Abanico
Movidos por el sismo
¿Tu niño o niña tiene ataques de ansiedad?, ¿miedo?, ¿taquicardia?, ¿sensación de ahogo?, ¿sudoración en su cara, en sus manos? ¿Sucede a partir del sismo del S-19? ¡Cuidado!, son indicadores de un posible estrés postraumático o depresión que, de no tratarse, se convierten en una enfermedad. Así de claro fue el mensaje de la Dra. Esti Galili-Weisstub, directora del Centro de Intervención de Crisis de Jerusalén, que debió llegar a los responsables de las políticas públicas de seguridad, salud y educación de este importante y vulnerable sector mexicano; por cierto, algunos considerados candidatos presidenciales: Aurelio Nuño, secretario de Educación Pública, y Miguel Ángel Mancera, jefe de Gobierno de la Ciudad de México.
La Dra. Galili-Weisstub, en el Seminario de Intervención de Crisis y Estrés Postraumático organizado por la SEDESA, fue precisa al destacar que la reacción inmediata a ese tipo de eventos es salvar a los menores por ser los más indefensos; garantizar la atención médica y estabilización emocional porque son los más vulnerables en presentar reacciones postraumáticas.
El punto es que como muy acertadamente dijo el subsecretario de la Secretaría de Salud de la Ciudad de México, Dr. Román Rosales Avilés, el sismo sucedió en horario escolar por lo que “los niños vivieron el evento fuera de su casa, no con sus papás”. Efectivamente, los pequeños que, conforman un padrón escolar básico de un millón 615 mil alumnos en la Ciudad de México, estaban en las aulas, de ahí el horror de los padres corriendo desesperadamente en rescate a sus hijos.
Quienes estaban en casa tuvieron por lo menos la fortuna de ser abrazados y “arropados por sus papás”, haciéndoles sentir, mínimo, esa seguridad que todo ser humano necesita. Lamentablemente, la mayoría no tuvieron esa suerte porque la planta docente, integrada por 91 mil 216 profesores tanto de escuelas públicas como privadas, tiene instrucción en protección civil pero no manejo de crisis, mucho menos el personal de apoyo.
Dulce, mamá de Jesús, quien cursa el segundo año de primaria, es parte del personal de intendencia de una de las escuelas de reciente revisión en su estructura, ya regresaron a clases. El pequeño tiene miedo, le gusta su escuela, pero tiene miedo, a veces salta porque siente que está temblando. Y Dulce no sabe cómo abordar esta situación.
Como Jesús, los niños regresan paulatinamente a clases a escuelas revisadas, aulas improvisadas o por reubicación en otros planteles en la CDMX, Hidalgo, Oaxaca, Puebla, Chiapas, Edomex, Morelos, Guerrero y Michoacán, que tuvieron el movimiento telúrico. Pero ¿bajo qué condiciones emocionales se incorporan a clases?, ¿presentan los síntomas referidos por la internacionalista en psiquiatría infantil?, ¿qué refleja su desempeño escolar?
Por eso resulta admirable la postura del Subsecretario de Salud de la CDMX, Rosales Avilés, de que los niños “también tienen que aprender cómo enfrentar situaciones derivadas de un temblor y nosotros tenemos que estar preparados para guiarlos y orientar”.
¡Claro! se aprende y desarrollan habilidades por la capacidad de resiliencia en el transcurso de la existencia, ante los sucesos vividos. Pero también, se proporcionan las herramientas para impulsar y apoyar esas capacidades con programas y políticas públicas. De esto son responsables en este caso el secretario Aurelio Nuño y Miguel Ángel Mancera, jefe de Gobierno, y gobernadores de las entidades federativas que vivieron los sismos. Ahora enfrentan este nuevo reto.
En reciente charla con el Dr. Alejandro Córdova Castañeda, titular del Programa de Salud Mental de la SEDESA, dijo que un grupo de entre 100 y 150 personas fue capacitado por la Organización Panamericana de la Salud para el manejo de crisis. Los fundamentales del modelo de intervención son: el manejo inmediato de los “incendios psicológicos”, contención y el apoyo emocional, después la recuperación y por último la intervención individualizada que se convirtió en algún tipo de trastorno psicológico. Se pretende que este grupo capacite a otros grupos y otros a otros para el desarrollo de una base que actúe en situación de desastre.
Estas personas tienen habilidades para trabajar con grupos y enseñarles como disminuir la reacción de exaltación como la aceleración del corazón, la sensación de ahogo mediante ejercicios; estimular el desahogo con el llanto; ayudar a los niños menores de 12 años, que no verbalizan fácilmente, a que expresen sus sentimientos a través de los dibujos.
Si ya se cuenta con este conocimiento y la experiencia de los expertos de la UNAM que documentaron resultados de trabajos en albergues de los sismos de 1985, sería muy bueno un plan inmediato de la SEP y gobiernos federales afectados, para replicar el método con enfoque de crisis a maestros y personal de intendencia de las escuelas de educación básica; es ayudar a los pequeñitos en esta fase que registran ansiedad, miedo, taquicardia, sensación de ahogo y sudoración, entre otros, y quienes tengan una situación muy especial canalizarlos a atenciones más especializadas.
Para qué sistematizar los conocimientos de la Dr. Galili-Weisstub para un proyecto que en el futuro funcione de manera preventiva para dar respuestas inmediatas ante una situación catastrófica como dijo el Dr. Córdova Castañeda, si el problema está ahora con niños que regresan a clases con miedo a aprender historia, ciencias, a tener una formación académica que les permita el desempeño profesional en el futuro.
El sismo movió estructuras, edificios, sentimientos de altruismo, sería genial que también moviera consciencias de los responsables de políticas públicas, porque también corren el riesgo de que se les mueva la candidatura.
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