Eliminar autónomos, un autoengaño/Bryan LeBarón
El amante japonés
Dos culturas, dos razas se unen en el amor; amor que nace desde la infancia y sobrevive hasta la muerte. Enamoramiento que culmina en la cópula entre sábanas viejas y cucarachas que habitan en su hotel de paso favorito. Los vetos culturales y raciales no valen cuando de amar se trata.
La autora de la novela El amante japonés, Isabel Allende, describe los momentos difíciles que tócales vivir a un descendiente de japonés como prisionero de guerra en Estados Unidos durante la segunda gran conflagración y una chica judía que escapó de las persecuciones nazis en su natal Polonia.
El amante japonés prenda y preña a la judía escapada del martirio polaco.
El pecado es protegido bajo la jupá con un matrimonio judío, con las siete vueltas de Jericó, la lectura de la Ketuba y la copa estrellada en el piso. El esposo es el primo (pero lejano, claro está, para salvar la prohibición de los matrimonios consanguíneos) que se presta a salvar el honor de la chica. Pero nada escapa a la mirada de Iahvé, el dios de los judíos, feroz y justiciero, que con su índice de fuego señala y castiga a la chica enviándole una eclampsia que le provoca la muerte al vástago que, por cierto, ya venía con ojos de chale.
El amor continúa, aunque de manera epistolar. El marido, con preferencias sexuales similares a las de Alma, alias Irina, que es la protagónica, no interfiere en esa relación.
La novela describe de manera ligera la muerte, el paso de una larga vida hacia un descanso merecido. “Deseo desprenderme de mis hojas en este otoño de la vida, con facilidad y elegancia. ¿Para qué apegarnos a lo que vamos a perder de todos modos?” Medita Alma al final de su existencia.
Se ha escrito que esta obra no cumplió con las expectativas de sus lectores asiduos. Es una historia de tintes monótonos y personajes acartonados, donde a ratos da la impresión de que fue escrita más por compromiso o por encargo que por pasión hacia lo que estaba narrando la señora Allende.
Es una novela plana, veraniega, de mero entretenimiento.