Teléfono rojo
“Es un distractor político”, ha dicho Marcelo Ebrard, quien asocia la información a la cercanía del dictamen definitivo en la calificación electoral.
Éste es un recurso eterno. Cuando a René Bejarano lo pillaron con los bolsillos repletos de billetes en la obscena cobranza de fondos para fondeo electoral, su jefe político se exhibió como víctima de un complot. Pero los hechos son unos; el uso político de ellos es otra cosa. Y lo segundo no anula ni desaparece lo primero.
Es como cuando a un señor lo matan de un balazo en la calle para robarle el reloj. “Fue un robo”, podría decir un policía de segunda. Sí, pero también es un homicidio. Ya después vemos si el reloj valía o no valía, pero el cadáver ahí está.
En estos casos es lo mismo. Si los contratos tracaleros fueron exhibidos con oportunidad electoral o no, es otra cosa. La existencia de una red de financiamiento irregular es un hecho punible en sí mismo por la falsedad de las aparentes licitaciones y el privilegio a los amigos y el reparto de dinero público. Y en este caso, un hecho suficiente para exhibir la doble moral o la doble inmoralidad, mejor dicho.
MARINA
Aclara la Marina: el nauta de Tres Marías (¿será por la cercanía con los Charcos de Zempoala?) —señalado como chofer de los gabachos emboscados— no manejaba la camioneta-coladera.
Estaba ahí como “enlace y traductor, por lo que requería operar equipos de comunicación”.
“El capitán de la Armada de México no conducía el vehículo diplomático. Al momento de la agresión se encontraba en el asiento trasero pidiendo auxilio por su teléfono celular”.
De esta información se desprenden dos hechos fundamentales: no era chofer de los gringos y como operaba “equipos de comunicación”, hablaba por teléfono celular desde el asiento trasero. Elemental, mi querido Watson.
QMex/rc