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Libros de ayer y hoy
¿A quién le gustaría ir a un partido o una competencia donde ya se sabe de antemano quién va a ganar? ¿Cuál es la relevancia de un examen donde ya se tienen las respuestas? Es lo mismo con el ejercicio democrático del 10 de abril.
El próximo domingo se van a poner en entredicho muchos logros que ya se habían ganado. El presidente tiene razón, somos un país donde el deber cívico de ir a votar es muy importante, pero nuestra democracia se acaba al escoger a nuestros gobernantes y no debería ser así. La democracia es más que elegir a autoridades político-administrativas, se puede votar por un sinnúmero de decisiones que nos afectan, así se hace en otras partes del mundo de manera cotidiana y a través de consultas electrónicas que cuestan menos y resuelven múltiples temas como presupuesto participativo, reordenamiento territorial, adopción de nuevos servicios, inclusión de impuestos, cambios educativos, decisiones sobre salud y muchas otras cosas.
La Democracia es un lujo, nosotros lo sabemos muy bien, tener elecciones es caro y complicado, los griegos y los romanos inventaron la democracia, cuando su pueblo tenían garantizadas sus necesidades más apremiantes, de esta forma, en lugar de pelearse a muerte por quien los dirigiera, buscaron dirimirlo con un método menos violento; la democracia es una herramienta para conservar la vida y fortuna de cada quien, de manera ordenada sin tener que arriesgarla, en luchas intestinas, cada vez que, ya no funciona o se muere un gobernante.
Si nos atenemos a esta hipótesis, uno se preocupa por ir a votar, si tiene el tiempo y si no lo distrae de sus ocupaciones más urgentes, de hecho, en México se vota siempre en fin de semana y en horarios muy amplios, para que muchos no tengan el pretexto de no votar por ir a trabajar. La respuesta ha sido buena, por llamarla de alguna manera, el año pasado votó el 52.5% de los electores y en 2018 el 62%. Eso quiere decir que hay alrededor de 40 millones de mexicanos que no encontraron la forma o no quisieron ir a votar, en los últimos dos ejercicios democráticos.
Este ejercicio de revocación pone en riesgo la confianza de muchos electores a través de la polarización, hay unos convencidos en ir a votar, otros en no ir, pero hay muchos más, que aún no saben qué hacer, ahí es donde está el peligro. Mucha gente que se pregunta ¿Tengo que ir a votar? En una votación para escoger a un gobernante, quien no vota, suma a quien gana. En el caso de la revocación, como necesariamente requiere de 40% de los votos para ser vinculante, quien no vota ejerce una especie de veto, su voluntad está ahí, en su derecho a no votar.
El daño estará en que no va a haber ningún cambio, se vote o no se vote, no va a pasar nada, el presidente seguirá en el poder y lo que pretende hacer es ensayar un escenario futuro, donde la supuesta oposición pareciera inoperante, dispersa y fácilmente corruptible.
Alguno de esos 40 millones de mexicanos que muy probablemente saldrán decepcionados, verán que la democracia en México está siendo manipulada, que quien está en el poder quiere viciar nuestro voto para a través de él, imponer un criterio. En la siguiente oportunidad, si logra debilitar o destruir al INE, quizá intente imponer un candidato. La revocación es una mala señal de cómo el presidente enarbolando la bandera de la libertad, quiere imponer su voluntad, violando la ley si es necesario, destruyendo la sana competencia y lastimando el derecho a participar.