Visión financiera/Georgina Howard
Claudia Sheinbaum no tendrá un espacio de decisión.
No en materia judicial.
A la refundición del Poder Judicial de la Federación, ordenada por Andrés Manuel López Obrador, seguirá un apretado calendario de instrumentación a iniciar a fin de mes.
Sin reglamentación complementaria, sin haber difundido sus bases, sus alcances y mucho menos cómo garantizar la desaparición de la corrupción de jueces, magistrados y ministros.
Corrupción invocada de mil maneras en el discurso manipulador de la mañana y en la iniciativa presidencial pero jamás demostrada y menos perseguida, sea por la fiscalía general o por el Consejo de la Judicatura Federal.
Ni en los tiempos de Arturo Zaldívar Lelo de Larrea, cuya manipulación del Ejecutivo ha sido confesada por Andrés Manuel López Obrador y cuyo esfuerzo de prolongación al frente de la la Suprema Corte de Justicia de la Nación resultó frustrado.
Ni en los actuales de Norma Piña, razón por la cual no hay procesos pendientes para justificar despidos o para atenuar la creciente movilización del personal dedicado a la aplicación de la justicia.
CONCURSO DE LAGOTEOS
Ese escenario encontrará Claudia Sheinbaum el 1 de octubre.
Pero eso sí, un proceso de elección de juzgadores en marcha ordenado por el decreto cuya publicación es inminente porque, cual siervos de Palacio Nacional, los gobernadores y sus congresos morenistas llevan prisa en quedar bien con el amo.
Todavía ayer en la mañana se tenía como fecha tentativa de difusión en el Diario Oficial de la Federación el 26 de septiembre, pero la dinámica se apura para regalo de Andrés Manuel López Obrador por fin de sexenio.
Un adiós de lujo… si de verdad se va.
Pero no se habrá ido de Palacio Nacional cuando la maquinaria restante –anote usted al INE de Guadalupe Taddei– ya estará en marcha para someter a voto popular a los futuros funcionarios judiciales.
Todo lo demás se hará como la aprobación de la reforma, a las prisas, y así Claudia Sheinbaum no tendrá siquiera la posibilidad de ralentizar su aplicación o imprimirle su sello para no afectar mercados y confianza en el Estado de Derecho.
En esa herencia radican los temores nacionales e internacionales.
ENTRE LOCO Y CORRUPTO
Los corruptos de ayer son los honrados de hoy.
Y uno de los corruptos de 2018, Miguel Ángel Yunes Linares, puso la envoltura al regalo de Morena a Andrés Manuel López Obrador.
Su posición y el voto de su hijo, Miguel Ángel Yunes Márquez, rompieron al bloque opositor y fueron decisivos para la aprobación senatorial de la reforma judicial.
Hablamos de Yunes Linares, quien el 10 de enero de 2018 llamó loco, vividor y corrupto a López Obrador porque, acusó, recibía dinero de Javier Duarte cuando fue gobernador de Veracruz.
Varios colegas han recuperado esa perla política, así como la respuesta del tabasqueño.
Pero ayer ambos aparecieron conciliadores: Yunes justificó sus señalamientos contra López porque eran tiempos de campaña y éste reivindicó a aquél porque encontró virtudes en la reforma y por eso la apoyó en el Senado de la República.