Eliminar autónomos, un autoengaño/Bryan LeBarón
“Ah, la prensa -dijo en tono obsequioso un altísimo dignatario ante un puñado de periodistas-. Ustedes son el cuarto o quinto poder… no recuerdo”. Uno de ellos, sin solemnidad pero sí con gravedad, le respondió de inmediato: “El segundo, excelencia; el segundo”. Todos rieron, la tensión se disipó y la posterior conversación no sólo fue agradable, sino útil, constructiva.
Ojalá todo fuera así; sin embargo, bien sabemos que la rispidez entre la prensa y los actores sociales que controlan de facto o legalmente algún tipo de poder es mayúscula. El poder terrenal, como sabemos, es limitado y finito; la lucha por controlarlo, mantenerlo o heredarlo es la narración de la humanidad misma.
En los últimos siglos, la prensa ha estado allí para relatarlo o para participar de ese poder, pero también para denunciar las injusticias que se crean a raíz de los juegos del poder. Este último servicio, por ejemplo, guarda una nobleza pocas veces valorada. Sin embargo, hay todavía una cualidad que hace del periodismo un servicio imprescindible para nuestra época: la capacidad de participar en la resolución de los conflictos.
El llamado ‘periodismo de paz’ no sólo se limita a denunciar las opresiones que, desde el poder legal, legítimo o fáctico, se ejercen contra los inocentes y miembros vulnerables de la sociedad. También puede cooperar en la resolución de las tensiones, del conflicto, de las polarizaciones y de la violencia provocada por ignorancia o mera perversión.
La fuerza del periodismo no reside sólo en las palabras -porque entonces sería pura retórica- sino en los hechos y en la realidad del ser humano, en su inalienable y compartida dignidad. Bien apunta María Ressa: “Sin hechos, no se puede tener verdad; sin verdad, no hay confianza. Sin confianza, no tenemos una misma realidad compartida, no hay espacio para la democracia y se vuelve imposible atender nuestros problemas mundiales y existenciales”.
La materia prima del periodismo son los hechos, los acontecimientos; pero también la inamovible mirada puesta en el bien común, en la justicia, la libertad y la dignidad humana. Cualquier periodismo que se aleje de tales principios o bien busca su propio beneficio y privilegio o pone sus servicios al poder de su interés; en todo caso, no se encamina hacia la paz.
En estos días, la paz es urgente. El periodismo de paz, también. La pregunta, no obstante, es cómo hacerlo, cómo promoverlo o patrocinarlo. Y, si el mundo está obsesionado en el poder, el privilegio, la manipulación, la división, la polarización y el mesianismo político, el ambiente en sí para el periodismo de paz es adverso; por tanto , la primera respuesta que viene en mente para favorecer este servicio es la resistencia. Resistencia frente a las dominaciones económicas, políticas, ideológicas, fanáticas.
La resistencia es hoy uno de los rostros más necesarios del periodismo de paz. Resistir no como simple oposición sino para proponer caminos que nadie parece desear emprender; resistir no sólo para combatir al poder sino para rearmar el sentido de poder y dignidad desde los últimos y vulnerables; resistir no es mero sinónimo de lucha sino de tomar una posición y ser consecuentes con ella.
Volvamos con María Angelita Ressa, co-ganadora del premio Nobel de la Paz 2021; ella es una periodista filipina que ha resistido durante años el asedio gubernamental en contra de ella y de su medio. La comunicadora es evidentemente incómoda para el poder en turno y el acoso que los poderosos realizan contra ella, su medio y sus colaboradores puede ser insistente e inmisericorde pero no obtuso.
Ressa y su medio han sido acusados de recibir fondos extranjeros (penado en Filipinas), de evasión de impuestos, de difamación cibernética y otros; en total, once investigaciones judiciales contra el medio. Por si fuera poco, operadores, partidarios o ‘fanáticos’ del presidente en turno no cesan de agredirla a través de las redes sociales, desde insultos hasta amenazas de muerte.
Ressa y el periodista ruso Dmitri Murátov -también ganador del Nobel de Paz 2021- confirman la íntima relación que puede existir entre la paz y el periodismo. No por la tradicional confrontación o disputa por el poder en nuestra época, sino por la resistencia a que, desde el poder, se limiten las dinámicas sociales que garantizan la dignidad de todo ser humano.
En el fondo, no es importante en qué posición se ubique la prensa como ‘poder’; su verdadero poder está en el servicio al bien común y en el cuidado de la dignidad humana. Hoy, este servicio y cuidado están muy lejos de la realidad política, ideológica y económica que impera en casi todos los rincones del planeta; por ello, resistir a los embates que desean convencer al periodismo a ceder a este poder es apenas un camino hacia la construcción de la paz.
Felipe de J. Monroy es Director VCNoticias.com
@monroyfelipe