Jubileo 2025: Llevar esperanza a donde se ha perdido
Pero dudaron de la veracidad discursiva de Padierna Luna, secretaria General del Partido de la Revolución Democrática, porque en el sexenio 1999-2005, cuando los gobernó el perredista Alfonso Sánchez Anaya, no ocurrió nada extraordinario que sacara a Tlaxcala de la pobreza; menos en el periodo 2005-2011 en el que ex priista Héctor Ortiz Ortiz, abanderado por el Partido Acción Nacional fue gobernador.
La señora Padierna encabezó un acto en el que ponderó las capacidades políticas y administrativas de tres candidatos de la alianza PRD-PT-Movimiento Ciudadano en Tlaxcala (Lorena Cuéllar y Martha Palafox al Senado, y Víctor Briones a una diputación federal).
Sin duda, en Tlaxcala esta trinca debe ser bien conocida. Pero indudablemente los asistentes a ese acto debieron haber fruncido el ceño cuando la señora Padierna hizo promesas, adelantó escenarios y, sobre todo, abusó del desconocimiento que el grueso de la población tiene de la tarea legislativa.
Y es que, la dirigente perredista aseguró que los “ahorita el Congreso está repleto de panistas y priistas y aprueban que cada mes suba el gas, la gasolina, el diesel, la electricidad, ellos autorizaron aumentar el IVA de 10 al 15 por ciento y del 15 al 16 por ciento, allá se está votando que haya privatizaciones, cosas que han hecho mucho daño al país”.
Hay que recordar que Dolores Padierna ha sido dos veces diputada federal y legisladora local en la Asamblea Legislativa del Distrito Federal. Por ende, sabe que mintió a los asistentes a ese acto en Tetla.
Porque, los tlaxcaltecas, como los poblanos, chiapanecos, sinaloenses, zacatecanos, oaxaqueños, sudcalifornianos, michoacanos y chilangos no han cambiado su calidad de vida, para bien, con los gobernantes de filiación perredista, asociados con petistas, convergentes en su momento y hasta panistas como fueron los casos de Puebla y Oaxaca.
Mentir, prometer lo imposible, avivar sueños y acarrear simpatizantes ha sido el motor de estas campañas –de las que saldrán nuevos ricos—que están a punto de concluir y que, en el pasado fin de semana comenzaron a correr en linderos de sus cierres, éstos donde cada cual se imagina en Los Pinos y asume compromisos y contagia a sus operadores del sueño del poder que ya se reparten, como ocurre con Andrés Manuel López Obrador que ha designado a priori a sus colaboradores. O la fallida intentona de Josefina Vázquez Mota de designar, por ejemplo, al científico Mario José Molina Pasquel-Henríquez, quien luego le dijo que no, que muchas gracias, pero la política no es lo suyo.
Mentir, soñar, tomarle el pelo a los ciudadanos o pensar que somos menores de edad, ésa ha sido la praxis de los candidatos a senadores, diputados federales, gobernadores, alcaldes, diputados locales, alcaldes, regidores y, por supuesto, a la Presidencia de la República.
¿Nuevas leyes? ¿Nuevas secretarías o dependencia federales? ¿Austeridad? ¿Justicia? ¿Combate a la corrupción? ¡Ahora sí! Promesas, ofertas de las perlas de la virgen –como calificó Padierna a lo que ofrecen en el PRI, aunque olvida que su candidato del cambio verdadero, incumplió promesas cuando gobernó a la ciudad de México y prohijó la proliferación de pandillas políticas en las delegaciones–.
Mentir como Josefina Vázquez Mota que un día aparece seis puntos debajo de Peña Nieto y al día siguiente ya cerró el trecho a dos puntos. O “un par”, como citó en el acto celebrado en Tuxtla Gutiérrez, en su segundo cierre de campaña.
Y Enrique Peña Nieto que enseña músculo y buscó llenar hasta las lámparas al Estadio Azteca, con un acarreo impresionante. ¿Cuánto costó ese cierre? ¿Cuánto cuestan los cierres de campaña de los cuatro aspirantes a la Presidencia de la República? ¿Quiénes andan nerviosos y por qué? Prometer, soñar, acarrear. El domingo entrante, en una fracción de segundos, el ciudadano decidirá en quién confiar. Digo.