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CIUDAD DE MÉXICO, 3 febrero (Quadratín México).- Un “Niño” con más de cuatro siglos de edad, al cual las mejillas se le sonrojan de acuerdo a su estado de ánimo, quien degusta los mejores platillos regionales de esta zona lacustre de la capital, que lo mismo hace travesuras y ensucia sus zapatos, se enoja o bien alivia enfermos y reúne a miles de fieles a su paso por los barrios y colonias de Xochimilco y que además tiene “apartados” sus padrinos o mayordomos hasta el 2042.
Es el “Niño Pa” o Niño Padre o bien “Niño Pan” o “Niño Patrón”, como le llaman sus devotos que lo pasean por los 18 barrios de Xochimilco y por los canales en una trajinera pequeña, especial para este imagen de poco más de 50 centímetros que fue elaborada por indígenas de este pueblo en el siglo XVI.
Cada 2 de febrero, Día de la Candelaria, se hace el cambio de mayordomo, con una misa a la que asisten más de 2 mil feligreses y la familia elegida. En la casa donde vivirá 365 días ya hay una habitación construida especialmente para el “Niño Pa” quien de acuerdo a los historiadores fue elaborada en el año 1575.
En la casa del mayordomo, el también conocido como “Niño Viajero” dispone de un espacio suficiente para recibir a los fieles y resguardar sus más de 2 mil ropones, juguetes, joyas, dulces y muebles.
Ser “mayordomo” consiste en darle entrada a todo aquel que quiera visitar al Niñopa y ofrecerle comer, lo que significa ser el anfitrión de miles de personas los 365 días que dura la encomienda.
Además los mayordomos, apoyados por su familia, no deben escatimar en gastos. En sus típicas fiestas (30 de abril, 10 de mayo, y las 9 posadas) deben organizar la celebración para las más de dos mil personas que llegan a venerar al niño, incluida la comida, bebida, música, adornos y fuegos artificiales.
Cada domingo por la tarde en la Iglesia de San Bernardino de Siena, en el centro de Xochimilco, se oficia una misa en su honor, donde mayordomos y ayudantes custodian celosamente al pequeño santo de no tomarle fotografía de cerca o de que besen la imagen de madera de colorín directamente, por el daño que la saliva puede causar a la figura antigua.
El Niño Pa sale de una casa del Barrio de Tlacoapa, cargado por su mayordomo en turno, Arturo Gonzaga, quien lo cuida durante un año, acompañado de un séquito de seguridad de hombres vestidos de playera blanca, quienes custodian al “Niño Pa” y evitan que lo toquen, tomen fotografías con flashes o simplemente se arremolinen en torno al él.
Una banda de música, una veintena de danzantes chinelos provenientes de Morelos y fuegos artificiales acompañan la peregrinación hacia la iglesia del centro de Xochimilco, donde la misa dominical de las seis de la tarde lo espera, lo mismo que cientos, tal vez miles de fieles, que buscan tocar su vestido verde que luce este día.
En cada festividad, los mayordomos, apoyados por sus familiares y vecinos, tienen que dar de comer tamales y barbacoa u otros alimentos para más de mil personas que asisten a los festejos, ello sin contar la contratación de bandas de música, mariachis, flores y toritos o pirotecnia.
La investigadora del Instituto Nacional de Antropología e Historia, Araceli Peralta, destaca que el “Niño Pa” para sus devotos es una representación viva de un hecho social concreto que involucra emociones, sentimientos y tradiciones ancestrales, de ahí que se le vea como un ente sagrado con necesidades afectivas y orgánicas, por eso se le pone su comida en el altar.
El mayordomo en turno, construye o dispone de una recamara exclusiva para “El Niño Pa”, que habitará durante un año. Durante el día la imagen vistita enfermos, casas particulares, asiste a las nueve posadas, a la misa dominical y por las noches se arrulla y le acuesta en una cuna especial y se le pone una pijama.
De retorno a su hogar en turno, en el Barrio de Tlacoapa, los chinelos acompañan al símbolo de unidad y religiosidad más importante de Xochimilco. A su paso un hombre en silla de ruedas pide tocar su ropa, la cual nunca repite en los 365 días del año.
“Trabajamos para él, porque nos hace milagros, no importa lo que gastemos, él es travieso, juega en la noche con sus juguetes, sus mejillas cambian de color si se enoja o está contento. Por nuestro Niño Pa trabajamos todo el año, queremos que sea feliz, que en sus festejos no falte la comida y la música”, señala doña Hortencia Guzmán, habitante del barrio de Tlacoapa.
Añade que el Niño Pa es un niño lleno de luz que por las noches se levanta de su cuna para jugar. “En una ocasión el niño se cayó y se lastimó en la frente pero siendo tan milagroso él solito se curó y de su herida no quedó ninguna cicatriz”.
La peregrinación se aleja. Los cohetones retumban en todo Xochimilco. El río de fervientes se va perdiendo por calles y barrios lacustres. Es la fe centenaria por un niño, por el Niño Pa.
El Niño Pa tiene padrinos en lista de espera para los próximos 30 años. Para ello se requiere se oriundo de Xochimilco, con una forma de vida honesta y apegada a la Iglesia y las tradiciones, así como estar dispuesto a erogar grandes recursos económicos para la construcción de un habitación especial, ropa para cada día año y compra de comida para sus festividades a las que cientos de personas.
De acuerdo con la Arquidiócesis de México, además de los “padrinos” se requieren anualmente más de 300 “hospederos” los que acogen a este Niño Dios en su hogar durante todo el año, muchos de ellos vecinos de los diferentes barrios de Xochimilco, pero la pequeña figura que mide 51 centímetros de largo y pesa 598 gramos sin ropa, también peregrina por otras delegaciones de la capital.
Las personas que deseen hospedar al Niñopa en su casa deben anotarse con los mayordomos durante el mes de enero, el requisito es que sean creyentes, que se comprometan a brindarle un adecuado culto y que guarden las normas establecidas por el Instituto de Antropología e Historia (INAH) para el cuidado de la imagen.
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