Teléfono rojo
La tragedia se certifica con una frase: No era necesario.
Martha Caballero era una mujer relativamente joven, reportera provinciana convertida, ascenso si los hay, en funcionaria de comunicación social del ayuntamiento de Solidaridad, Quintana Roo. Es decir, de Playa del Carmen.
Gordita, seguramente con algún problema de salud que desconocía, fue obligada a seguir asistiendo a su oficina. ¿Para qué? ¿Por qué? No hay otra respuesta que la inmensa vanidad de su jefa, de Laura Beristaín, a quien gobernar la alcaldía le llegó como un regalo, sin mérito alguno, por petición de su hermana a la señorita Yeickol. Una de esas candidaturas regaladas de Morena.
Esa vanidad inmensa, soberbia sin calificativos, está detrás de la orden para que asistiera cada día a su oficina. El jefe de prensa, su jefe directo, Román Contreras Nahón no le permitió guardar cuarentena.
¿Por qué? ¿Para qué? Ni boletines se hicieron. Simple control, mensaje de poder.
Contreras Nahón se convirtió en jefe de prensa por su relación personal con una “amiga” de Laura Beristaín, después de haber sido responsable de comunicación en la derrota de su hermano. Esa familia Beristaín que ha instalado un cacicazgo en Playa del Carmen, negocios y negocios bajo el amparo de las siglas Morena.
El señor que le negó guardar la cuarentena a la funcionaria muerta por Coronavirus, ni siquiera es de Quintana Roo. Llegó de Morelos, como tantos otros, recomendado por Graco Ramírez.
En el hospital del IMSS donde estuvo internada, Martha Caballero alcanzó a escribir un recado, en papel de ese hospital, responsabilizando al joven deportista de su muerte.
¿Qué necesidad?
Se presume, además, que otros cuatro trabajadores de esa oficina de Comunicación Social, que tampoco pudieron irse a casa, están contagiados de Coronavirus, uno de ellos graves.
Martha Caballero es uno de los 115 contagiados, al día 27 de abril en ese Municipio. Forma parte de las estadísticas del Estado, de los 650 casos positivos en esa misma fecha. La diferencia es que pudo salvarse. Y que la soberbia de la Beristaín, y del todavía más soberbio joven con título de Mercadotecnia, Román Contreras Nahón, están detrás de su muerte.
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