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CIUDAD DE MÉXICO, 6 de marzo de 2018.- El poblado de Cuexcomatitlán, en Tlajomulco de Zúñiga, se convirtió en el refugio de 420 indígenas de nueve etnias, que conviven en un terreno escarpado sobre un cerro al que llegaron tras haber dejado sus lugares de origen y vivir algunos años en Guadalajara.
Otomíes, purépechas, mixtecos, mayas, triquis, wixárikas, mazahuas, zapotecos, nahuas y huastecos encontraron en este terreno un espacio tranquilo para vivir.
Se instalaron hace cuatro años, añadió UdeG en un comunicado, luego de una promesa incumplida por parte del Gobierno de Jalisco de donarles el terreno y formaron la colonia Sergio Barrios.
Desde entonces, los indígenas han levantado, con esfuerzo y trabajo, sus casas. Poco a poco han realizado un ejercicio de convivencia y multiculturalidad al compartir tradiciones, costumbres y un proyecto común para contribuir al desarrollo de la comunidad multiétnica.
«Traen esta lucha desde hace años. Ellos tenían la idea de tener una colonia propia de los indígenas y no les daban terreno alrededor de la Zona Metropolitana de Guadalajara (ZMG). Los representantes de las diferentes comunidades se conocían y siempre habían estado en contacto, en comunicación y a través de eso se unieron», explicó Miguel Gómez, responsable del Área de Indígenas Migrantes Residentes de la Unidad de Apoyo a Comunidades Indígenas (UACI), dependiente de la UdeG.
La UACI apoya y asesora a las nueve etnias. Desde el año pasado realiza talleres para rescatar las lenguas originarias y las tradiciones que algunos indígenas perdieron al dejar sus comunidades.
Alberta Nicolás, indígena otomí originaria de Querétaro, se sienta frente a uno de los árboles en el centro de la colonia. Con lazos amarrados a la cintura y palos de madera que va metiendo entre hilos de colores, forma los fajos que vende para poder vivir. A su lado, niñas y mujeres intentan entrelazar las hebras con su ayuda.
Aprendió el telar de cintura desde pequeña viendo a su madre trabajar. Ahora es quien enseña a las vecinas de otras etnias en el taller que las reúne cada semana en la explanada principal. Para ella es importante preservar el trabajo que heredó de su familia.
«Es bueno seguir uno, porque si se va a perder no va a saber la gente que es el costumbre de nosotros», dice doña Alberta sin despegar la vista de sus hilos.
Según la UACI, la mayor parte de los indígenas vive del autoempleo, sobre todo vendiendo lo que producen con sus propias manos: bolsas, ropa, cinturones, productos de madera, servilletas, manteles, sillas y muebles, entre otras mercancías. Para Gómez, quien ha acompañado a la comunidad como representante de la UACI, la colonia ha sido un ejercicio de multiculturalidad y empoderamiento por parte de los indígenas.
«Existe una diversidad cultural. También hay como tres o cuatro mestizos que viven ahí, entonces es como una colonia multicultural, un ejercicio de empoderamiento», afirmó.
Valente Nazario confesó que no habla el otomí, pues llegó muy pequeño al Cerro del Cuatro. Aunque lo escucha y lo entiende, aún le cuesta trabajo comunicarse con los compañeros a quienes enseña a tejer sillas. Su esposa habla la lengua y sus tres hijos comenzaron a hacerlo a raíz de su participación en los talleres que la UACI ha realizado en la escuela primaria de Cuexcomatitlán.
En los talleres impartidos en el plantel escolar los niños indígenas, la mayoría nacidos lejos de donde son originarios sus abuelos, aprenden a valorar la importancia de su lengua y a practicarla poco a poco. En contraparte, los mestizos conocen la diversidad étnica y cultural que hay en México y convive con ésta todos los días. Los abuelos y los padres son fundamentales en esta labor. Son ellos quienes tienen los saberes y a los que los niños deben de acudir para hablar correctamente su lengua.
«Empezamos un proyecto con los niños en Cuexcomatitlán para la revitalización de la lengua, pero también de la cultura. Nos dimos cuenta de que, a la vez, era importante concientizar a la gente, sensibilizarla y darles a entender que también forman parte de una sociedad importante», subrayó el representante de la UACI.
Mientras teje a mano las figuras de animales y bolsas que vende de pueblo en pueblo, Esteban Cortés, indígena mixteco, es enfático al decir que quieren evitar perder su propio idioma, pues es una forma de “identificarse” como indígenas.
«Vivimos nuestra tradición y no hay que dejarla. No queremos que se pierda eso, porque en este tiempo ya hay muchas personas que lo han dejado. Es una lengua original muy especial con la que se nota que somos indígenas cien por ciento», concluyó.