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MÉXICO, DF, 28 de noviembre del 2014.- A unos días del 104 aniversario del inicio de la Revolución que lo despojó del poder y le impidió ser considerado uno de los personajes relevantes en la historia de México, y a unos meses de conmemorar el centenario de su muerte, el debate sobre el lugar que debe ocupar el ex presidente Porfirio Díaz en la historia de México se mantiene apagado, pero no por ello deja de ser interesante.
Quadratín México acudió al doctor Felipe Arturo Ávila, director general adjunto de Servicios Históricos del Instituto Nacional de Estudios Históricos sobre la Revolución Mexicana, para saber si el ‘Héroe del 2 de Abril’, tiene méritos suficientes para salir de lo que el investigador califica como ‘basurero de la historia’, donde se encuentra hoy.
“La historia no es un tribunal, es una disciplina que trata de explicar los hechos, no de condenar. Porfirio Díaz es uno de los personajes históricos más importantes en México, porque fue un héroe nacional de las guerras de Reforma y de la Intervención Francesa.
“Ya como mandatario, por un periodo muy largo, hizo una profunda transformación, pues por primera vez en el siglo XIX hubo estabilidad política. Antes incluso, estaba en duda que pudiera sobrevivir la Nación”, explicó el especialista desde su oficina en el corazón del antiguo pueblo de San Ángel, un lugar que aún transporta a esos años del Porfiriato.
“Sin embargo Díaz se convirtió en represor y en la causa directa de la Revolución”, continuó el doctor. “Fue echado al ‘basurero de la historia’ porque ésta fue la imagen oficial que se le construyó y se unió a los personajes más negativos de la historia de México como Cortés o Santa Anna. Pero esta visión hay que ponderarla y matizarla.
“Los dictadores se consideran necesarios y tienen que ser hechos a un lado por la fuerza”, agregó, “pero si en 1908 ó 1909 don Porfirio no hubiera decidido reelegirse, hubiera pasado a la historia como un héroe con un lugar importante”.
Su Personalidad
“Porfirio Díaz es ejemplo claro que, para gobernar con éxito, no hace falta estudiar porque la inteligencia es natural. Tuvo olfato político, tacto y habilidad para mandar, don de gente, valor y autoridad, que lo convirtieron en la pieza maestra de una y aceitada maquinaria política. Era un hombre con memoria prodigiosa que sabía contactar con la gente.
“Al revisar sus archivos me sorprendieron las miles de cartas, en correspondencia directa con quienes le escribían. A todos contestó directamente”, señaló sorprendido el director del Instituto, quien permanecía inmóvil, con los brazos cruzados sobre su escritorio, desde donde perdía continuamente la mirada, para facilitar su reflexión.
“Es sorprendente también ese instinto para aliarse y sacar provecho para beneficio propio y de su grupo”, reafirmó el doctor Ávila. “No fue inculto, pero tampoco intelectual, Tenía gran capacidad de aprendizaje y alto sentido del arte de gobernar, que ejerció como pocos. Pero no dio continuidad a su obra y se retiró. Esto lo perdió”.
Sus blasones
Díaz fue presidente desde 1877 hasta 1911, sólo con un periodo intermedio fuera del poder, que ejerció su compadre, Manuel González entre 1880 y 1884, con siete reelecciones. En esos casi 30 años, México cambió radicalmente, de un país rural a uno que entraba de lleno en la industrialización, con logros que no han sido superados hoy.
“Don Porfirio fue arquitecto de una estabilidad política que permitió la modernización económica, con un notable y sostenido crecimiento. Quizás el país nunca creció tantos años así. Sobre todo en los sectores más modernos: agricultura comercial de exportación, con crecimiento anual arriba del 6 por ciento, así como minería, petróleo e industria.
“El país no tenía mercado interno, estaba fragmentado en regiones y en el Porfiriato se promovió la integridad nacional. La estabilidad política fue pilar de este gran desarrollo económico”, señaló el investigador, acerca de los logros de Díaz como presidente.
“Esta bonanza benefició a los sectores de exportación, particularmente en la zona de Monterrey y sus alrededores, así como la Región Lagunera, en los límites de Coahuila y Durango. También donde hubiera petróleo, minería, henequén y algodón”, explicó.
También destacó el inicio de su más impresionante obra de infraestructura para comunicar al país: miles de kilómetros de vías férreas, con que logró, por primera vez en la historia, acercar fronteras, regiones productoras y puertos con el centro del país.
“Fue tan importante este desarrollo que desde la Revolución prácticamente no se añadieron kilómetros la red. Incluso 100 años después desapareció y, a diferencia de lo que ocurre en el resto del mundo, en México nos rezagamos”, lamentó el entrevistado, rodeado por una infinidad de libros, que parecen multiplicarse conforme avanza la charla.
“También nacieron los grandes desarrollos portuarios o sus ampliaciones, como sucedió en Veracruz, Tampico, Salina Cruz, Progreso y Guaymas”, agregó.
Sus pecados
En cuanto a los motivos que desvirtuaron la imagen de Díaz, en la historia mexicana, se sitúan en su época de presidente y tienen que ver con la mala distribución de la riqueza y la poca apertura política a grupos no allegados a la clase gobernante. Sin embargo, el doctor Ávila considera que su gestión fue un gobierno autoritario, más que una dictadura.
“Hubo un desarrollo desigual, el centro y sur del país, apegados a la tradición indígena, tuvieron mucho menor crecimiento. Esto generó que la mayoría de la sociedad estuviera al margen del progreso”, señaló el director del INEHRM. “Además no había derechos sociales, el 80 por ciento de la población era analfabeta y esto generó descontento.
“Su gobierno fue autoritario y reprimió con la fuerza pública, de manera brutal, como en las huelgas de Cananea y Río Blanco, o el genocidio emprendido contra los yaquis de Sonora a quienes mandó a los campos de henequén del sureste. Y aunque tuvo rasgos dictatoriales, no fueron la regla, otros lo matizan. Por eso tendría que verse como jefe de una oligarquía gerontocrática, más que un dictador en su sentido más violento y represor”.
En cuanto al sistema político de la época el doctor Ávila considera: “Estaba cerrado y prácticamente no existía la democracia, por eso la disidencia era heroica y la pasaba muy mal. No se permitió la movilidad de las élites y la generación que gobernó con Díaz se enquistó. Por eso, en un afán perpetuarse en el poder le cerró el paso a Madero”.
Otro error fue la omnipotencia de la clase gobernante que degeneró en la corrupción: “En los primeros años hubo una separación de las funciones públicas de los intereses económicos”, explica el entrevistado. “Pero esta regla se rompió, con el ascenso del único grupo que logró incrustarse en el aparato de gobierno, los ‘Científicos’.
“Entonces comenzaron las alianzas con los empresarios y esta fusión pervirtió al Gobierno, lo que generó malos manejos, influyentismo, conocimiento de información privilegiada, donde altos funcionarios compraron tierras por donde estarían las estaciones del tren y se favorecieron. Eso no se llama de otra manera, que corrupción”.
Sin embargo el gran error de Porfirio Díaz fue su intento por perpetuarse en el poder, sin cederlo siquiera a sus correligionarios, aunque lo consideró en varias ocasiones:
“Díaz y su gobernante se crearon su propia mitología. Varios notables intelectuales porfiristas, como Justo Sierra o Francisco Bulnes, desde la década de 1890, afirmaron que Díaz era necesario porque el país no podía desarrollarse sin él y estaban convencidas que tenían alargarle la vida y mantenerlo en el poder. Díaz se lo creyó.
“Pero tampoco era torpe o ciego, quería preparar a alguien para sucederlo y en 1904 pensó en una solución que no era mala. Sería un binomio entre lo mejor de su sistema político: en la presidencia su secretario de Hacienda, José Yves Limantour, de los ‘Científicos’ y alguien que garantizara la gobernabilidad, el vicepresidente sería su secretario de Guerra, el general Bernardo Reyes”.
Sin embargo el general nunca se decidió a que esto sucediera, ni lo hizo en 1908, cuando fue entrevistado por el periodista estadounidense James Creelman, cuando afirmó que “México estaba listo para gobernarse democráticamente”, en lugar de eso, espero que sus sucesores se desacreditaran y él siguió en el poder, tal como explica el investigador:
“Díaz nunca estuvo del todo dispuesto a dejar ‘la silla’, además no controló las ambiciones de Limantour y Reyes, quienes pelearon desde el primer momento. Díaz quería un gobierno civil, pero Limantour mostró gran incapacidad política y a su grupo la gente le achacó la responsabilidad de sus problemas. Esas decisiones provocaron la Revolución”.
El juicio de la historia
Luego de su derrota militar, política e histórica, Díaz se exilió en París. Allí, según testimonios, pasó años llenos de dolor y amargura, porque creyó que los mexicanos fueron injustos con sus actos, pues pensaba que eran por el bien del país, incluso su destierro. Además murió preocupado por la guerra que provocó y que terminó hasta 1920.
Lo que Porfirio Díaz nunca imaginó fue que sería recordado como un gran villano en la historia y que por eso, sus restos se mantendrían en ese exilio, 99 años después. Pero además, que tampoco hay intención por darle el justo lugar que se merece.
“Sigue siendo un personaje incómodo”, afirmó el doctor Ávila, quien corona un muro de su oficina con un retrato de considerable dimensión de Emiliano Zapata.
“En los intentos anteriores de familiares y autoridades para repatriar sus restos, se han encontrado con un rechazo automático de esta cultura surgida de la generación victoriosa de la Revolución que lo considera un traidor y no pondera sus aspectos positivos.
“Tampoco ha habido gobiernos o sectores de la opinión pública dispuestos a polemizar. Esto porque la sociedad no es capaz de hacer a un lado sus filias y sus fobias ni de crear un debate sensato, o con la madurez suficiente para ver a la historia sin juzgar, condenar o absolver. Pero hay personajes en particular que siguen generando odios y pasiones extremas, desafortunadamente éste es el caso de Porfirio Díaz”, concluyó el docente.