El concierto del músico/Rodrigo Aridjis
Este año nuevo, la cuesta de enero será empinada, sinuosa y prolongada. Las hostilidades del 2021 arrancan con freno de mano, semáforo en rojo y hospitales a reventar. México es, por mucho, el país con la tasa de letalidad más alta por Covid entre las veinte naciones más afectadas por el coronavirus.
El conteo de contagios a la fecha, casi millón y medio, y de muertos, casi 130 mil, abruman. No dan respiro, excepto al zar anti Covid quien pasó fin de año en una playa nudista, sin tapabocas. ¿Con qué cara Hugo López Gatell pide a los mexicanos quedarse en casa si él mismo anda risa y risa en vacaciones? ¿Será que está feliz porque ya vienen las vacunas en el peor momento, cuando en la Ciudad de México crece 44 por ciento el número de enfermos intubados?
Sume además los efectos colaterales de la pandemia latente. Los daños a la economía son inmensos y las posibilidades de recuperación serán nulas para decenas de miles de negocios, sin apoyo alguno.
El descalabro del año pasado rondará un escalofriante 10 por ciento bajo cero. Conseguir empleo, mantener o mejorar el ingreso será una odisea. La pandemia borró 647 mil empleos formales el año pasado; solo en diciembre se esfumaron 277 mil. Es la peor crisis laboral desde 1995. Las alegres cuentas oficiales son un cuento mal escrito con cargo a los conservadores neoliberales.
La cuesta de enero se prolongará topo el año nuevo y quizá hasta mediados del 2022, siempre y cuando la ineptitud del régimen no prevalezca y los pronósticos de Hacienda y Banco de México no descarrilen.
Sin afán de hacerle al adivino, recomiendo paciencia, tomar aire y seguir remando. Evítese las molestias de la ansiedad, la angustia, las lágrimas, el luto y la desesperación.