
Empata Carrasquilla con golazo al 80 y define en penales para Pumas
Algunas formas de movilidad avanzan con mayor velocidad respecto a la conciencia. La afluencia de motocicletas, particularmente en zonas con alta densidad de tránsito, ha transformado la dinámica vial y la forma como los ciudadanos se relacionan con el espacio público.
Este crecimiento ha ocurrido sin consolidar en paralelo una cultura de respeto, corresponsabilidad o formación adecuada.
En la Ciudad de México, las motocicletas han pasado de ser un medio de transporte alternativo a una herramienta laboral. Hay cerca de 800 mil vehículos, según estimaciones del INEGI, y el 80 por ciento destinados al trabajo.
Los riesgos van de la mano con u mayor número de motocicletas. Los datos muestran un incremento del 47 por ciento en accidentes entre 2020 y 2024. Pasaron de 790 a mil 162 casos. En siete de cada diez percances los motociclistas trabajaban en reparto o transporte de carga, de acuerdo con la Secretaría de Movilidad.
Condiciones laborales exigentes, con limitados márgenes de seguridad y con escasa formación vial son la constante.
La urgencia de las entregas refuerza un patrón de conducción temeraria que, junto con una débil preparación ante situaciones imprevistas —como técnicas adecuadas de frenado— conducen a percances en ocasiones fatales.
Tan solo en el Centro de Comando, Control, Cómputo, Comunicaciones y Contacto Ciudadano (C5) de la CDMX, entre enero y julio de este año, hemos atendido más de ocho mil 200 reportes relacionados con accidentes de motociclistas.
La mayoría ocurre al final del día entre las 18 y las 22 horas, cuando la prisa y el cansancio sustituyen al juicio. El saldo no se limita a daños materiales: ya se han documentado 154 muertes.
Frente a esta situación, la Jefa de Gobierno Clara Brugada, ha enviado al Congreso local una iniciativa de reforma a la Ley de Movilidad y al Reglamento de Tránsito. Esta propuesta busca regular de manera integral las nuevas formas de transporte, como las motocicletas y los scooters eléctricos.
El problema no radica en la motocicleta en sí, sino la omisión al Reglamento de Tránsito. Ni el casco, ni el chaleco reflectante, ni las campañas preventivas serán eficaces si no se enmarca su uso dentro de una lógica integral de corresponsabilidad, donde el respeto a las normas no dependa de la voluntad individual sino del imperativo colectivo.
La movilidad sobre dos ruedas exige algo más que reflejos veloces. Requiere educación, reglamentación, infraestructura y voluntad política. Acelerar sin rumbo no es avanzar: es prolongar la omisión.