Lilia E. Cárdenas Treviño, líder social y promotora cultural
CIUDAD DE MÉXICO, 6 de mayo de 2023.- “¿Qué es lo que nos hace humanos? De todo aquello que somos y hacemos, ¿qué crees que realmente define nuestra humanidad?” Para Amelia, una madre herida en lo más profundo de su alma, la respuesta está en el dolor.
Lo que realmente nos hace humanos es la capacidad de sentir como propio el dolor de los demás. Eso es lo que nos diferencia de las bestias, dice. Y ese es el sentimiento que recorre la espina dorsal de La golondrina, un texto inspirado directamente en el ataque terrorista del bar Pulse de Orlando, EU, en junio de 2016.
Y la obra, que tendrá temporada del 2 de junio al 30 de julio en el Teatro Milán, es dirigida por Alonso Iñiguez, Margarita Sanz es Amelia y Alejandro Puente y Germán Bracco, quienes alternarán funciones, son Ramón.
Ella, una severa profesora de canto, recibe en su casa a Ramón, quien desea mejorar su técnica vocal para cantar en el memorial de su madre fallecida recientemente. La canción elegida tiene un significado especial para él y, al parecer, también para la mujer quien, a pesar de sus reticencias iniciales, accede a ayudar al joven alumno.
A medida que la clase avanza, los dos personajes van desvelando detalles de su pasado, profundamente marcado por un atentado terrorista de signo islamista que sufrió la ciudad el año anterior. El significado real de ese ataque, las motivaciones del terrorista y la alargada sombra de sus víctimas provocan un enfrentamiento entre Amelia y Ramón que les lleva a descubrir la verdad sobre aquellos terribles acontecimientos.
Esa verdad les obliga a reflexionar sobre sus propias identidades, la aceptación de la pérdida y la fragilidad del amor, desnudándose hasta tal punto que sus destinos quedarán unidos para siempre en un canto común a la vida.
La golondrina no habla solo de ese atentado, donde murieron 49 personas, en ella también resuenan las tragedias de la Sala Bataclan de París, del paseo marítimo de Niza, de Las Ramblas de Barcelona… y trata de comprender el sinsentido del horror, las consecuencias del odio y las estrategias que utilizamos para que no nos destruyan el alma.
Cuando Amelia y Ramón se conocen, tienen dos caminos ante sí: pueden elegir odiarse o caminar juntos. Los dos tienen motivos para hacerse aún más daño del que han sufrido o reconocerse en el dolor del otro para no permitir que las bestias ganen.
De algún modo son como todos nosotros, porque ante un ataque indiscriminado todos somos víctimas, estuviéramos o no allí, y todos nos enfrentamos a la misma encrucijada: odio o amor. Nuestro mundo depende de la dirección que tomemos.