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Juego de ojos
Morelia, Mich., 14 de abril, 2017.-La Semana Santa tiene significados particulares según las creencias y los deseos. Apenas comienzan los calores y uno ya no aguanta el encierro, el trabajo, el entorno de concreto y pavimento.
Para la mayoría de los citadinos es la única semana del año para llegar a donde hay agua, ya sea el río, la alberca o la playa. Primero, nuestras condolencias para los familiares de las 24 personas que fallecieron en el trágico accidente antes de llegar al Puerto Lázaro Cárdenas.
Por ejemplo, en esa autopista llamada de manera equivocada Siglo 21, el primer riesgo, y grave, es que sólo es de un carril, con acotamientos que nadie respeta, porque ahora los tráileres puede alcanzar velocidades de más de 100 kilómetros por hora.
Otro de los lastres son precisamente los camiones cargueros que rebasan sin ninguna precaución, donde hay quienes manejan dopados, o que conducen camiones cargueros en malas condiciones, a los que no se les hacen el mantenimiento y las composturas indispensables. También la corrupción está en los caminos. Más que brindar apoyo representan una preocupación.
Son días de emoción y deseos frustrados, sobre todo por parte de los niños que desean urgentemente llegar a las albercas o a la playa. En la carretera vemos decenas de carcachitas llevando en el toldo el anafre y los petates. Muchas se quedan a medio camino, la mayoría las echan a funcionar. La gente aprovecha el rato de la compostura del vehículo para prender el carbón y calentarlos alimentos y tortillas. Es toda una aventura.
Pero la emoción crece si se viaja en caravana, si llevan las lonas y casas de campaña para acampar en la playa. Solo son dos tres días que saben a gloria. No hay hotel de cinco estrellas, ni los lujos en las habitaciones y albercas, pero es algo que se disfruta, sobre todo para la mayoría de las familias que no cuenta con los recursos suficientes.
Es difícil controlar todo, pero los peligros de la carretera en buena parte se deben a la ingobernabilidad, en el sentido de que las leyes no se atienden. Se debe también a la voracidad de empresarios que quisieran que los conductores manejaran día y noche; a la incapacidad e irresponsabilidad de los trabajadores del volante, que apenas saben manejar y ya quieren correr como en Indianápolis. Pero lo realmente triste y penoso es que muchos ya no regresan a sus hogares, eso es lo más doloroso.
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