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CIUDAD DE MÉXICO, 24 de septiembre de 2017.- Las calles de San Gregorio Atlapulco están llenas de ayuda, no importa si sufrieron afectaciones o no, todos los vecinos se volcaron a las calles a ayudar a con quienes comparten todos los días las plazas públicas.
El temor no ha pasado, el solo pensar que puede volver a temblar mantiene a los vecinos en alerta, hay quienes tenían apenas un cuarto construido con tabique y lámina y lo perdieron; lo que no perdieron fueron las ganas de salir adelante, comentan los afectados.
En este punto de la zona sur de la ciudad, la tasa de mortalidad fue relativamente baja, comparado con otros puntos de la ciudad, sin embargo, las calles lucen derruidas, decenas de casas se encuentran ya deshabitadas, el peligro de colapso es grande.
Las calles se convirtieron en un gran centro de acopio, en todos lados puedes encontrar ropa que los mismos vecinos y la sociedad civil entrego para los más necesitados, la comida no falta y la atención médica tampoco.
Los voluntarios y brigadistas se cuentan por centenas, pese a la dificultad que representa la ubicación de este lugar, los víveres, agua y medicinas no han faltado, incluso en la zona de chinampas, que es de difícil acceso.
No fueron pocas las chinampas que resultaron afectadas, pues el hundimiento de la tierra donde siembran todo tipo de cosas, en algunas partes causó inundación y en otras separaciones de hasta 40 centímetros, lo que les hizo perder sus cultivos.
En San Gregorio, hay muchos niños, pero apenas unos cuantos juegan, la gran mayoría, ayuda a los adultos a reconstruir sus hogares o a repartir ayuda, el pueblo no descansará hasta volverlo a ver en pie, dicen los que lo habitan.
Al menos una veintena de casas pronto comenzarán a ser derrumbadas, la maquinaria ya remueve y junta escombros para retirarlos a la brevedad posible; en tanto, en la iglesia del pueblo, no se oficiará misa hasta dentro de unos meses más.
En la mayoría de los portones no faltan los mensajes de agradecimiento y ánimo para la gente que dejó sus ocupaciones por venir a ayudar, «estaremos profundamente agradecidos por toda la vida» decía uno de los tantos carteles pegados en la zona devastada.