Escenario político
Quienes saben de eso aseguran que la inmensa mayoría de los mexicanos conocen y tienen una opinión sobre la rifa del avión presidencial o lo que vaya a ser. La estrategia comunicativa de la presidencia de la república ha logrado que este tema acapare la atención pública en demerito de otros como la seguridad, la salud, la economía. El debate en redes sociales y seguramente en los espacios físicos como los círculos familiares, el trabajo y la escuela ha prendido tanto que los argumentos en favor y en contra desbordan cualquier expectativa. Con seguridad, con tanto «rating», el propósito de vender los millones de cachitos programados alcanzará el éxito anhelado.
La eficacia es contundente. La presidencia sí sabe hacerlo; ha logrado colocar en la agenda nacional una rifa como el asunto de Estado más trascendental del país en los últimos meses del presente gobierno. Y va por más, comienza a subir al estrado de los temas capitales la supresión de los fines de semana largos (los puentes). Se puede anticipar que también alcanzará un éxito rutilante. Tendremos días de intenso debate en donde «conservadores» y «buenos» volverán a chocar brutalmente, con odio verbal y aspiraciones de exterminio. Al final el país resolverá, a través de la omnisapiencia presidencial, lo que mejor convenga y todos disfrutarán con alivio el haber contribuido a resolver una cuestión histórica que obstaculizaba la marcha de la nación.
Los geniales consejeros que han alumbrado el camino gubernamental para que estos asuntos cruciales sean abordados con entusiasmo delirante ojalá pudieran encontrar la humilde importancia que tiene el medio ambiente. Una semana bastaría para que con su eficiente metodología comunicativa hicieran del tema un asunto de pasiones encendidas y de compromisos esperanzadores. Maravilloso que en las redes y en los espacios físicos de convivencia social se debatieran con enojo las causas y los responsables de la pérdida de bosques y selvas; qué extraordinario fuera que se organizara una rifa de bosques, aguas y especies en peligro de extinción, con cachitos también de 500 pesos, para recaudar los recursos que hacen falta a las instituciones con programas cancelados y apoyar a los dueños de bosques y selvas para que no dejen de cuidarlos. La propuesta no es inoportuna es asertiva porque ahora es la manera de gestionar la política pública.
Enorme sería el avance al mirar la euforia con que «malos» y «buenos» defendieran sus creencias. Los «malos» reivindicado su derecho al «progreso» a cualquier costo, al consumo compulsivo, al uso irracional e ilegal de la naturaleza para convertirla en mercancía, y los «buenos» haciendo exégesis de los servicios ambientales, los efectos letales del cambio climático y la precarización económica y cultural de las poblaciones dañadas.
Tal vez el medio ambiente no merezca la atención de los laureados estrategas gubernamentales por no ser un tema de Estado como lo es la rifa del avión (sin avión) o como en breve lo será la demolición de los puentes de asueto. Ojalá que entre sus prioridades comunicativas en uno de estos días ─sólo para probar─ lo llevaran a la tribuna más elevada de la nación: las mañaneras. Si así fuera, está asegurado que el tema da para el debate intenso, cumpliendo con las costumbres en boga. Se puede abordar desde el maniqueísmo más creativo, como tanto gusta al habitante de palacio nacional; se puede demonizar como se ha logrado con tantos temas, logrando excelsos villanos para odiar; tiene vetas extraordinarias que se pueden aprovechar para el linchamiento público, incluso con mejores argumentos jurídicos y políticos que otros abordados.
El tema es muy atractivo y da para muchas semanas de pasión comunicativa. Bastaría una semana de polémica nacional para posicionar los grandes problemas ambientales en la conciencia de todos los mexicanos, creo que para bien. Si a eso se agregara la voluntad inclaudicable del presidente para enviar al Congreso las leyes y decretos necesarios para blindar el medio ambiente y abrir brecha solida para el desarrollo sustentable y sostenible, el círculo virtuoso quedaría cerrado.
Lamentablemente el medio ambiente no es un asunto estratégico y en nada se le acerca a la estatura de la rifa del avión. Ojalá que los estadistas mexicanos cometieran el error, aunque la sensata sociedad los critique, de impulsar un tema tan frívolo como la pérdida de bosques, selvas, aguas, ecosistemas y muchas muertes de «extraños» activistas ambientales. En una de esas el error puede convertirse en un acierto.