Teléfono rojo
Espionaje y periodistas amenazados
Mucha tinta ha corrido, desde que se destapó el escándalo del espionaje vía celular, en medio de otras semana funesta para el periodismo en México. Apenas este sábado, vía Twitter, el reportero David Fuentes fue amenazado abiertamente por una banda de narcotraficantes que, según se sabe ahora, opera impunemente en Ciudad Universitaria.
Es un mensaje preocupante y aterrador, no sólo para el periodista de EL UNIVERSAL, sino para la prensa en la Ciudad de México. Por mucho que Miguel Ángel Mancera quiera negarlo, el crimen organizado se ha extendido peligrosamente en toda la capital de la República y Metepec dejó de ser el lugar preferido de residencia para los familiares de narcotraficantes.
Apenas el martes pasado, no enteramos de que cifras del Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública (SESNSP), colocan a la Ciudad de México entre las 17 más peligrosas en un mes (mayo) que, curiosamente, se convirtió en el más peligroso de los últimos siete años.
Dicho incremento en el número de homicidios dolosos -nos dicen-, se da en el marco del despliegue de las fuerzas federales, que incluyen el Ejército, la Marina y la Policía Federal, en los 50 municipios que concentran el mayor número de crímenes. La CDMX se confirma finalmente como un lugar altamente peligroso, en medio del efecto “cucaracha”.
La sospecha ya estaba latente y podía sentirse en carne propia, con sólo entrar al barrio de Tepito –para aquellos que nos gusta el turismo extremo-, donde puede olerse y verse la proliferación de grupos que ahora consumen mariguana abiertamente en cada portón que da acceso a las viviendas detrás de los puestos de vendimia.
Ese ambiente de inseguridad, de zozobra se ha extendido, sobre todo ahora que nos dicen que es posible el espionaje desde nuestros propios celulares, lo cual quedaría en segundo plano y como mera caricatura, si entendiéramos que se necesita ser muy importante para que alguien gaste tiempo, dinero y esfuerzo para saber qué hace un simple mortal.
Pero eso es lo de menos. Todo este ambiente configura un panorama de descomposición, porque ahora el crimen organizado extiende sus redes y sabe que el Estado poco o nada podrá hacerles mientras ellos se cobijen bajo el manto de “víctimas de espionaje ilegal” contra líderes sociales y políticos.
De hecho, el propio sistema se ha encargado de confirmar que el espionaje en México, se usa para combatir a enemigos políticos y destrozar vidas públicas cada vez que viene una elección, más que descubrir bandas del crimen organizado y el narcotráfico.
Ahí los medios utilizan los videos y los audios, sin preguntarse mucho sobre el origen legal o ilegal de la información que les llega. Todo tiene qué ver con venta y circulación, pero no con ética periodística ni profesional. Nos hemos sumado, todos, a una práctica que forma parte del entramado de corrupción que contamina a este país. Nadie puede lanzar la primera piedra.
Las pruebas están a la vista: los videos de Eva Cadena; el audio de Elba Esther Gordillo llamando a las huestes del SNTE a votar por “el azul”. No hay audios ni videos que nos demuestren el uso del espionaje para detener a líderes del narco. Todas y cada una de esas “bellísimas botellas” -dijera Kamel Nacif- están dedicadas solamente a miembros de la élite política.
Son los propios partidos, autoridades y gobiernos los que se espían, se amedrentan y se lanzan mensajes de dar a conocer más, si no detienen sus apetitos personales. Una reforma constitucional, introducida durante el sexenio de Felipe Calderón, legaliza estos actos.
“La ley sancionará penalmente cualquier acto que atente contra la libertad y la privacidad de las mismas (las comunicaciones), excepto cuando sean aportadas de forma voluntaria por alguno de los particulares que participen en ellas”. Lo que no sabemos es hasta dónde está obligado el informante a dar a conocer su identidad.
En el caso del Estado, el espionaje no sólo podría ser legal, sino incluso convertirse en una obligación constitucional cuando se trate de amenazas a la seguridad nacional. Francia, Inglaterra, Italia, Estados Unidos lo hacen en todas las tareas relacionadas con el terrorismo de las que ahora, según la Casa Blanca, México no está exento.
Puestas así las cosas, lo lamentable en todos estos hechos, no sólo es que se arme un escándalo por el presunto espionaje a periodistas famosos, sino la forma torpe y frívola con que el Estado –dígase Presidencia de la República- responde a los hechos, queriendo convertirse en víctima también de ese espionaje.
Seguridad Nacional
No es algo nuevo . Todo Estado democrático tiene dispositivos de inteligencia con los que, se supone, deben proteger la seguridad nacional y el espacio físico ante cualquier amenaza. Aquí lo deleznable, es que se ocupa para espiar con fines políticos, que justamente no son del interés nacional, sino de grupos facciosos y partidistas que sólo buscan destruir adversarios.
El problema es la incapacidad del gobierno para aclarar y responder.
El Presidente no tiene por qué sudar temblores ajenos. Las preguntas y las respuestas son simples. En lugar de pretender generar falsas empatías, Peña Nieto debió puntualizar y quedar al margen de esa crisis, para que sus secretarios respondieran sobre 4 ejes fundamentales:
1.- ¿Existe en la Suprema Corte de Justicia o juzgado de distrito, solicitud alguna para intervenir las comunicaciones de algún periodista, dirigente u organización social?
2.- ¿Cuántas solicitudes de intervención telefónica están radicadas y con qué tipo de asuntos tienen qué ver: crimen organizado, narcotráfico y actos de terrorismo.
3.- ¿El gobierno mexicano posee un contrato para el uso del programa Pegasus y de ser así, para qué se utiliza?
4.- ¿La PGR retomará las denuncias presentadas por los periodistas mencionados e investigará caso por caso hasta clarificar si en algún momento su comunicación fue intervenida?
Sin embargo, el gobierno de la República restó importancia al suceso y contestó con banalidades que ahora ponen en riesgo al aparato de inteligencia nacional.
Mexicanos al grito de corre
El tema no es nuevo, siempre ha estado en el subconsciente de los mexicanos. Muchos hemos creído desde siempre, que algo o alguien revisa nuestras fotos y videos, los mensajes que subimos a la nube, sin saber a quién pertenece el mundo etéreo de la comunicación digital.
Lo curioso es que, si ponemos atención, cada caso es parecido a otros y aun así nos empeñamos en depositar nuestra confianza en las nuevas tecnologías, que se han convertido en un dios, porque están en todos lados, podemos abrir nuestros archivos incluso en China, pero los dejamos ahí ante la estúpida creencia de que habrá respeto a nuestra privacidad, a nuestra vida privada.
Algunos se la viven posteando pormenores de su vida familiar y privada: con quién están, a dónde fueron, qué comieron, cuándo van a visitar a quién, con esas ansias inherentes del ser humano de figurar, pertenecer, ser tomado en cuenta, brillar; porque Facebook se convierte en el mundillo de la miseria humana, donde el número de “likes” llena de tristeza o alegría a los infelices que necesitan reafirmación.