Abanico
Los hombres de El Vaticano están en problemas muy serios. Hoy difícilmente se puede dirimir cuál es la verdadera identidad de esta Institución religiosa: si la del catolicismo que es humildad, bondad, hermandad y vida eterna o la de los siete pecados capitales en los que han caído muchos de sus sacerdotes.
Apenas anunció el Papa Benedicto XVI el 11 de febrero de este año su dimisión a la máxima representación católica, y pronto como un estallido de miles de cohetes de colores indescifrables comenzaron a reaparecer las acusaciones de excesos y de abusos sexuales cometidos por los hombres de la sotana…
Ellos, los representantes de la caridad, la fe, la esperanza; ellos, los procuradores y el ejemplo del bien hacer; ellos, los del cuidado con el que deben tratarse los asuntos de la vida terrena y la vida eterna; ellos, quienes dedicaron horas, días, meses, años para estudiar y prepararse en las soluciones de la fe y en la divulgación del credo católico, ellos… o mejor: muchos de ellos que son sacerdotes de la renuncia, han cometido el pecado capital de la lujuria y el pecado capital de la avaricia y el pecado capital de la soberbia…
Primero: la lujuria es el pecado que incluye pensamientos o deseos obsesivos o excesivos de naturaleza sexual. En muchos casos, ahí se pasó del pensamiento a los hechos y el resultado ha sido fatal; lo ha sido para una institución religiosa cuya credibilidad radica en el buen ejemplo de los representantes en la tierra de Dios, de la Trinidad y de Pedro.
Esto, puesto en términos de fe católica es importante para los católicos y para quienes creen y siguen la filosofía que heredó Jesús, el hombre de Nazareth.
Hoy, muchos de sus sacerdotes son humanos; muy humanos y, por lo mismo, su naturaleza corresponde a eso…: a lo humano… Y aunque al estudiar y ordenarse como sacerdotes hacen juramento de celibato y de abstinencia y de obediencia y de humildad y de servicio, lo del celibato resulta contrario a la biología de ellos, hombres que son, porque va en contra su naturaleza, que es biológica…
Así, el resultado ha sido la multiplicación de sacerdotes de la iglesia católica-romana acusados de cometer delitos de tipo sexual. Naturalmente todo esto debió o debe someterse al imperio de la ley y, por lo mismo, deberá castigarse a quien siendo sacerdote o no, cometió delito…
Pero también, esto debería replantear la exigencia del celibato para sacerdotes católicos. Valdría la pena que lo pensaran. Seguramente la grey católica no objetaría y se solucionaría, así, un problema que está a punto de derrumbar a la institución católica como organización humana.
Habría que dejar que quien esté dispuesto al celibato así lo haga, pero que cumpla; otros decidirán renunciar a él, y no por eso dejarán de ser ejemplo. La mayoría de las religiones en el mundo tienen a sus representantes que son casados y con hijos… O bien, si su preferencia sexual es distinta no se deberá ser un impedimento para el sacerdocio y la divulgación y el fortalecimiento de la fe. Como es que ya es en muchos casos.
Naturalmente, esto no tiene que ver con los delitos de pederastia porque aquí si estamos en punto muerto: en punto de delito: en punto de abuso y criminalidad que debe castigarse.
Pues todo esto, junto con el pecado de la avaricia por aquello de los millones de millones de dineros que se mueven en el Banco del Vaticano sin dar cuentas a nadie de ello y si acumulando como ha sido la historia de esta iglesia en muchos países: México, uno de ellos. Y luego el pecado de la soberbia que anula toda posibilidad de humildad y disposición: todo esto ha dañado a todos ahí y han agotado las fuerzas de Benedicto XVI.
El tema es más terrenal que celestial y, por lo tanto, la solución es absolutamente terrenal.
Así que los reportes que entregaron a Benedicto XVI los cardenales Julián Herranz, Salvatore de Giorgi y Josef Tomko dibujan un panorama extremadamente complicado para cualquiera.
Y aunque todo comenzó con la filtración de documentos que hizo el mayordomo del Papa, Paolo Gabriele, es cuando se entregan esos reportes cuando Benedicto XVI –pronto Papa Emérito- se dio clara cuenta del lugar en el que está parado… y de ahí en adelante resurgieron las objeciones al cardenal Roger Mahony de California, EUA, señalado de haber ocultado delitos de pederastia; o la “renuncia por cuestiones de edad” apenas hace unos días del cardenal británico Keith O’Brien, a quien tres sacerdotes y un ex sacerdote acusaron de haber mantenido con ellos una ‘conducta indebida’… o que El Vaticano recibe al año 600 denuncias por abusos sexuales de sus sacerdotes…
En medio de esa vorágine adversa, el cónclave para elegir al nuevo Papa de la Iglesia Católica se iniciará pronto. De ahí habrá de salir el nuevo jefe de la grey cristiana que tendrá que enfrentar a una institución dañada, desprestigiada en muchos por sus sacerdotes, dividida, bañada por ambiciones más terrenales que divinas y más cercanas a la riqueza que a la pobreza de su origen…
En medio de esa adversidad se escogerá a quien dará la cara por todo esto. El nuevo Papa. Tarea terriblemente difícil. Como es la de recuperar la confianza de los católicos en los representantes de la iglesia, no necesariamente en la fe, que esa se ha mantenido firme en los países y en sociedades definitivamente convencidas y creyentes…
Y sin embargo este cambio de Papa debería ser un buen motivo para que los hombres de púrpura así como los curas de a pie, replanteen, todos, su tarea social. Una tarea social que no siempre ha servido para los mejores fines, pero que hoy, ya otros tiempos, les obliga…
Recuperar el terreno perdido entre los católicos es la meta que deberán conseguir… ¿será? ¿O seguirán ocultando los pecados cometidos y sus pecadores? ¿Será que están dispuestos a quitarse las joyas para vestir un sayal? ¿Será que los representantes de la iglesia justa trabajarán por la justicia en tierra en donde no la hay? Esto sí que importa.
Los curas y sus jefes tienen la palabra. Por lo pronto, ya veremos quién es el nuevo Papa y hacia dónde dirigirá a su iglesia. [email protected] Twitter: @joelhsantiago
QMX/jhs