El presupuesto es un laberinto
Pacheco Pulido
Extraño fenómeno el de la decencia en política.
Más excepcional todavía cuando la encontramos en el poder público.
Y, todavía, más singular si esto, la decencia, está asociada a un priista.
Es el caso de Guillermo Pacheco Pulido, que se convirtió en gobernador interino de Puebla con el voto de la mayoría de Morena en el Congreso local. Es decir, con la anuencia de los diputados ante quienes, por su oposición, no pudo rendir protesta como gobernador Martha Erika Alonso.
Un hombre que habló por primera vez, que lo conoció, con Andrés Manuel López Obrador en su primera gira a Puebla, donde lo recibió ya como gobernador.
¿Por qué todos estuvieron a favor cuando hay un desprestigio infinito para el PRI en todo el país? Por la decencia. Porque existen políticos, funcionarios públicos que pueden terminar sus cargos y seguir viviendo en su casa, caminando por las mismas calles.
Lo que el presidente López Obrador llama “el pueblo sabio” reconoce a estos hombres. Pocos, pero existen.
Pacheco Pulido podría estar en la sala de su casa “cuidando” a sus nietos, tiene 87 años. Sin embargo, se toma en serio ser gobernador y está en su oficina las horas necesarias, a veces diez, a veces más. En una oficina que no tiene un papel fuera de lugar, que tampoco está rodeada de antesalas y menos de seguridad. A su edad sorprende su fortaleza y su infinita lucidez, su comprensión de los fenómenos políticos que han transformado nuestra realidad.
Hay una tradición de respeto para los abogados poblanos, “gente bien”, que por lo general son más bien conservadores. Guillermo Pacheco no lo es. Ni siquiera usa corbata, aunque sus trajes, siempre, están impecablemente planchados. Fue presidente del Tribunal Superior de Justicia del Estado, antes alcalde de Puebla y antes líder del PRI local. Y en el tiempo entre ambos cargos diputado federal. Conoce, obviamente, las cañerías del sistema político mexicano.
¿Por qué lo eligieron para responder por la equidad de la próxima elección para gobernador? Por un valor que creíamos perdido, que muchos millones de mexicanos están buscando en sus gobernantes: “confiabilidad”. O sea, en pocas palabras, que lo diga sea verdad, que se puede creer en lo que promete.
Y Pacheco Pulido es, justamente, un hombre de palabra. Como eran aquellos políticos mexicanos del siglo pasado que hacían hasta lo imposible por cumplir con sus palabras, por honrar sus compromisos.
Esto, obviamente, también se traduce como lealtad. Ese valor que el actual mandatario pondera cotidianamente.
Guillermo Pacheco en sus años en puestos públicos, en su paso por el partido político que fue mayoritario, no traicionó, no robó, no mintió.
¿Qué puede hacer en estos meses como gobernador interino? Únicamente honrarse a sí mismo, a su propia historia. Ser el hombre en que actores políticos confrontados, muy enojados, envalentonados con su propio proyecto, temerosos incluso, puedan confiar.
¿Es mucho? ¿Es poco? Es suficiente…
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