
León XIV, primer mes
En un tiempo donde la política se ha vuelto espectáculo y el oportunismo pretende pasar por ideología, el artículo del Ingeniero Cuauhtémoc Cárdenas titulado “La izquierda hoy y mañana: ¿cómo reconfigurarla o redefinir a la izquierda?” representa una necesaria sacudida de conciencia. Más que una reflexión nostálgica, es una advertencia serena pero firme: la izquierda mexicana corre el riesgo de extraviarse si olvida sus fundamentos históricos, éticos y sociales.
Cárdenas nos recuerda que no existe “una” izquierda, sino múltiples expresiones que, sin embargo, comparten una convicción profunda: la dignidad humana no puede subordinarse al mercado ni a la arbitrariedad del poder. Desde los movimientos agrarios hasta los derechos laborales, desde la educación pública hasta la justicia redistributiva, la izquierda ha sido históricamente el motor de las transformaciones que democratizan no solo el voto, sino también la vida cotidiana.
El ingeniero, no rehúye la crítica. Señala con honestidad que muchas de las promesas sociales han sido abandonadas, y que el discurso progresista no siempre se traduce en políticas públicas con contenido social. Al advertir que la Revolución Mexicana no puede ser vista como una reliquia, sino como un horizonte inacabado de derechos y justicia, Cárdenas reubica el debate donde debe estar: en la ética de gobierno, no en el culto al liderazgo.
En el contexto actual, donde el poder ha sido centralizado con una eficacia inédita y donde las disidencias internas son etiquetadas como traiciones, el llamado del Ingeniero a construir una democracia con justicia social, con pluralismo y con diálogo abierto, es valiente y oportuno. No se trata de una postura contra nadie, sino a favor de todos: por un México donde el Estado garantice los derechos sociales y no administre la desigualdad.
El texto destaca, además, una urgencia generacional. Invita a las y los jóvenes a no resignarse, a participar, a organizarse, a rebelarse cuando sea necesario, porque sin su voz, la izquierda se convierte en ritual vacío. La política progresista no puede reducirse a etiquetas ni a slogans de campaña; debe ser, como advierte Cárdenas, un compromiso con lo colectivo, con los derechos, con la verdad.
Leer este artículo no solo es útil: es indispensable. Porque en tiempos donde los partidos giran en torno a ambiciones personales más que a ideales compartidos, la voz del Ingeniero —fundador, luchador, referente moral— vuelve a marcar el rumbo. No para imponer una ortodoxia, sino para recordarnos que la izquierda, si olvida al pueblo, deja de ser izquierda.
El rumbo está claro. Lo que falta, como siempre, es el valor de seguirlo.
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