Consolida Quadratín presencia en 19 estados durante Cumbre en Acapulco
CIUDAD DE MÉXICO, 6 de diciembre de 2017.- Al recibir la Medalla de Honor Belisario Domínguez, Julia Carabias Lillo, urgió a un cabal Estado de derecho en el tema ambiental, pues pese a los avances el país está perdiendo la batalla ante el deterioro de ecosistemas avanza más rápido que su freno y reversión.
En uso de la tribuna en el Salón de Pleno de la antigua sede del Senado de la República, la doctora en biología de la UNAM alertó que la producción de alimentos en la agricultura, ganadería y pesca es lo que ha provocado mayores transformaciones en los ecosistemas naturales.
“Hemos perdido más del 90 por ciento de las selvas tropicales húmedas, 16 por ciento de los acuíferos de los que depende la agricultura de riego y el funcionamiento de las grandes ciudades están sobre explotados”, expresó en su discurso ante el Presidente de la República.
La ambientalista aseguró que el 83 por ciento de las pesquerías han llegado a su límite o están rebasadas y el 50 por ciento de los suelos mexicanos tienen algún riesgo de erosión y la pérdida de la biodiversidad acompaña a esta degradación.
Esta perspectiva, indicó que se agrava si se considera que en las siguientes dos décadas serán necesario incrementar la producción de alimentos para satisfacer una demanda de más de 140 millones de personas.
Por ello, afirmó que es imperativo que la producción de alimentos incorpore criterios ambientales y una política de seguridad alimentaria sustentable, que disminuya los impactos y respete los ecosistemas naturales.
“No estamos entendiendo el campo mexicano con todas sus dimensiones, el campesino no es solo un agricultor, es el dueño de los ecosistemas naturales más valiosos que tiene nuestro país”, enfatizó la doctora Julia Carabias.
Al recibir la altísima distinción con orgullo y enorme gratitud, la consideró un reconocimiento a la vital importancia de la naturaleza y un ambiente sano que tiene en la construcción del país justo, con bienestar social, principios por los que Belisario Domínguez entregó su vida en 1913.
De su trabajo de 40 años como académica de la UNAM, recordó que la conservación de la naturaleza y del medio ambiente en general no sólo eran temas aparentes y ausentes, sino incluso eran vistos con menosprecio por no formar parte de las ciencias duras y exactas.
No se había acuñado el concepto de desarrollo sustentable ni surgido organizaciones ambientales mexicanas y la incipiente política ambiental se limitaba al ámbito de la salud humana, señaló. Sin embargo, “ya había evidencia científica sobre el deterioro que estaba provocando el crecimiento económico sin criterios ambientales.”
Bajo la errónea visión de que el progreso justifica cualquier impacto ambiental, Carabias Lillo reprobó la deforestación masiva de las selvas tropicales, la degradación de los bosques, la erosión de los suelos, la contaminación de los cuerpos de agua y aire, el abatimiento de acuíferos y derrame de residuos sólidos y peligrosos por los campos, barrancas, ríos y mares.
De la Cumbre de la Tierra, celebrada en Río de Janeiro en 1992, aseguró que fue un parteaguas mundial y los temas ambientales alcanzaron el mayor momento de la atención de las agendas globales. “México no se quedó atrás”, refirió sobre la creación de la Comisión Nacional para el Conocimiento y Uso de la Biodiversidad (Conabio).
Julia Carabias criticó que a pesar de los esfuerzos de las Naciones Unidas, el tema ambiental no fue objeto del interés y la atención necesaria. Esto también se reflejó en México al debilitarse las instituciones y disminuir los presupuestos.