El presupuesto es un laberinto
Ni a cuál ir; sólo van por el presupuesto
A ver, querido lector. (Y no me diga que escriba lectora, porque lector es quien lee y no es hombre ni mujer). A qué candidato a gobernador, a diputado local, a presidente municipal, a asambleísta, a delegado político, a diputado federal conoce usted. Y de entre los que conoce, digamos que conoce porque quizá ha oído el nombre y apellido, por quién metería usted las manos al fuego, a quién le daría su “confianza” y votaría este venidero 7 de junio.
¿Yo? No conozco a la mayoría. Y no votaría ni por los del PAN, ni por los de PRD, ni por los del PRI, ni por los de Morena, ni por nadie. Sí iré a votar. Pero yo sí voy a anular mi voto. Y no me anularé yo, sino a los mediocres candidatos, a pesar de que quién sabe quién trae, en las llamadas redes sociales, una campaña denominada, creo que así es, #NoTeAnules.
No. Si a la que quiero anular es a la partidocracia, Esa dictadura que es peor que la de los nazis. Parece un mal chiste. ¿Imposible de lograrlo? No lo sé aún. Pero un buen ciudadano, que viva su vida en estado consciente, que se ame a sí mismo y que ame a sus alteridades, debería de mandar al diablo a los partidos y crear otros medios para elegir no a gobernantes, sino a verdaderos empleados de la ciudadanía y de todo el pueblo. Empleados, porque a los que son elegidos se les paga no lo que los ciudadanos consideran justo, sino lo que ellos, los que se erigen en gobernantes, deciden que se van a pagar. Y vaya que los que tienen más saliva, o sea los ejecutivos, se despachan con la cuchara grande. Siempre es así.
Pues sí hay que anularlos por el bien de los ciudadanos y más por el bien de los que vienen detrás de los viejos, los niños que están naciendo por responsabilidad o irresponsabilidad de sus progenitores, porque estoy viendo que todos los partidos, como dicen en mi tierra, son guaridas asquerosas, llenas de heces y podredumbre, de coyotes de la misma loma. Nadie se salva. Ni los que dicen que no son corruptos. Que mentira, pues no he visto a ninguno que no vaya por el presupuesto del gobierno del estado, o por el de legislativo, o por el de las delegaciones del DF o por… Uf. Qué mentirosos.
Además, estará usted de acuerdo con este escribidor en que las actuales campañas político- electorales están resultando muy mediocres. En la ciudad de México, por ejemplo, para no ir a Chiapas o a Baja, o Yucatán, no hay un solo personaje que llame la atención realmente, que arrastre multitudes. ¿Qué? ¿Los del Morena? ¿Quién? Ni el Señor López. ¿Ricardo Monreal? Y quién es. Lo conocerán algunos en Zacatecas, y quieren que regrese, pero lo que se llevó.
Y para qué nombres. No se ve a nadie con espolones para peleador sangriento de Palenque, a no ser los gallitos de Cuajimalpa o de Coyoacán, donde se sacaron el mole perredistas y perredistas redimidos por el PRI.
Pero así es la política, creo que debería de llamarse mejor politiquería, a la mexicana. Ya la describió y la denudó el maestro Eduardo Humberto del Río García, caricaturista, historietista y escritor mexicano, que usa el seudónimo de Ríus. Y lo dijo con alegría, con picardía en Los Supermachos y en Los Agachados, dos espléndidas historietas que poco a poco han venido olvidando los lectores, por muerte natural, y que los jóvenes de orejas clausuradas con las nuevas tecnologías de la incomunicación, muchos de quienes desconocen totalmente su historia personal y nacional. Claro. Es explicable. También millones no saben quién fue Pancho Villa, o el contrarrevolucionario Francisco I. Madero, o el revolucionario Emiliano Zapata. Ay México.