REFORMA 262: Un final olvidado

22 de noviembre de 2012
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10:19
Rafael Cardona

Las “lacras de la política” son a lo largo de estos años, incluyendo los de su presidencia en el Partido de la Revolución Democrática y el gobierno en el DF, los elementos de su proceder.

Sin haber revisado exhaustivamente todos los medios nacionales del 21 de noviembre, no hallo en las páginas leídas responso ni aplauso final para el gobierno legítimo cuya expiración ocurrió el mismo día de la memoria nacional por el inicio de la Revolución Mexicana.

No conozco textos cuya finalidad sea eternizar la noble institución por cuya vigencia hubo un gobierno en la sombra, como dicen los ingleses, capaz de presionar al otro poder para cambiar las cosas de la administración nacional.

Sin embargo quizá no haya sido ésta una omisión sino la consecuencia natural de la legitimidad misma, de la simbólica condición del gobierno surgido de la rabia ante el despojo, como tantas veces predicó su fundador, adalid y único integrante real, Don Andrés Manuel. Ya queda para filósofos y pensadores de profundidad determinar si hay realidad dentro de lo irreal o si lo evanescente se puede aprehender.

¡Oh!, decía Renato Leduc, si el humo fincara…

Pero sea como fuere nunca podrá esta generación olvidar la mojiganga de teatro fantástico celebrada hace un sexenio en el Zócalo. Todos muy serios, como en festival escolar y un señor de veras investido de los poderes de su fantasía, en una toma de protesta a la altura de un festival escolar de la secundaria.

Estaban todos los intelectuales y políticos de la entonces poderosa izquierda jugando todos (y aquí la palabra jugar la escribo en el sentido inglés de “to play”; actuar) en el desempeño de papeles altamente cursis y falsos.

Pero poco antes de fenecer el plazo de seis años, si (repito) ese hubiera sido el término de la legitimidad de un Ejecutivo imaginario, el caudillo –verdadero seguidor de Nicolás Zúñiga y Miranda— anunció los siguientes pasos en la constitución de un partido político, ese sí, con los pies en el suelo y el asiento en la realidad: Morena.

Pero la falsedad se prolonga paso a paso y quien ha mentido una vez miente muchas más, pues es como aquello de tejer canastos o ir por el balde de agua. El aprendizaje es inmediato.

En la inauguración del Congreso Nacional del Movimiento Regeneración Nacional (Morena) en la ciudad de México, AM les dijo así a sus discípulos:

“…La buena marcha de Morena dependerá en mucho de nosotros, de la actitud que asumamos en lo personal, de nuestro recto proceder”.

“Por eso, cada uno de nosotros, de  manera sincera, sin simulación, sin que nos entren las palabras por un oído y nos salgan por el otro, internalizando lo esencial, tenemos que hacer el compromiso de actuar con honestidad y hacer a un lado la hipocresía. No podemos postular en el discurso la justicia y la democracia, si no somos capaces de actuar en consecuencia”.

“Morena debe seguir siendo un referente moral. Una organización de mujeres y hombres libres, dignos, movidos por propósitos más elevados que sus legítimos intereses personales o de grupo. Una organización que siempre tenga como objetivo superior, el interés general, el cambio del régimen autoritario y corrupto, y la instauración de una república más justa, más humana y más igualitaria”.

“Los militantes de Morena debemos convertir en forma de vida el ideal de que se puede ser feliz, buscando la felicidad del prójimo; llevando a la práctica el principio de que venimos a este mundo a servir y no a que nos sirvan. Y que el poder solo tiene sentido y se convierte en virtud cuando se pone al servicio de los demás”.

“Por eso, nada de politiquería, tenemos que impedir los vicios en Morena, los vicios de la política tradicional. Cuidar, entre todos, que no haya individualismo, oportunismo, nepotismo, amiguismo, influyentismo, sectarismo, clientelismo, ninguna de esas lacras de la política”.

Todo lo anterior, toda esa mezcla de caridad y pureza, de servicio devoto por el prójimo, de desprendimiento casi budista, es una absoluta falsedad. Las “lacras de la política” son a lo largo de estos años, incluyendo los de su presidencia en el Partido de la Revolución Democrática y el gobierno en el DF, los elementos de su proceder.

Individualismo, oportunismo, nepotismo, amiguismo, influyentismo, sectarismo, clientelismo, esas han sido las conductas practicadas desde siempre por la izquierda y si no ahí están los matrimonios y las parentelas enquistadas en nóminas delegacionales y centrales en el gobierno; ahí los recomendados, ahí la historia de los Bejaranos y demás.

La piel de la mansa oveja no disimula, al menos no para todos, la verdadera condición de la política.

Las toneladas de mentiras, medias verdades y amenazas con las cuales AM quiso descarrilar el proceso post electoral en dos sexenios consecutivos, prueban la falsedad de su discurso.

Ahora bien, como discurso, no he leído nada mejor desde una célebre proclama de Gandhi en Bombay o las enseñanzas del “mínimo y dulce Francisco de Asís”, tal como las contó  Rubén Darío en “los motivos del lobo”. Excepto si el “dedazo” de Martí Batres significa otra cosa.

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QMX/rc

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