Abanico
Cuando por una fanfarronada del director de Conagua en el sexenio de Enrique Peña Nieto, el recordado David Korenfeld, que utilizaba para sus viajes de fin de semana los helicópteros de la Comisión, los medios de comunicación no perdonaron nunca tales excesos, parecía que el gobierno tomaba en serio el poder de la crítica.
Cayó Korenfeld, y aunque siguió siendo un personaje influyente dentro del peñismo, y se acabaron los viajes en helicópteros y aviones oficiales, pero nunca se llegó al verdadero fondo de la corrupción que carcomía el funcionamiento de una dependencia que, hasta para el más inconciente de los presupuestívoros que medran dentro del aparato gubernamental, era un elemento de subsistencia tanto para el uso vital de los seres humanos, como para importantes sectores primarios y secundarios del esquema productivo del país.
En Conagua durante el peñismo se mantuvieron en los estamentos gerenciales y supervisores muchos de los calderonistas que resultaron los clásicos alumnos que superaron al maestro en el apetitoso arte de la corrupción.
Y con esa inercia delictiva e inconsciente, Conagua no ha podido superar las enormes deficiencias operacionales y de control que demanda su vital desempeño.
Ahora que el estiaje amenaza con el suministro de agua potable a las grandes metrópolis como el Valle de México, que tiene su gran reto en las zonas conurbadas de la CDMX, o las zonas metropolitanas de Monterrey, Guadalajara, San Luis Potosí, Aguascalientes, Zacatecas, entre otras 20 más, la irritación social por la falta del líquido para consumo humano será tan generalizada cómo lo es ya el reclamo popular de que se ponga un alto a la violencia.
Pero el demiurgo de la corrupción exige un freno de características ejemplares.
Hay tanta o más corrupción en todos los estamentos de Conagua y sus dependencias corresponsales, que la corrupción que se ha dado en la increíble Estafa Maestra perpetrada en Segalmex.
Si los bancos del Bienestar están acaparando la atención de los medios por la «presunción» de que se han utilizado como lavaderos de dinero sucio, el estiaje que viene, si no se aplican las medidas necesarias para que no se convierta en un explosivo social, estaremos viviendo un episodio de verdadero pánico en México.
Y al parecer, por desgracia, no se ven acciones de gran calado para superar la emergencia.