El presupuesto es un laberinto
Concluyó la semana para renovar las tarjetas de débito de los adultos mayores entregadas por el BanBienestar. Y Lejos de ser motivo de regocijo y reencuentro con las personas que han cumplido más de 65 años, los días se tradujeron en inconvenientes, largos desplazamientos y enormes filas en las sucursales para enterarse que ni saldo ni tarjetas tenían a su disposición.
Un viacrucis para quienes ya caminan con la espalda doblada.
En pocas horas, los adultos mayores transitaron de la ilusión de tener un dinerito más, al desencanto porque no les han depositado. Del bienestar al malestar total, en unas cuantas horas.
Lo que empezó bien –al menos en la capital de la república—no ha tenido buen fin. Inicialmente en diversos puntos de la ciudad se citó a los adultos mayores para renovar o solicitar su tarjeta del Banco Bienestar. Me tocó ir y atestiguar, que en el llamado centro Scop, antes las Secretaría de Comunicaciones y Transportes, donde el trato fue bueno y amable. Jóvenes que solícitos pedían los datos, explicaban y hasta animaban el lugar con bailes y bromas.
Luego de esperar un par de horas, fui llamado para verificar mis datos y recoger mi tarjeta, así como mi Nip. La mayoría de la gente salía satisfecha por el tiempo de espera y el cordial trato. Ello aconteció a finales del 2023. Nos informaron también donde se encontraban las sucursales y a partir de que fecha se podía dar de alta la tarjeta, recogerla o bien renovarla, para quienes no pudieron hacer antes el trámite.
Pero que llega marzo – el llamado de los idus de marzo, cuando fue asesinado Julio César, emperador romano–, un mes de sol, lluvia, vientos fuertes y hasta frío. Un mes en cuya segunda semana, los adultos mayores deberían acudir por su tarjeta o darla de alta. Y cual su sorpresa al encontrarse enormes filas, de hasta dos horas y media, para llegar a la ventanilla.
Acudí a la sucursal de Pilares y Universidad. Once horas, el sol a plomo y la larga fila ya imperante.
Delante de mí una encantadora viejecita de 85 años, que sola y apoyada sólo por su bastón, de desplazó desde el Centro Histórico a la fifí Del Valle – la sucursal de Bienestar más próxima a su casa–. Ataviada con unos leotardos para hacer ejercicio, unos fantásticos lentes estilo Elton John y tenis deportivos, llegó, con el apoyo de los que hacían cola, hasta el cajero, que con pesadumbre le informó que no le habían depositado, pues su trámite era reciente. Triste y desanimada la vimos partir.
Tocó mi turno y le pregunte a una chica, que portaba un chaleco guinda y con letras grandes en blanco:
–¿Qué no era más fácil continuar depositando en las tarjetas de débito que tienen muchos en diversas instituciones bancarias y evitar tantas vueltas e inconvenientes? —
La respuesta casi me manda de espaldas:
“No señor. Sabe, los banqueros se estaban robando en dinero”.
Pasos adelante el joven cajero me dijo: “en respuesta a su pregunta, todo es por política”. Vió mi tarjeta y me explicó que ya con mi Nip podría usarla en cualquier cajero y hacer mi despensa o hasta comprar un vinito y chelas. Para entonces los que iban atrás de mí se mostraban cada vez más molestos e inconformes por el tiempo de espera y la ausencia de explicaciones.
¿Cuál fue el problema que detecté? Incapacidad para comunicar e ineficiencia para informar por parte del BanBienestar. Tan fácil que era difundir que quienes tuviesen ya su tarjeta, la podían activar en cualquier banco con su clave secreta, y revisar sus estados de cuenta y disponer de lo depositado. Y quienes no, sí acudir a las sucursales Bienestar y obtener su plástico.
Otro dato relevante, es que la estructura del BanBienestar, es muy limitada para atender a los aproximadamente 15 millones de adultos mayores, beneficiados con este programa, en tanto que la banca privada cuenta con un enorme número de sucursales y cajeros automáticos.
Pero no, ni eso pudieron hacer bien, y las largas filas e inconformidades se acumularon a lo largo del país, como lo han ilustrado las notas periodísticas:
El 14 de marzo, un diario de circulación nacional publicó en su primera plana que: “Adultos mayores hicieron colas de hasta nueve horas en las sucursales de BanBienestar debido a que los cajeros automáticos o bien no servían o no tenían dinero, o de plano no funcionaba el sistema, según reportes de beneficiarios que se formaron desde la 5 de la madrugada”.
Para el día siguiente, no corrigieron y la bomba les estalló y los gandallas aparecieron haciendo colas en la sucursal de Iztapalapa para venderles los lugares a los ancianos:
“En San Andrés Tetepilco sólo operaba un cajero automático y los vecinos aprovecharon para formarse y vender sus lugares a los ancianos”, y pese a los esfuerzos del gerente, los lugares siguieron en subasta.
Estos datos revelan en tamaño del malestar ante la ineficiencia e incapacidad mostrada por el Banbienestar, que cuentan con tan sólo mil 414 sucursales de las dos mil 744 prometidas para atender un universo de 30 millones de beneficiados con las tarjetas, ya sean de adultos mayores, jóvenes hacia el futuro y demás programas sociales del actual gobierno.
La banca privada cuenta con once mil 914 sucursales en todo el país, donde la mayoría de los cajeros operan todos los días y hay dinero suficiente para los que ahorran o piden prestado.