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CIUDAD DE MÉXICO, 19 de agosto de 2021.- Saturados de contenido simbólico y de mensajes que expresan la apropiación del cuerpo, los tatuajes han transitado de ser usados para identificar y estigmatizar a sus portadores, a ser una forma de popularizar y democratizar lo que una persona quiere decir de sí misma.
Mecanismo de disposición personal, construcción de la subjetividad, de darle forma al propio cuerpo en la búsqueda de identidad personal, opinó David Gutiérrez Castañeda, profesor de Historia del Arte en la Escuela Nacional de Estudios Superiores (ENES) Morelia de la UNAM.
Pasamos del viejo estigma hacia la formalidad, lo cual no quiere decir que sea bien o mal visto, simplemente es una forma de acercamiento hacia la comunidad, señaló el sociólogo Héctor Castillo Berthier, del Instituto de Investigaciones Sociales de esta casa de estudios.
Históricamente, junto con otros signos como las estratificaciones, las prótesis y la manipulación de labios y orejas, han sido procesos rituales, formas de disciplina y control, de diferenciación de clases sociales y de organización sexo-genérica de los cuerpos.
Los tatuajes han tenido uso simbólico desde culturas antiguas en diferentes sociedades. Los usaban los grupos prehispánicos aztecas, mayas y amazónicos, los cuales acostumbraban también perforarse y hacerse incrustaciones; además, en oriente los maorís y otros grupos de las islas del Pacífico.
En la época moderna, ese paso entre oriente y occidente se da con los navegantes y los marineros, que empiezan a tatuarse y llevar esta moda hacia Estados Unidos.
Durante mucho tiempo se le marcó y dio un carácter negativo. Los tenían marineros o la gente que estaba en las cárceles. En la cultura occidental, durante algunas épocas, al solicitar un empleo o entrar a ciertas escuelas te pedían que no tuvieras tatuajes. Era motivo de rechazo aceptado por la mayor parte de la población, explicó Castillo Berthier.
A partir de 1950 esto ha cambiado y se ha venido resocializando, así que hoy tenemos un paso del estigma hacia la formalidad, consideró el especialista.
Nuevas formas de identidad
Hacia finales de la década de 1970 e inicios de los 80 hubo una movilización mundial fuerte de la Mara Salvatrucha, un grupo de jóvenes salvadoreños rapados, con tatuajes vistosos en cara y cuerpo. Se pintaban una leyenda que decía: “Dios mío, perdóname por mi vida loca”, y en los ojos pequeñas lágrimas que significaban el número de asesinatos que habían cometido. Tenían una construcción física de violencia, informalidad y delincuencia.
“A partir de que los mareros comenzaron a marcar su cuerpo, a exhibirse y mostrarse, vino una aceptación enorme entre las comunidades juveniles. Desde finales de los años 80 y principios de los 90 se volvieron muy populares. Hoy lo que tenemos es una profusión enorme de tatuadores; es una moda que aparece en las televisiones, en las revistas, con los artistas y los jugadores de futbol, señaló Castillo Berthier.
Para el sociólogo, “tenemos ese paso de la historia, de la parte ritual, a la parte popular en donde todo mundo lo puede hacer. Hoy los tatuajes ya no tienen tanta carga simbólica, son una moda. Se perdió el sentido simbólico y adquirió uno más directo de la personalidad y el gusto; generan nuevas formas de identidad, ya no está mal visto alguien con tatuajes”.
El historiador del arte Gutiérrez Castañeda sostuvo que el tatuaje tuvo un resurgimiento a partir de la década de 1950, cuando en el sistema capitalista hubo una “liberalización de los cuerpos”, donde cada uno puede preguntarse por su ser y sus propias significaciones.
“Encontramos la posibilidad de que el cuerpo no es que deje de estar regulado biopolíticamente, sino que hay márgenes en los que uno puede manufacturarse el cuerpo que uno desea”, señaló.
El profesor de la ENES Morelia explicó que hoy el tatuaje aparece como un mecanismo personal de diferenciación y resignificación de la propia subjetividad.
Los temas son diversos y la demanda permanente es de figuras de águilas, guerreros y leones. También hay referencias a símbolos antiguos, como las grecas prehispánicas y signos orientales; además de mensajes directos o encriptados de la cultura popular, como personajes de cómic o de personas famosas.
Es una búsqueda de identidad; cualquier elemento que refuerce o impulse tu identidad será para ti bienvenido y una forma de decir aquí estoy, y así es como me quiero reflejar y como quiero que me vean, puntualizó.
De acuerdo con Gutiérrez Castañeda, no solo los tatuajes, sino toda la configuración del cuerpo, son formas en que se construye la cultura democrática del presente.