
Libros de ayer y hoy
@guerrerochipres
La democracia es un sistema intrínsecamente frágil, pero su fortaleza radica en su capacidad para sobrellevar incluso a quienes intentan sabotearla, siempre y cuandoexista seguridad y legalidad institucional.
El llamado a no votar es una postura contradictoria y profundamente irresponsable. En lugar de disputar el nuevo marco institucional, se opta por jugar a la profecía autocumplida: todo lo que venga será ilegítimo, antidemocrático y, por tanto, no vale la pena participar. En términos deportivos significa tirar la toalla antes de subir al ring.
En la elección de jueces, magistrados y ministros participamos quienes asumimos la importancia del proceso histórico en el fortalecimiento de la democracia, sus herramientas y reglas.
Trece millones de votantes decidieron sobre la conformación del Poder Judicial,mientras la oposición al régimen mayoritario se convierte en una minoría —si acaso 5 mil personas en un mitin legítimo— marginada por sí misma.
Renunciar al proceso electoral, aún ante la posible imperfección de las reglas, implica el alejamiento de esa mayoría que busca transformación. La filósofa y politóloga Hannah Arendt lo definió con claridad: el poder no reside en la legalidad abstracta, sino en la acción concertada con las y los ciudadanos. Y esa acción tiene como base mínima el ejercicio del voto.
Negarse a la participación —cualquiera que sea la elección— implica el rechazo al principio democrático mismo. La ausencia no detiene el proceso, solo deja sin voz a quienes no están.
Aunque el volumen de votantes equivalga al 13 por ciento del electorado, representan, como lo refirió la Presidenta Claudia Sheinbaum, más votos de los obtenidos por los partidos de oposición en la pasada elección presidencial, aun con el atractivos per seque representa ese proceso en contraste con el del Poder Judicial, visto como lejano por la mayoría de la población.
El alejamiento de la oposición con la ciudadanía mayoritaria ya no es casual, es estructural y termina por representarla como una élite autorreferencial. En un aventurado “hubiera”, bastaría con haber obtenido la mitad de los votos que tuvo su candidata presidencial en la elección de junio del 2024 para haber cambiado probablemente la conformación del órgano judicial.
Desde ese abandono ahora hay crítica a quienes ocuparán los cargos. ¿Puede quien no vota cuestionar la decisión de quienes sí lo hace?
La oposición parece inundarse en sus decisiones, sin reparar —en analogía climática— en los riesgos de transitar por un Viaducto donde el agua sube y no deja marcha atrás.
Aunque estar en la banqueta no es suficiente.
Salvador Guerrero Chiprés es director del C5 de la Ciudad de México