han ganado terreno.
La pobreza, la crisis de las instituciones, el desempleo y la corrupción son el combustible que alimenta a las élites que los comandan.
“Estos grupos tienen características narcisistas, viven procesos de precarización económica e inconformidad social, se comunican en redes con una fuerte presencia en Internet y tienen un fuerte impacto sobre comunidades juveniles.
«Son más parecidos de lo que creemos y su coexistencia lo único que causa en la sociedad es un ambiente de odio, confusión e incertidumbre de sus alcances reales”, dijo el también integrante del Programa Universitario de Estudios sobre Asia y África.
Lo más peligroso, agregó, es que este tipo de violencia ha empezado a adueñarse del espacio público.
Olivia Gall Sonabend, académica del Centro de Investigaciones Interdisciplinarias en Ciencias y Humanidades (CEIICH), expresó que los recientes ataques reflejan el recrudecimiento o renacimiento del racismo y xenofobia, que hace décadas se pensaba era posible conjurar.
“Lo que acabamos de ver en Barcelona es lamentable. Está creciendo el odio de los grupos fundamentalistas islámicos hacia Occidente, y no están ganando la partida las tendencias de centro más moderadas que piensan en las conciliaciones.
«Además, lo que ocurrió recientemente en Charlottesville, Estados Unidos, es grave, no sólo porque el Ku Klux Klan vuelve a la palestra y lanza sus consignas, sino porque allí se unieron grupos de extrema derecha que tienen insertos a sus miembros en altas esferas empresariales y del gobierno de Donald Trump”.
El presidente estadounidense, prosiguió la investigadora, no condena estas acciones en su territorio, por el contrario, las alaba, lo que no ayudará a que el fundamentalismo del lado islámico se modere. Mientras el mundo no dialogue de otra manera y no se combatan frontalmente los regímenes autoritarios, no se podrá avanzar.
Garduño resaltó que “al 2016 existían cerca de 917 grupos de odio documentados, aumento que coincide con el empoderamiento que sienten los líderes de estos grupos ante la llegada de Donald Trump como presidente, y de Stephen Banon como su asesor. Muchos grupos creen que tienen un pie directo en la Casa Blanca”.
Ambos investigadores manifestaron su luto por los heridos y muertos en Barcelona, París, Bruselas, Berlín y demás capitales de occidente afectadas por el terrorismo, pero indicaron que este tipo de ataques también se registran en países de Medio Oriente y África. En 2017, añadieron, dos mil 408 personas han muerto en el Mediterráneo intentando llegar las costas europeas.
Y se manifestaron en contra de que en los medios de comunicación y redes sociales se hagan virales los videos de los ataques, que además de ser una falta de respeto para las víctimas y sus familiares, pareciera un signo de la naturalización del horror. Ver la muerte del otro es recordarle a la audiencia que uno todavía está vivo, concluyó Garduño García.