Libros de ayer y hoy
“No money, no honey”, se podría interpretar como “no hay dinero, no hay amor, ni cuchi cuchi”. Eso pareció ser el juego del presidente Barack Obama contra los republicanos con el cuento del llamado “sequester” presupuestal, consistente en liberar los recortes del gasto del gobierno federal para que no se perdieran 750 mil empleos y servicios, según Obama, quien lo manipuló ante la opinión pública con la intención de dejar mal parados a los republicanos. Pero lo que hizo fue poner en tela de juicio su credibilidad política.
Lo planteó al estilo del fallecido presidente venezolano, revolucionario, bolivariano, libertador, magnánimo Hugo Chávez con el cuento de “salva pueblos” en contra de los ricos imperialistas, que no era otra cosa que, de una situación no favorable, hacerlo un caos para culpar a los políticos opositores y de paso justificar su existencia.
Esta situación podría ser intrascendente y compresible en la medida que se entienda como el juego político. Pero si se miden con detenimiento las consecuencias de esas ideas de engaña bobos, se deja al descubierto que con su política intrigante para complacer políticas populistas sobre el bien común de la nación, se está corriendo el riesgo de una confrontación social de “clases”.
Lo que se puede traducir como un abuso de poder a base de mentiras, rebajando a Estados Unidos a un nivel de país bananero, de lidercillos guiados por un manual socialista bendecido por Dios.
Esa retórica de salva pueblos causada por los supuestos enemigos del gobierno, por consiguiente del país según ellos, lo que hacen es obstruir acuerdos políticos que pudieran ser viables para sobrellevar las crisis económicas.
Si recordamos los inicios de Obama cuando buscó la presidencia por primera vez, fue su retórica lo que lo llevó a la Casa Blanca, al pedir un “change” para deshacerse de las políticas belicosas y sus altos costos financieros; que habían sido apoyadas precisamente con mentiras. Y así salvar al país del odio internacional y de la crisis económica interna y externa.
Pues hoy día se sigue odiando al país en el extranjero como siempre, y Bengasi es una muestra de eso cuando se atacó al consulado estadounidense el 11 de septiembre del año pasado en Libia, donde murieron diplomáticos estadounidenses.
Pero con Bengasi se mintió deliberadamente al distorsionar la verdad sobre un ataque terrorista premeditado: el 9/11 del 2012, con la complicidad de la secretaria de Estado Hilary Clinton. Se les acusó la falta de aclaración y reacción del gobierno estadounidense por no dañar la reelección de Obama a la presidencia. Manipularon la verdad hasta convertirla en mentira. Como Chávez pues.
Con el inicio de su segundo mandato y con la intención de atacar a los republicanos los acusó del “precipicio fiscal” y le siguió con el “secuestro”. Es cierto que las políticas del capitalismo salvaje generan sociedades esclavas a la pobreza, pero también las oratorias populistas como arma política son un peligro para la estabilidad social.
El tema de la economía es muy sensible. Obama intentó usarlo para culpar a los republicanos de la debacle que nunca llegó, los acusó de quitarles el pan de la boca a los estadounidenses con lo cual se ganarían su desamor. Pensó que la falta de presupuesto sería la cuota final para los republicanos, y de una vez por todas el “american people” dejaría de quererlos: no money, no honey.
Pero resultó que el viernes pasado la economía de los mercados en la Bolsa de Nueva York repuntó, y un reporte en los índices de desempleo en EU bajaron en un mes del 7.9% al 7.7%, entre el sector privado contra 10 mil empleos que se perdieron en el sector público.
La diferencia entre Obama y Chávez es que este último se distinguió por lo burdo y torpe, rayando en lo ridículo, pero que se consolidó gracias a un gran sector de la población bananera venezolana, que ahora se le ocurrió la nacada de querer ver a su héroe de oropel embalsamado para perpetuar su legado. Mientras Obama con su discurso refinado ve incrementar su popularidad en el sector social que le pide medidas proteccionistas, que también ya lo ve embalsamado en vida. Su rostro ya luce como el de Chávez y el Ché Guevara en camisetas, gorras, chamarras y en cuanto suvenir de baratija hay, con la intención de glorificarlo como a un Lincoln bolivariano.
Que un político mienta no sería nuevo, pero si el “changeman” sigue acumulando mentiras como ya lo demostró con la reforma de inmigración, el rescate inmobiliario, con Rápido y Furioso entre otras cositas, todo indica que a Obama se le está agotando su discurso para los que creían en sus palabras embalsamadas.
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