Escenario político
Hace unos días conmemoramos el segundo aniversario de la masacre de nuestra familia. Este evento despertó el interés de la opinión pública, pero también de muchas personas que nos han demostrado su apoyo, toda su solidaridad y simpatía.
Quiero entrar en este tema porque me sorprende a dos años de ese trágico evento, en lo que está concentrado el presidente, está distante a lo que pensamos y nos preocupa a los mexicanos.
El Presidente finalmente salió del país y participó en el Consejo de Seguridad de la Organización de las Naciones Unidas. Sembró muchas expectativas de lo que esperábamos como mandatario de un país con un problema crónico de violencia y homicidios, imparables.
Pensé por un momento que se pararía frente a la orquesta de las naciones para admitir que México está en severos problemas, que los criminales están fuera de control y que necesitan ayuda de todos los países que con buena voluntad quisieran aportar.
El discurso del presidente me preocupó, porque da muchas cosas por hecho, como si México ya pudiera verse como un ejemplo de éxito, y cuando ya “anuncias logros” dejas de pensar en el proceso.
Señala López Obrador “Hemos aplicado la fórmula de desterrar la corrupción y destinar al bienestar del pueblo todo el dinero liberado, con el criterio de que por el bien de todos, primero los pobres”.
Ojalá el combate a la corrupción haya servido para procurar y garantizar la vida de los mexicanos, pero hasta el día de hoy, no ha disminuido el índice de violencia, de terror en las comunidades, de desplazamiento forzado.
Realmente no tenemos la certeza de cuáles son los logros del presidente cuando habla del combate a la corrupción, no se ha traducido en algo que los mexicanos le reconozcan. Es que el presidente no ha entendido cuál es su papel como mandatario, si quería concentrarse en combatir la corrupción, ser titular de la Función Pública o de alguna dependencia que enfrentara este problema, bastaría.
No sabemos porque la mención de la violencia sólo le merecieron alguna líneas, y porqué lo puso bajo la alfombra, un día la historia la levantará y la polvadera, será incontrolable.
La situación debe detenerse, el clima de violencia debe cambiar, pero para ser honestos, pasa por la desigualdad que existe en todos los sentidos, económica, social, de oportunidades, de iniciativas, de visiones entre pueblo y gobierno, de que en el país no existe un piso parejo y pareciera que a muchos conviene que así sea.
La próxima visita que haga a la ONU o a cualquier organismo internacional, lleve la voz de los mexicanos, vaya a nombre del pueblo que le dio la confianza de gobernar, y quítese ese antifaz que sólo le permite ver en una dirección.