Presentan libro Voces por la Paz en FIL 2024
El periodista Alberto Carbot entrevista a su colega Ivonne Melgar para hablar de su libro Xingona, una obra que profundiza en la vida de Xóchilt Gálvez, desde sus primeros años hasta su reciente candidatura presidencial. Ella la describe como una mujer de origen indígena otomí que se ha caracterizado por su rebeldía, franqueza, y éxito empresarial, resaltando su peculiar posición en el panorama político como una negociadora nata y una formadora de alianzas insólitas. La entrevista y el libro pintan su retrato como una figura compleja, capaz y comprometida en su camino hacia la presidencia. “Me sentí motivada por la necesidad de contar la historia de una mujer que veo como una verdadera agente de cambio en el panorama político mexicano” —asegura.
Alberto Carbot
Ivonne Melgar Navas, nacida en San Salvador, El Salvador, en 1965 y nacionalizada mexicana en 1996, es una destacada figura del periodismo en México con una extensa y variada trayectoria en el ámbito de la comunicación y el análisis político. Graduada en Ciencias de la Comunicación por la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la UNAM en 1988 y con especialización en periodismo de datos y técnicas de investigación enfocadas al crimen, por la Escuela de Periodismo Carlos Septién García, ha construido una carrera sólida en medios escritos como UnomásUno, Reforma y Excélsior, además de la televisión y la radio, lo cual refleja su compromiso con el periodismo de investigación y el análisis político profundo. Con ella hablo de su libro «Xingona», que recientemente acaba de aparecer, bajo el sello de Penguin Random House, Grijalbo.
—Ivonne, en tu libro, realizas un retrato muy detallado de la vida de Xóchitl, desde su niñez hasta su parte adulta y su candidatura a la presidencia por la coalición Fuerza y Corazón por México. La has descrito como una mujer rebelde, una indígena otomí y dices, “franca y sin filtros”. Hablas de su carrera empresarial notable y exitosa y la defines como una outsider, una figura externa en la política, con habilidad para negociar y también para formar alianzas, incluso, con aquellos que inicialmente no la apoyaban. Hablas de sus potenciales debilidades y fortalezas como candidata presidencial y dices además que “ella ha demostrado ser una líder eficaz con capacidad de abordar y resolver problemas públicos de manera efectiva”.
—Absolutamente tal cual; todo eso es Xóchilt.
Explicas igualmente cómo ella ha podido llegar a ser la candidata presidencial y hablas de su papel, por ejemplo, en la electrificación de comunidades indígenas y su capacidad para influir en algunas figuras claves del gobierno para apoyar sus proyectos desde que formó parte de ese grupo panista con Fox y más adelante también en su trabajo cotidiano y como senadora. Y finalmente en tu libro destacas su capacidad para trascender las barreras ideológicas y políticas y su determinación de liderar con autenticidad y convicción. Este es un resumen a vuela pluma de lo que en 328 páginas presentas en tu texto. Ahora, dime, ¿cómo se formó “Xingona”?
—Se ideó en medio de circunstancias personales difíciles, marcadas por un infarto cerebral de mi padre, José Luis Melgar, en San Salvador, donde residía. Ese día, el 27 de junio del año pasado, en el aeropuerto, acompañada de mi hermana Gilda, vi en mi teléfono el video que fue grabado a las puertas de Palacio Nacional, en el cual Xóchilt decía que aceptaba el desafío de buscar la candidatura presidencial. Ese fue, digamos, el arranque cuando ella dice “sí voy”. En el avión pensé que estaría bien hacer texto profundo, como un libro, pero también me pregunté quién iba a pedirme que lo hiciera, en el sentido de que soy una reportera que no solamente la conoce, sino que tengo una relación afectiva, personal con ella. Y estas condicionantes siempre cuentan cuando intentas que te contraten para elaborar un texto de esta naturaleza.
Llegamos a San Salvador y las prisas y el dolor por la condición de mi papá, me metieron en otra dinámica. Después, un momento de vulnerabilidad personal por el tema de mi padre, combinado con la fortaleza mostrada por Xóchitl frente al poder, me impulsó a tratar de contar su historia, profundizando en su carácter rebelde, su herencia indígena otomí, y su trayectoria como empresaria exitosa y política disruptiva. Cuando habían pasado unos tres, cuatro días —todavía no terminaba junio—, tuve un tiempo de reposo, y vi que las redes estaban inmersas en el debate de cómo una “improvisada” podía habilitarse como candidata a la presidencia; que la estaban “inventando”, que era un poco en el sentido de la impugnación disfrazada de crítica, por parte de Morena.
Y decían: “claro, pues como todos son unos impresentables, ahora la inventan a ella”; toda esa polémica. En un receso que tuve, escribí en Twitter —que ahora es “X”—, un hilo de tweets sobre lo que sí había hecho, porque por ejemplo me había tocado verla cómo logró convencer al gabinete para que se creara la Comisión de Derechos para Pueblos Indígenas; me tocó verla electrificar varias zonas, conocimos todas las sierras que visitaba, porque le dábamos cobertura periodística y su trabajo hizo posible eliminar muchas enfermedades, algo así.
Dije que ella siempre había tenido como desventaja —hasta antes de que la designaran en el cargo—, el no estar cerca de los partidos. Esa era la diferencia. Subí ese hilo, y como a las 2 horas, me marcó Juan Carlos Ortega de Penguin Random House, Grijalbo y me dijo: “¿Oye, nos puedes hacer un libro?” Yo ya lo conocía. Lo había tratado personalmente para el libro de Mexicanas en pie de lucha, del cual fui coautora con Nayeli Roldán, Laura Castellanos y Valeria Durán y además él había sido mi editor por muchos años en Excélsior, primero de política y luego como editor de primera plana. Y le dije: déjame pensar si te hago una semblanza o una entrevista de Xóchilt.
Me respondió: “elige qué género, pero tiene que salir en tres meses”. Bueno —le respondí—, lo consultaré con Martín, mi esposo, con quien estoy casada desde hace casi 30 años. Solamente le hice una observación a Juan Carlos: ella y yo somos amigas, te lo tengo que decir, porque la editorial tiene que saber que hay una relación entre las dos.
A la media hora me marcó Andrés Ramírez —curiosamente hijo del gran escritor José Agustín, recientemente fallecido, quien ahí es el gran editor de todos los libros de política—, y me dijo que no había problema y que adelante, pero les interesaba mucho conocer una escaleta —que como sabes, es un instrumento clave en la preproducción y planificación de cualquier trabajo narrativo, que te sirve como guía para el desarrollo coherente y estructurado del contenido—, la cual aceptaron.
Medité por igual el hecho de que en este gobierno hay un hecho incuestionable. Resulta que a los periodistas nos han pretendido decir que nos dejarán de criminalizar cuando nosotros dejemos de hablar de la oposición. Y yo ese anzuelo nunca lo mordí, porque yo me formé aspirando a ser cronista del pluralismo democrático. Entonces me dije: “tengo que aceptar este reto y la posibilidad de escribir sobre Xóchilt Gálvez, porque quién mejor que yo, que la conozco, para contar su historia del por qué puede llegar a estar en la boleta como candidata”. Te comento que cuando yo empecé a hacer la investigación, ella todavía no había ganado la contienda interna, en la puja por la candidatura. Mi familia, mi esposo, mis dos hijos, me apoyaron en esa tarea.
Andrés Ramírez, me preguntó: “¿tú crees realmente que ella pudiera ganar la candidatura por parte de la oposición?” Le respondí que eso me quedaba muy claro; de que ganaba la candidatura opositora, no me quedaba duda. “Porque si ella no gana la interna o queda otra persona, nos daría pena hacer un contrato y no publicar el libro”, —me explicó. Le dije: De eso ni te preocupes, ella la va a ganar y acepto el reto.
La busqué y le dije: Xóchilt, me están ofreciendo hacer un libro sobre ti, pero tengo que decidir entre una semblanza o una entrevista, y yo quiero hacer las dos cosas. Si tú me das el sí, yo quiero aprovechar, que sea una entrevista de semblanza. Entonces ella me dijo “sí, anda, le entramos”. Ya alguien le había ofrecido a ella hacer una historia como más novelada, pero no lo tenía claro. “Pero quiero que sobre todo sea una biografía política», me reiteró. Le dije que de eso se trataba la escaleta que yo les había ofrecido. Entonces hicimos cinco entrevistas a lo largo del trayecto de la elaboración del libro; fueron más de diez horas de grabación con ella, en diferentes momentos.
Por ejemplo, viajamos a Hidalgo, me metí en la camioneta, y en todos los trayectos hicimos la reconstrucción del foxismo. Esa fue la más larga. La segunda, la hicimos en su oficina del Senado de la República, y ahí reconstruimos lo que me faltaba de la UNAM; una tercera la hice abajo del propio pleno del Senado, donde hay una especie de lugar de descanso de los propios senadores. Para ingresar, tienes que hacerlo acompañada por un senador. Ahí me bajé con ella y abordamos el tema de lo de su hermana menor, Jaqueline Malinali, quien fue detenida en 2012 por supuestamente ser integrante de una banda de secuestradores que operaba en el Edomex y el entonces Distrito Federal. Esa fue la parte más dura.
Después, en uno de sus trayectos —ella en su camioneta y yo en mi celular, desde mi casa—, hice la de la parte de su labor como senadora, y otra última fue desde su casa, en su iPad, que fue la parte del cierre, cuando ella me contó cómo se enfermó y le dijeron entonces que le quedaba poco tiempo de vida.
Para las transcripciones del material yo contraté a alguien para que me ayudara. Y en total fueron 35 horas de entrevistas, incluyendo las diez de ella y otras veinticinco más con 22 personas ajenas a ella pero que la conocieron de cerca. A mitad de julio pasado fui a Tepatepec, Hidalgo, acompañada por mi esposo, que constituyó realmente el inicio de la investigación. Hablé con sus primos, cuñados y hermanos, en la casa donde ella nació y creció el 22 de febrero de 1963. Y de esa manera logré hacer toda esa reconstrucción.
Asimismo, entrevisté a colaboradores, excolaboradores y también sus compañeros senadores. Algunos sí quisieron dar su nombre, otros no. Y acordamos con la editorial conseguir a una persona profesional y de mucha confianza, para que hiciera la investigación hemerográfica y recuperar todas las notas que habían de ella en los noventas y durante todo el sexenio de Fox. Obviamente muchas notas eran mías, otras de algunos colegas como Marcela Turati, Cecilia González y Mario López. Y básicamente hubo otra investigación paralela mientras escribía, que consistió en buscar videos, recuperar notas y googlear y seguir googleando, para confirmar datos y hechos —dice.
La periodista ha sido una voz crítica y reflexiva en la cobertura de temas políticos y sociales de gran relevancia, destacándose por su labor durante las presidencias de Vicente Fox y Felipe Calderón, así como por su análisis acucioso en las campañas presidenciales de 2006, 2012 y 2018. Su columna «Retrovisor» publicada en Excélsior y sus participaciones como analista en diversos formatos televisivos y radiales evidencian su habilidad para desentrañar la complejidad de la política mexicana y su impacto en la sociedad.
—¿Tu relación profesional y personal tan evidente con ella, influenció el desarrollo del libro, sobre todo en el tema de la objetividad?
—A pesar de nuestra amistad, Xóchitl nunca impuso limitaciones al contenido. Me enfrenté a la tarea de documentar su vida con total libertad, incluso cuando exploraba los aspectos más polémicos o sensibles de su biografía. Esta apertura enriqueció enormemente el libro, permitiéndome pintar un cuadro completo de su complejidad como figura pública y privada.
La decisión de embarcarme en este proyecto fue reforzada por el contexto político y social actual, donde la figura de Xóchitl como candidata presidencial por la coalición Fuerza y Corazón por México —conformada por el PRI, PAN y PRD—, presenta una narrativa de superación y transformación que consideré esencial plasmar. A través de «Xingona», buscaba no solo capturar la esencia de Xóchitl sino también ofrecer una mirada crítica y comprensiva a los desafíos que enfrenta en el escenario político mexicano —menciona.
Además de su labor periodística, Ivonne Melgar ha contribuido al debate público y académico a través de su participación en conferencias y foros, así como en su rol de educadora y promotora de la igualdad de género en el periodismo. Sus publicaciones, incluyendo la biografía política «Xingona» sobre Xóchitl Gálvez, y su activismo en organizaciones como Mujeres en Plural y el Capítulo México del Foro Internacional de las Mujeres, destacan su compromiso con el avance de la sociedad mexicana hacia una mayor equidad y justicia social.
—¿Hubo algo que te retuviera de incluir en el libro, quizás por petición de Xóchitl o por una decisión editorial?
—Nunca hubo restricciones por parte de ella; todo lo contrario, se mostró abierta y transparente. Sin embargo, el desafío real fue cómo abordar la complejidad de su historia de manera justa y equilibrada, especialmente cuando se trataba de temas delicados como su familia y su vida privada.
Mi compromiso fue siempre con la verdad y la integridad periodística, manteniendo un enfoque objetivo, pero empático. El libro, creo, da pruebas suficientes de que documenté las polémicas y las impugnaciones y todos los señalamientos controvertidos y críticos que se dieron, no sólo en el momento en que se le considera precandidata presidencial, sino a lo largo de su vida política.
Porque como es periodismo, sí o sí yo tenía que incluir los cuestionamientos que le hizo el PAN cuando era funcionaria y titular de la Oficina de Pueblos Indígenas, cuando se dijo que debía renunciar y se le consideró ya que le iban a dar cuello, y por el contrario, logró construir la Comisión Nacional para los Pueblos Indígenas y recuperó todas las críticas durísimas, por ejemplo, cuando era delegada y las confrontaciones que tuvo con Víctor Hugo Romo —exalcalde de Miguel Hidalgo, quien mantiene una guerra de declaraciones y acusaciones en contra de Xóchitl Gálvez por presuntamente favorecer a empresas para la construcción de inmuebles cuando gobernó la misma demarcación—, y quien, convertido ya él en el portavoz del partido oficialista, aprovecha cualquier ocasión para imputarla.
En las entrevistas, particularmente en la parte como empresaria, yo la cuestioné y le puse en blanco y negro todas las críticas, mismas que el presidente de la República le hizo con respecto a su condición de empresaria y su presunto conflicto de interés. Entonces creo que sí cubrí, digamos, los cánones del periodismo, que es abordar todos los temas críticos. Es como si hubiera hecho yo un libro sobre Claudia Sheinbaum y no le dedico al menos un capítulo a la Línea 12 del Metro. Imagínate, no podría yo hacer eso. En mi libro, como te dije, hay por ejemplo un capítulo dedicado a la condición de su hermana acusada —todavía sin fallo, sin pena, ni castigo—, del delito de secuestro.
Los editores de Grijalbo —que además de ser editores son periodistas—, me pidieron meternos hasta la cocina en eso. Y así lo hice, porque yo sé que es un tema muy controvertido. Incluso yo recupero todas las críticas que se le hacen en ese momento. Por ejemplo, cómo enfrenta el tema, en una entrevista con Ciro Gómez Leyva, el mismo día que se señala públicamente que su hermana está acusada de ese delito.
Creo que ese fue un momento muy duro en la entrevista. A mí no me había tocado preguntar, sobre el tema o hacerlo a detalle, porque cuando como columnista tú mantienes una relación tan estrecha con tus fuentes —como la que yo he tenido con ella—, pues hablamos siempre del día a día; por eso es que me acordaba de tantas cosas. Pero nunca tocaba esa llaga.
Ella me decía: “hoy es 31 de diciembre y voy a pasar a ver a mi hermana a Santa Marta —el Centro Femenil de Reinserción Social Santa Martha Acatitla, en Iztapalapa—, y le voy a llevar su bacalao”; o el día de la madre: “voy a ir a ver a mi hermana a Zacatecas”, cuando ella estaba presa en esa entidad. Entonces, realmente —cuando le hago esta clase de preguntas sobre su hermana durante la entrevista—, fue una situación muy dura. Y me habló de ese hecho tan terrible, de la vergüenza que ella sentía, y que muchas veces le impedía incluso salir de su casa y que a veces pensó —como lo relato en el libro—, irse a París a vivir con su mejor amiga, que es francesa, y a la cual no conozco.
Me dijo que prácticamente la tuvieron que obligar a salir de la casa, porque sentía la vergüenza reflejada en la mirada de la gente. Eso ha sido un episodio muy duro, sin duda, pero más duro debe ser el saber que su hermana tiene casi 13 años presa, sin libertad y sin juicio. Hay dos cosas que te pegan: una, el hecho de que te puedan criticar públicamente en el sentido de que tienes una hermana acusada de secuestro y esté en la cárcel; y la otra, que ella no haya sido sometida a un juicio para saber si realmente es culpable, lo cual no ha sido determinado por los tribunales.
El caso es interesante, porque las dudas que ella ventila en el sentido de qué tanto esto fue producto de un montaje con carácter de venganza política. Y, además, nos permite dejar la duda, porque —de acuerdo con los documentos de Estambul que ha acreditado y ha registrado como tal la Comisión Nacional de Derechos Humanos de este sexenio, que no necesariamente es muy autónoma que digamos—, ella fue torturada. A la CNDH, cuando se le presentaron las pruebas contundentes de tortura, no le quedó de otra y debió emitir un acuerdo. Además, existe también la falta de ratificación de los declarantes, de los denunciantes. Nadie se presentó a confirmar la declaración que incriminaba a su hermana y —aunque no conozco mucho de los procesos penales—, sé que están en varias instancias revisando justamente esa falta de ratificación de la denuncia.
—Entonces, el proceso fue tan revelador para ti como esperas que sea para los lectores.
—Absolutamente. Este proyecto me permitió profundizar en la vida de una de las figuras políticas más fascinantes de nuestro tiempo, revelando no solo sus logros y desafíos sino también su humanidad. Mi esperanza es que «Xingona» ofrezca a los lectores una comprensión más rica y matizada de Xóchitl Gálvez, inspirando a la reflexión sobre los caminos que cruzamos y las historias que compartimos —puntualiza.
La trayectoria de Ivonne Melgar como periodista, le proporcionó una perspectiva única sobre Xóchitl Gálvez, una figura cuya carrera ha seguido muy de cerca; desde sus primeros reportajes sobre desnutrición infantil, hace varios años, hasta la cobertura de su ascenso político. Ella ha sido testigo de su evolución desde varios ángulos, un recorrido que describe como “espectacular”. La relación profesional y personal que se ha forjado entre ambas le permitió a Melgar comprender profundamente su trayectoria no sólo como política y empresaria, sino también como ser humano.
—¿Cómo ha evolucionado tu percepción sobre Xóchitl Gálvez desde que comenzaste a seguir su carrera hasta hoy? ¿Cuántos años tienes de conocerla de manera personal?
—Veintisiete años, como consta en el libro. Yo la conozco desde 1997, cuando me toca hacer reportajes en el periódico Reforma sobre la desnutrición infantil. Por ese tiempo Cecilia Soto González —figura prominente en la política mexicana, quien se desempeñó como diputada y senadora y fue candidata a la presidencia de México en 1994 por el PT—, le habló a mi jefe René Delgado y le dijo que sería muy bueno que se recuperara la experiencia de la papilla contra la desnutrición que repartía en comunidades indígenas una empresaria otomí, como le indicó. Xóchítl había asistido entonces a una comida en el Museo Nacional de Antropología, a un encuentro de mujeres organizado para Hillary Clinton, como parte de la agenda que sostuvo en México durante la visita de su esposo, el presidente Bill Clinton.
Entonces yo le marqué y le pregunté: oiga, la puedo entrevistar “Sí —me dijo—, pero tiene que ser hoy porque en unos días estaré fuera de circulación”. Ella vivía en la calle Adolfo Prieto, en la colonia del Valle, así que yo caminé del periódico hasta su casa y resultó que efectivamente iba a estar fuera de circulación, porque iba a nacer Juan Pablo, su segundo hijo, y estaba a punto de irse al hospital. Así la conocí personalmente y ahí queda incluso la entrevista, que se llama “Dieta rica en pobreza”, del 11 de mayo de 1997, que se publicó combinada con unas reflexiones que me dio Abelardo Ávila Curiel, un super destacado investigador de nutrición, que conocía lo que era la dieta de los pueblos indígenas.
Tiempo después, cuando se filtró en columnas que ella iba a integrar el gabinete del presidente Vicente Fox, la busqué en mi bella agenda de papel; le llamé, pero me dijeron que ya no se le podía localizar ahí, pero que le iban a pasar mi recado. Ella después me llamó a Reforma y me confirmó que era cierto lo de la propuesta de gobierno, pero que todavía no había tomado la decisión final. Luego aceptó, y como digo en el libro, a partir de ahí se creó un diálogo permanente, una relación cercana, sin suspensión, durante los últimos 24 años. Y entonces puedo responder que la evolución ha sido espectacular, porque la descalificación y la pretensión de tratar de deshacerse de ella desde el primer año del sexenio y hacer todo para impedirle aparecer en una boleta electoral —ya sea como candidata a gobernadora, como candidata a delegada, senadora y finalmente a presidenta de la República—, se ha dado en medio de tensiones permanentes, incluso con las cúpulas partidistas, que terminaron cediendo y luego dijeron: “si queremos ganar, que sea Xóchitl la candidata”.
—Te pregunto, ¿cómo lograste mantener ese enfoque objetivo al escribir sobre ella en tu libro?
—No sería yo jamás la que calificaría cómo puede caracterizarse la objetividad de mi libro; eso sinceramente prefiero dejárselo a los lectores. Yo sólo puedo decir que aspiré a cumplir con los cánones del periodismo, y como te digo, creo que serán esos lectores quienes podrán calificar mi trabajo.
—En “Xingona” mencionas que Xóchitl ha enfrentado críticas y adversidades. Más allá del libro, ¿consideras que esto le da sustento público y político y social para demostrar que tiene capacidad para ejercer el liderazgo y en todo caso llegar a ser presidenta de la República?
— Me queda claro que Xóchilt posee una firmeza muy especial. Lo ha dicho muy bien el senador Germán Martínez, y me llamó la atención la forma en que le dio al clavo. Él ha dicho que ella es molesta e incómoda, porque su firmeza es a prueba de fuego. Y claro, pues como no, imagínate: si dos grandes líderes políticos como Ricardo Monreal o Marcelo Ebrard —que todos creíamos iban a lograr estar en la boleta presidencial de una u otra manera, quizá no con Morena, pero iban a estar presentes—, hoy no lo están. Entonces, algo debe tener la candidata Xóchilt Gálvez, que sí está en la boleta.
Y es eso, es una capacidad de fortaleza muy particular, un liderazgo diferente que está a prueba de los votos. Hoy son dos mujeres que contendrán; estamos preparados para una mujer, y sólo nos queda preguntarnos en qué liderazgo creemos. Una de ellas, Claudia Sheinbaum, la abanderada del oficialismo, destaca por su impresionante capacidad de disciplina ante su verdadero coordinador de campaña y la otra, es Xóchilt, quien siempre ha surfeado las cúpulas partidistas y que hoy está colocada de forma inédita como una candidata realmente competitiva.
Aún no sabemos cuál será el resultado y si ella, de un modo híbrido, logra combinar la fuerza de la ciudadanía, de la sociedad civil, con los partidos. ¿Qué líder desearán los mexicanos que los gobierne? Esa en una gran incógnita, pero creo que el libro te deja claro que Xóchilt sabe liderar técnicamente, políticamente y legislativamente, y también, hacerles frente a los poderes fácticos.
—¿Qué papel juega la identidad indígena real de Xóchitl, una condición que muchos políticos utilizan demagógicamente en tiempos electorales, como una parte reivindicatoria que les permite abrirse espacios entre la población?
—Ese fue el otro punto que los editores me pidieron: dejar muy claro: por qué ella dice que es indígena y en qué contexto creció; contarnos el por qué. Yo quise ir a conocer sus raíces en Hidalgo. Tú sabes que no puedes controlar el relato y el testimonio de seis primos y cuatro hermanos. Entonces, lo que yo pude reconstruir, es que efectivamente su hogar pertenecía a un pueblo con reminiscencias de indios otomís, nañus y que es nieta de una pareja indígena que vestía siempre con enaguas y huaraches. La identidad, en el mundo de los derechos constitucionales se asume como la adscripción también y ella la toma desde muy niña.
En el libro presento un capítulo sobre “La niña de Tepatepec”; hay una identificación con las comunidades más afectadas por la pobreza; desde que tenía 12 o 13 años, enfrentaba a los caciques, declamando el poema que reproduje y es muy lindo, que se llama “Indio del Mezquital”. Claro, por supuesto yo la cuestiono y también le presento todos los cuestionamientos que se le hacen sobre ese y otros temas. Ese es uno de los capítulos que más me gusta; ya los lectores y los electores sabrán qué tanto le aceptan a Xóchitl esa adscripción indígena o no.
—Estamos a dos meses de la elección y se cuestiona mucha gente si ella realmente posee los atributos y la capacidad necesaria para competir de manera exitosa contra Claudia Sheinbaum. Dicen, por ejemplo, que no era la mejor candidata, pero que, en este momento, ya no hay de otra. Y basada en tu investigación, te preguntaría ¿qué perspectivas crees que puedes ofrecer sobre las fortalezas de la propia Xóchitl como una candidata realmente competitiva?
—Yo creo que el libro te deja en claro la capacidad personal, humana y política que ella tiene para competir en medio de una contienda de Estado, pues no me queda la menor duda que se trata de una elección de Estado y eso está acreditado en el libro, con todos los capítulos, sobre lo que ha sido su vida. Y es una candidata realmente competitiva.
—¿Te parece que Xóchilt Gálvez pueda realmente unificar a la oposición? ¿Que cuente con el liderazgo y la estrategia política para aglutinar a los distintos sectores opositores y que incline a su electorado a votar por ella?
—Sí, definitivamente, aunque creo que —si ganan juntos los priistas, los panistas y los perredistas—, tendrán que prepararse para las definiciones que habrá después. Por ejemplo, se molestaron muchísimo los panistas —y así lo contamos en el libro—, cuando ella ganó la delegación Miguel Hidalgo y no les dio las principales posiciones, y así tendrán que prepararse, porque si los azules creen que ellos van a ser los únicos en llegar en Bucareli, a mí se me hace que, a la hora de la hora, ella puede hasta catapultar a un rojo o a un amarillo. Y creo que eso sí puede ser duro para las cúpulas partidistas —expone.
La desatacada periodista y analista política también aborda la importancia del Congreso en la gobernanza, señalando una ventaja significativa de Gálvez sobre el actual presidente, quien, según su investigación, nunca valoró adecuadamente el poder legislativo. Esta comprensión y respeto por el Congreso podría ser crucial para la efectividad de Gálvez como presidenta —asegura.
—Entonces, está claro que ella va a tomar sus decisiones personalísimas en caso de llegar a la presidencia.
—Sí, y tendrá que calcular todo, porque ella sabe que sin el Congreso un presidente vale ya sabes qué… Por cierto, esto es algo que nunca pudo el presidente actual, porque en su historia está demostrado —de acuerdo con lo que hemos reporteado—, que jamás valoró el poder y el peso que tiene el Congreso y él nunca quiso ser legislador, ni jamás respetó a los legisladores. Y ya vemos cómo le fue. Se topó su gobierno con la sorpresa de que no le aprueban ni su Plan A, ni su plan B y ahora Plan C.
Yo creo que su experiencia como congresista es una gran ventaja de ella. Sabe lo que es cabildear afuera y lo que es cabildear adentro. Entonces creo que lo que estaría por delante sería jugadas que tengan que ver con el valor del Congreso. Me queda claro que Xóchilt sabe que el poder presidencial sin contrapesos es impensable, tan así, que incluso le fue imposible al presidente más poderoso y carismático de los últimos tiempos, que es Andrés Manuel López Obrador.
—A Xóchilt Gálvez creo que posee carisma y que además le puede ayudar mucho, pues a pesar de todo, en muy poco tiempo se convirtió en una figura que según las encuestas está muy cerca o prácticamente al ras de la candidata de gobierno, que lleva prácticamente seis años en campaña.
—En los últimos meses percibí que el ánimo que yo veo en sus colaboradores y en la campaña, es similar al que yo vi con Vicente Fox, pero que no vi nunca con Josefina Vázquez Mota, ni tampoco con Ricardo Anaya. Entonces, el ánimo si está presente, sí están jugando a ganar y están dando la batalla por ello; eso sí me queda claro. Nadie se está haciendo tonto en esta campaña.
—¿Hay alguna parte sobre la historia de Xóchitl de tu libro “Xingona” que se haya quedado en el tintero, o que por alguna razón no alcanzaste a incluir ya sea por una cuestión personal y periodística tuya, o por una cuestión de razonamiento de la propia Xóchit que te haya dicho “no quiero hablar sobre este tema, ni tampoco de este otro”?
—No, ella nunca me dijo “no metas eso, o esto sí”. Hay una parte dura con la parte de la hermana; hay otra parte dura cuando le pregunto sobre la procedencia de todos sus hijos, ahí tú verás cómo nace su hija Diana y Xóchilt enfrenta ser madre soltera. La vi sufrir cuando me lo contó. Pero también hay cosas que no me dijo cuando yo estaba reconstruyendo la historia, y que otra gente sí sabe, como por ejemplo que se puso muy triste porque cuando terminó su carrera, justo se produjo el sismo de 1985 y alguien me confió que su novio perdió la vida. Me dijeron que ella quedó muy débil, tanto anímica como físicamente y tuvo que desplazarse hasta en silla de ruedas.
Hubo otras cosas de las cuales me enteré después de haber entregado el libro, como por ejemplo de que la familia de un muchacho de ingeniería casi la adoptó para que comiera todos los fines de semana con ellos y de paso le diera clases de cálculo a un joven, que fallaba mucho en la materia. Y hubo algunos relatos más que hace poco oí y me dije: qué coraje que no lo supe antes, porque me hubiera gustado incluirlo. Y seguramente hay más.
— Hablemos ahora de la aceptación o de las ventas de tu libro; ¿cómo ha sido acogido?
—Fíjate que no he hablado con la editorial sobre el particular, porque se atravesaron las vacaciones, pero, por ejemplo, Martín, mi esposo, ha preguntado en algunas librerías y entendemos que ya se les agotó el primer lote que les habían llevado, como por ejemplo Gandhi, y la de El sótano. La verdad, nunca estoy pensando en cuánto voy a ganar; lo que sí me importa es lo que opinen los grandes lectores, la gente a la que le gusta leer y ahí sí creo que me está yendo muy bien, la verdad. Estoy contenta y me siento muy satisfecha.
—¿Qué ha significado para ti haber escrito “Xingona”?
—Pues que este libro fue mi reto y mi desafío, y estoy contenta por haberlo afrontado, porque era decirle “no” al autoritarismo que pretende que nos olvidemos de que la democracia se construyó durante muchos años entre muchísimas manos y que se ha empeñado en criminalizar a los que hoy no están en el poder. El periodismo político ha sido mi pasión y consiste en darles a todos su justa dimensión, sin caricaturizaciones y sin recurrir a la posverdad, la publicidad o a la propaganda.
Eso era lo único que yo quería hacer con “Xingona” o sea, un trabajo que fuera literalmente periodístico, que se distinguiera de la publicidad que nos dice que alguien es héroe o bello cuando no lo es, y el de la propaganda, que defenestra y descalifica e incluso se burla de los personajes políticos. Un trabajo literalmente periodístico era lo que yo quería; lo logré y me siento muy contenta.
—Seguramente ya tendremos oportunidad de leer algún otro texto periodístico producto de tu larga carrera. Una pregunta fundamental —luego de esta charla—, es si crees realmente que Xóchitl pueda ganar la presidencia de la república.
—Sí, definitivamente. Creo que la va a ganar por lo que Xóchitl es y por lo que representa como política de experiencia; porque es una mujer inteligente y. sobre todo, por lo que estoy viendo, oigo y observo en un personaje diferente, directo y sencillo como ella.