Oran por la paz en el Centro de Chilpancingo
CIUDAD DE MÉXICO, 23 de noviembre de 2022.- Llegar a Estambul, Turquía, es acceder a una ciudad fabulosa, dividida por el estrecho de Bósforo y rodeada de aguas marítimas, semejan un espejo de luz brumoso de donde emergen las fantásticas cúpulas y minaretes de mezquitas musulmanas, palacios y templos cristianos, que convergen con puentes, embarcaciones, edificios de mediana altura y modernos rascacielos, dando paso a una metrópoli mítica, asentada entre Asia y Europa.
Integrada en un grupo de turistas predominantemente mexicanos, llegamos hasta a esta capital del Medio Oriente el pasado 28 de octubre, en la víspera de la fecha conmemorativa del 99 aniversario de la fundación de la República turca y del establecimiento de su capital en Ankara.
Por ese motivo constatamos en las principales ciudades visitadas –Estambul y Ankara– el culto a la personalidad del Gran Mustafá Kemal Pashá, llamado Atatürk (padre), en recepciones de hoteles yacían sus fotos en gran formato rodeadas de ofrendas florales y textos impresos en turco e inglés, con frases como: «el pueblo con gratitud y gloria rinde homenaje al padre de la República quien lideró a las Fuerzas Nacionales que libraron la Guerra de Salvación en Dumlupinar, el 30 de agosto de 1922».
También en los espacios públicos se colocaron fotomurales con la imagen del primer presidente de la República Turca –joven rubio, a caballo y en traje militar; ya maduro, en traje y sombrero occidentales; ya anciano, etcétera: Atatürk (1888, Salónica-1938, Estambul)–, es uno de los grandes personajes contemporáneos en Eurasia.
Figura polémica, también tiene muchos detractores, pero hacia el interior de la República Turca goza de respeto y subsiste un movimiento nacionalista inspirado en sus ideales republicanos, populistas y estatistas. Aunque su legado principal, coinciden historiadores, fue la secularización del país, establecer la libertad de creencias religiosas y el Estado laico.
El Otomano era un imperio multiétnico y multireligioso, Atatürk supo que para evitar su desmembramiento era necesario convencer a las diferentes etnias y grupos religiosos que debía haber sólo una etnia, en el sentido cívico de la palabra, la «turkishness» o la calidad de ser turco, refiere Yucel Yanikdag, profesor de historia de la Universidad de Richmond, Estados Unidos, especialista en Turquía.
Algunos no fueron convencidos, como fue el caso de 1.5 millones de griegos cristianos ortodoxos expulsados y de un millón de armenios, otro tanto igual fue exterminado en el genocidio armenio; los kurdos se mantienen en conflicto; mientras que chechenos, árabes, circasianos, acataron las nuevas reglas.
Pese a la secularización kemalista, la religión mayoritaria desde entonces y hasta la fecha es el lslam, así que otra peculiaridad es despertar y dormir con rezos y plegarias en árabe –voces masculinas– emitidas a través de los minaretes de las mezquitas existentes (en Estambul existen 300), estas se reproducen a través de potentes bocinas y se escuchan cinco veces al día en los centros poblacionales del país, con 84.7 millones de habitantes en 2021.
En sus 15 años de gobierno, el venerado Atatürk promovió reformas radicales: abolió el Califato otomano, adoptó el calendario gregoriano, sustituyó el alfabeto árabe por una versión modificada del abecedario latino; promulgó un Código Civil que declaró la igualdad de género en el país, y poco después, en 1934, el derecho al voto de la mujer. También abolió el uso obligatorio de velo en la mujer y prohibió el uso de fez y turban en el hombre.
Para el turista extranjero es obligado visitar el Mausoleo de Atatürk, en la capital política, Ankara, la Anıtkabir –tumba conmemorativa– donde yacen los restos del Gran Mustafá, este se yergue en el Rasattepe o colina de observación de esa metrópoli.
Fue construido entre 1940 y 1950 y reúne elementos ornamentales y arquitectónicos selyúcidas y otomanos. Una peculiaridad: los jóvenes guardias militares vestidos de gala semejan estatuas y también realizan vistosos y continuos homenajes marciales a la bandera.
Con este artículo, más que hacer un recuento histórico o una crónica puntual de los lugares visitados, les quiero transmitir una percepción de la nación turca, hoy de moda en el mundo global, especialmente por sus exitosas telenovelas y series, las mismas que vemos en la televisión mexicana y Netflix se reproducen en la TV estatal turca, y algunos de los famosos protagonistas son quienes hacen la propaganda oficial.
Iniciamos el recorrido en Estambul, la ciudad intercontinental, portuaria, capital financiera turca y emporio cultural, comercial y turístico por excelencia, actualmente con alrededor de 16 millones de habitantes.
Se trata de un lugar históricamente asediado por grupos de conquistadores, bárbaros y piratas, atraídos por su estratégica posición territorial, rodeado de mares (de Mármara, Negro y Mediterráneo), ubicado en medio de la Ruta de la Seda, vía comercial ancestral entre Asia y Europa, separados los continentes sólo por el estrecho de Bósforo.
Luego viajamos vía terrestre a Ankara, para realizar una visita de paso a la capital política y continuar hasta Capadocia, posteriormente Pamukkale y Kusadasi, que fueron los tres lugares donde nos hospedamos, retornamos a Estambul vía aérea, abordamos un ferry para visitar la isla griega Chios con sus molinos de viento, casas de piedra y azulejos pintados. Finalmente, luego de 10 días cerramos actividades donde comenzó nuestro periplo.
Istambul y la Hagia Sophia, icono universal
Estambul es una de las ciudades más importantes de la historia universal. Desde su refundación bajo el nombre de Constantinopla en el año 330 d. C., ha sido la capital de los imperios Romano y Bizantino (330-1204 y 1261-1453), Latino (1204-1261) y del Califato Otomano (1453-1922).
Tras la caída de Constantinopla (la segunda Roma) ante los otomanos en 1453, la ciudad fue transformada en la sede del califato otomano y convertida progresivamente en una ciudad musulmana. Sin embargo, la influencia del cristianismo en la ciudad es innegable, y para dar constancia está la imponente basílica de Santa Sofía, testigo de la gloria de la época bizantina, con 1,500 años de antigüedad.
La Hagia Sophia como es llamada, es considerada una maravilla del mundo y Patrimonio de la Humanidad. Fue construida por los arquitectos griego bizantinos, Isidoro de Mileto y Antemio de Trales, durante el mandato de Justiniano (532 y 537). Su cúpula, por más de nueve siglos fue considerada un prodigio del arte bizantino por sus dimensiones y diseño.
Nunca estuvo dedicada a una santa sino a la Sabiduría, significado de sophia en griego. Así que es una evocación a la existencia de Dios a través de la Santa Sabiduría. Con la conquista de Constantinopla, los otomanos la adoptaron como su principal mezquita, especialmente los sultanes de los siglos XVI y XVII, por lo que los símbolos, mobiliario y decoraciones cristianas, incluidas las campanas, fueron tapados o sustituidos por símbolos islamitas.
Una década después de la independencia, Atatürk convirtió a la basílica en museo y su acervo estuvo a la vista 86 años, pero en 2020, en un giro hacia el rescate de las tradiciones islámicas, el presidente Recep Tayyip Erdoğan, la declaró nuevamente mezquita musulmana, por lo que volvieron a cubrirse los símbolos cristianos.
En Santa Sofía se aprecian azulejos con la imagen de la virgen María y el niño Jesús, también del arcángel Gabriel. Madre e hijo figuran en el Corán, ya que según los musulmanes fue Dios quien le reveló el Corán al profeta Mahoma por medio del ángel Gabriel.
En İstanbul hay mucho que descubrir, existen míticos palacios de sultanes, fabulosas mezquitas musulmanas, torres, museos, murallas, bazares, puentes y un sin fin de objetos que ameritan una visita atenta del turista. Mencionaré algunos de los lugares visitados.
Un recorrido por la ribera del Bósforo, nos permitió conocer el palacio imperial Topkapi, convertido en atractivo museo reúne reliquias y tesoros musulmanes; la sorprendente Mezquita Azul o del sultán Ahmed, muestra del máximo esplendor de la arquitectura musulmana; la Mezquita de Solimán El Magnífico, la más grande construida en el imperio otomano; la cisterna basílica, grandiosa obra hidráulica bizantina, hasta acudir a la catedral patriarcal de San Jorge y la Iglesia Ortodoxa Griega, sede del Patriarcado Ecuménico de Constantinopla.
Viaje en globo aerostático, visita a cavernas y ruinas griego-romanas
En territorio turco está Anatolia la Antigua, donde se ha reconstruido la presencia del hombre desde la edad de Piedra, existen vestigios que se remontan a 10,500 años antes de nuestra era y, posteriormente fue sede de imperios desde el siglo XVII a.C. (Hititas, Frigios, Cimerios); alrededor de 1,200 a. C., la costa occidental de Anatolia fue poblada por los griegos, conquistada por el imperio persa durante los siglos VI y V a. C. y más tarde por Alejandro Magno en 334 a. C.
En nuestro recorrido viajamos a Anatolia Central, para conocer una ciudad subterránea construida por las antiguas comunidades hititas para protegerse de los ataques de los invasores bárbaros quienes atravesaban Capadocia al seguir la Ruta de la Seda, paso obligado del comercio entre Oriente y Occidente.
Los hititas desaparecieron sin dejar rastro, pero existen aún esas construcciones de lava volcánica, con hasta ocho pisos de profundidad, conservan frescos –pinturas– sobre sus paredes. Hay indicios de que fueron también usadas por los cristianos durante Las Cruzadas.
Capadocia es fascinante, de ello dan cuenta escenas de «otros mundos» filmadas para Star Wars, ahí volamos en globo aerostático en un amanecer propicio y hermoso para contemplar las formaciones rocosas conocidas como Chimeneas de Cuento de Hadas y sobre el Valle del Amor –con enormes estalagmitas en forma fálica–. Luego de una hora en el aire y de disfrutar de un panorama inolvidable, se cerró el paseo con un brindis con champán: ¡Salud!
Nos trasladamos al sudoeste, al valle del río Menderes, en la provincia de Denizli, donde está Pamukkale, castillo de algodón en turco, debido a la apariencia que da la formación de un blanco deslumbrante de travertinos o terrazas rocosas con aguas termales con alto contenido de bicarbonato de calcio, de fuerte coloración azul.
El fenómeno luminoso se explica por la presencia de material radiactivo. Existe un sitio al cual se puede acceder para bañarse o simplemente mojarse los pies, siempre con cuidado y calcetines –buen consejo– para evitar caídas por los resbalones.
Aunado al impresionante espectáculo natural, en Pamukkale se localizan las ruinas de Hierápolis, que significa Ciudad Santa. Es una antigua ciudad helenística declarada por la Unesco en 1998 Patrimonio de la Humanidad. Fue fundada por el rey de Pérgamo Eumenes II en el año 133 a.C., y su nombre podría provenir de Hiera, esposa de Telefos, fundador mítico de Pérgamo.
El estado de recuperación arqueológica, colaboración de especialistas italianos, permite observar un teatro para 15 o 20 mil personas, vestigios del templo de Apolo, divinidad adorada por los habitantes en el s.III de nuestra era, la necrópolis con la cueva de Plutón –la entrada al infierno–, tumbas ceremoniales, una fuente y un museo con interesante acervo y la piscina «Baño de Cleopatra», donde cualquier visitante puede tomar un baño termal.
Al otro día, nos trasladamos a Kusadasi para visitar Éfeso, una de las 12 ciudades jónicas creadas por migrantes en el año 1200 a.C. Para nuestro grupo turístico, sin duda, el mayor banquete para apreciar los legados de civilizaciones antiguas debido al buen estado del complejo arquitectónico, asentado en una planicie rodeada de montañas, en las márgenes del mar Egeo, en Selçuk, lugar que a lo largo de la historia brilló por su riqueza y como centro cultural y de aprendizaje.
Fue tierra del gran filósofo presocrático Heráclito. Ahí las mujeres gozaban de derechos y privilegios iguales a los de los hombres. Dícese que su historia y origen está ligado a guerreras femeninas (amazonas), su nombre de la ciudad podría derivarse de «Apasa», nombre de una metrópoli en el reino de Arzawa, que significa «ciudad de la Diosa Madre».
Aquí podemos imaginar el gran templo de Artemisa, una de las siete maravillas del mundo antiguo, un templo varias veces destruido y del cual sólo queda en pie una de las 127 columnas que lo conformaron. Artemisa era la deidad patrona de la antigua Éfeso, hija de Zeus y hermana melliza de Apolo. Se puede admirar su escultura, una representación en la cual destacan sus adornos con senos/huevos y la escultura a Hermes, quien sostiene una de las columnas del templo.
Se puede hacer un recorrido por alrededor de los 8 kilómetros que abarcan estas ruinas, donde puede apreciarse la Vía Arcadia pavimentada con losas de mármol; la Biblioteca de Celsius, bellísima e imponente edificación que evoca grandeza, en su pronaos ( parte frontal) destacan varias esculturas, entre ellas, una a la diosa Areté, que representa la capacitación para pensar, hablar y obrar con éxito y a Sofia, diosa de la sabiduría; un auditorio para 24 mil personas, el Templo de Adriano, la Fuente de Trajano y el Castillo de Selçuk, entre otros sitios.
Visita a la Casa de María (Meryem Ana Evi)
Cerca de Éfeso, a siete kilómetros de Selçuk, nos trasladamos a la Casa de la Virgen María, un atractivo religioso para los turistas, donde según la tradición lugareña, el apóstol San Juan, huyendo de la persecución en Jerusalén, llevó a la Virgen María tras la crucifixión de Cristo hasta su Asunción.
Cuenta la historia que una religiosa alemana de nombre Ana Catalina Emmerick, inmovilizada 12 años y bajo los sufrimientos de una enfermedad incurable, fue reconfortada con una visión de la Virgen María, en su casa, sin haber visitado el lugar.
Catalina hizo la descripción del lugar al escritor Clemens Brentano, quien la publicó. En 1891, los sacerdotes lazaristas (Congregación de la Misión) Poulin y Jung del colegio francés de Esmirna creyeron haber encontrado la casa descrita.
La religiosa vicentina sor Adele Marie de Mandat-Grancey compró el terreno al Estado turco, y los descubridores comenzaron con la reconstrucción de la ruina, realmente se trata de una pequeña iglesia Bizantina cuyo atractivo es su santuario a la virgen donde, si eres cristiano o musulmán, podrás depositar una vela de parafina, que ahí puedes comprar, y si aprecias el silencio también puedes reposar debajo de los olivos y plátanos del lugar.
Sobre la tumba de María, pese a su búsqueda, esta no fue encontrada porque no existe, «dado que ella ascendió en cuerpo y alma al cielo», señala la guía impresa del lugar. En el corredor de acceso, al lado de la estatua de la virgen, se han tendido lazos a lo alto para, si quieres, dejar un mensaje a la virgen, puedes hacerlo en un trozo de papel y dejarlo amarrado.
En 1896, el papa León XIII declaró la casa un monumento que debía investigarse; en 1951, la Iglesia católica lo reconoció como lugar oficial de peregrinación; el Papa Pío XII proclamó la casa como santuario y el Papa Juan XXIII le dio carácter de «permanente». La han visitado los Papas Pablo VI, en 1967; Juan Pablo II, en 1979 y Benedicto XVI, en 2006.
Sin embargo, la Iglesia católica nunca se ha pronunciado sobre la autenticidad de la casa, y es poco probable que lo haga, debido a la falta de evidencia científica aceptable. Todos los años aquí se conmemora el día 15 de agosto, la fiesta de la Asunción de María.
Şefika Turan y el grupo de Los Minaretes
Para concluir, les comparto que visitar el territorio de la antigua Mesopotamia, Bizancio y Constantinopla, fue una oportunidad de refrescar la memoria y recuperar pasajes olvidados de las clases de historia universal sobre la cuna de la civilización; recobrar la capacidad de asombro ante los vestigios de miles de años de historia y verificar que Turquía no es una nación árabe.
Experiencia gratificante, sin duda, posible gracias a la suerte de contar con la conducción y narrativa de la brillante guía turca Şefika Turan, y la compañía de un grupo en el que prevaleció la sinergia, el compañerismo y buen humor, y a quien la conductora llamó de Los Minaretes –como el nombre turco de las torrecillas de las mezquitas– debido a que cada vez que aparecía en el panorama una mezquita, alguno del grupo le preguntaba el nombre.
Vivencia que, por momentos, también fue abrumadora, debido a los apretados itinerarios, la incursión en un vasto territorio que bien podría catalogarse como museo a la intemperie, atestado de turistas extranjeros y su barullo. ¡Mashallah! –expresión musulmana que significa gracias a Dios– por esta experiencia.