Eliminar autónomos, un autoengaño/Bryan LeBarón
El movimiento estudiantil fue en 1968
Por: Isabel Arvide
Es decir, hace más de cincuenta años. Sin embargo, para muchos de quienes impulsaron o llegaron al poder con Andrés Manuel, sigue siento un tema vigente. Algo que no debe olvidarse por lo que significó de confrontación con un gobierno empoderado y sin límites.
Uno de sus protagonistas, al final de éste movimiento, cuando fue nombrado interlocutor del gobierno con los estudiantes, fue Jorge de la Vega Domínguez. Un político priista, fue líder del partido, profesional, que a lo largo de esos mismos cincuenta años se ha desempeñado en diversos cargos, de elección y por designación, con honestidad. Lo que es mucho decir. Honestidad extrema hay que puntualizar.
Quienes lo conocemos hemos compartido, a lo largo de muchos años, su infinita discreción. Un estilo personal que muy difícilmente vamos a ver en estos tiempos o en los años por venir. Disciplina institucional aparejada, además.
Por eso sorprende que hable. O que, si se prefiere, escriba. Que dé a conocer su testimonio de esos años, su visión desde dentro, en un capitulo para un libro de la UNAM.
Con su estilo, insisto en la corrección, en la discreción a perpetuidad, don Jorge permite una lectura terrible del poder político. Y de cómo, vaya que me sacudió la revelación, otra parte de la sucesión presidencial estuvo en juego. Porque ya sabemos, lo he venido diciendo en todos los foros, que Luis Echeverría Álvarez, desde Gobernación, utilizó al Estado Mayor Presidencial como “francotiradores” en Tlatelolco.
Lo que yo no sabía es que Javier Barros Sierra era, también, precandidato presidencial. Cuando la sucesión se decidía en la elección del candidato priista.
Esta visión que nos hace llegar Jorge de la Vega, un hombre de confiabilidad a toda prueba, que se conserva maravillosamente joven, viene a completar el cuadro de brutal corrupción del poder en esos días. Cuando las ambiciones de unos aplastaban al país, a los estudiantes, a las libertades, a la historia misma.
Ambiciones de poder presidencial.
Vale la pena leer lo que escribió el ex gobernador de Chiapas porque nos regala una versión fidedigna de lo sucedido, de temas como el regreso de Barros Sierra a la UNAM cuando ya había renunciado que se arregló en su casa, con “chocolate chiapaneco” en la mesa. Y también, en esto consiste el gran regalo, en un subtexto, en una lectura política, nos presenta al rector, el que encabezó la gran marcha del silencio, al protagonista intocado del 68, como un precandidato presidencial al que querían, supongo que consiguieron, destruir en sus posibilidades políticas-electorales. Los Pinos en juego.
Lo que sucedió en el país, en el sistema político mexicano, hace cincuenta años tiene relevancia para entender el profundo cambio que encabeza López Obrador, para muchos a trompicones, para otros de manera errónea, para unos más con innecesarios atajos, pero para millones de mexicanos el primer verdadero cambio político.
Un cambio que se gesta, que comienza en la mente de un grupo de jóvenes a quienes afectaron profundamente los hechos del 68. En tuiter: @isabelarvide Blog: EstadoMayor.mx Página: isabelarvide.com