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CIUDAD DE MÉXICO, 3 de febrero (Quadratín México).- El arzobispo primado de México, Norberto Rivera, llamó a desenmascarar la lógica criminal del aborto y de la eutanasia que sacrifica a los más pobres y débiles.
Sin embargo, aclaró, no se trata de usar “el tono de condena, sino el tono de amor y de ayuda para que los hombres descubran el don precioso de la vida. Se condena el pecado, no al pecador”, expuso.
Durante la tradicional misa dominical en la Catedral Metropolitana, Rivera Carrera aclaró que “el cristiano no es profeta simplemente porque reprocha o condena el mal del mundo, es profeta sólo cuando lo hace con un profundo amor al mundo”.
Recordó a los grandes profetas de nuestro tiempo, a Juan Pablo II, a Teresa de Calcuta que le dijeran a nuestro mundo: “no te es lícito matar”, se trata, dijo, de un diálogo lleno de ternura y de sinceridad, del cual surgen la fragilidad del hombre y el poder del Espíritu.
La caridad, aseveró, es más grande que la profecía, y es que “el amor es más eficaz que la protesta y la contestación”.
La profecía, agregó, llevó a Jesús a la muerte, pero la grandeza de la muerte de Cristo no consiste en que haya sido una muerte profética, sino en que fue una muerte por amor”, destacó.
De acuerdo con el prelado, la profecía siempre debe estar subordinada al amor, o mejor dicho, profecía y amor deben armonizarse, añadió.
Ahí está, refirió, el “no” más rotundo que se haya dado al pecado y el “sí” más grande que se haya pronunciado a favor del pecador. No hay profecía verdadera si no está animada e impregnada de amor, de comunión y de obediencia.
Durante la misa, el jerarca católico estuvo acompañado por integrantes de la agrupación denominada Vida Consagrada, quienes asistieron para renovar sus votos y los invitó a ser profetas que denuncien, pero sobre todo, profetas que anuncien, que proclamen, con dichos y hechos, el amor y la vida.
Es decir, “para anunciar a todos los hombres, sobre todo a los pecadores, que Dios los ama y que sobre este altar se realiza la entrega más sublime de Dios a los hombres: cuerpo que se entrega, sangre que se derrama, para darnos salvación”, expresó.
“Para su servidor, es un motivo de gozo verificar la presencia y el dinamismo de tantas personas consagradas que en esta Arquidiócesis de México dedican su vida a la misión evangelizadora como lo hicieron ya en el pasado”.
A lo largo de la historia de esta Iglesia, la Vida Consagrada ha tenido siempre y ahora con mayor razón, una misión profética: la de ser testimonio de los bienes definitivos.
Su vocación es un llamado especial a vivir en comunión intensa con el Padre, quien los llena de su espíritu, urgiéndolos a construir la comunión siempre renovada entre los hombres, resaltó el arzobispo primado de México.
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