Libros de ayer y hoy/Teresa Gil
Un día descubres lo que te dejaron los años. Son enseñanzas que ninguna universidad divulga. Son redescubrimientos de ti mismo, experiencias que te hacen más fuerte. Un día te reconcilias contigo y aquilatas lo que tienes. Aprendes a valorar y a apreciar cada manifestación de vida y un día, también, comienzas a no postergar ni condicionar la felicidad.
Ese día empiezas a vivir.
Paradójicamente, es casi cuando ya te retirarás de este mundo. Cuando te tildan de “viejo” en occidente. Eso es porque la industria y los bienes resultan precarios. Debe dinamizarse el comercio. Entonces emergen estereotipos de belleza, juventud, utilidad y vida. Todo resulta engañoso y efímero. El verdadero sentido de las cosas se pierde, los valores se diluyen y marchitan. Todo parece cumplir ciclos de existencia muy breves.
Lo que se ignora en esa vorágine es que lo realmente valioso se descubre y disfruta en el apacible paso del tiempo. Sólo con los años comenzamos a escuchar nuestra voz interior y develamos parsimoniosamente los velos y máscaras que nos cubren. Entonces comenzamos a vernos como realmente somos. No apariencias, sino esencias. Y ese admirable personaje lo hemos tenido siempre. Aunque lo ignoramos la mayor parte del tiempo. Pasó ajeno y desapercibido.
Pero lo encontramos un día y nos maravilla todo lo que puede aconsejarnos y decirnos. Es nuestro yo más perfecto y bello. El yo maravilloso que sólo devela el paso del tiempo, la cadencia lentísima de vida.
Y con ese descubrimiento se abren muchos otros, todos grandiosos. Puedes captar las voces del silencio, se acaban abruptamente las prisas, todo recobra un nuevo sentido. La fatalidad cierra sus alas y la comenzamos a ver como parte imprescindible de la vida, porque la muerte se abre ahora como nuevo principio.
Y bajo este tenor cada ser resulta importante y le encuentras significados a todo. Y la vida se magnifica y cubre desde el ámbito mineral al vegetal y animal. Y te hermanas con toda la creación y revaloras el sentido del agua, el aire, la tierra y el viento. Todo posee ahora para ti significados y preciosas enseñanzas. Cada persona la descubres como única y agradeces la posibilidad de haberla encontrado.
Ya nada es vano. Todo encaja como un enorme rompecabezas en la vida, en esta vida que dejarás en breve para proseguir tu evolución como ser. Pero agradeces la experiencia de vivir. Se sentir y emocionarte. De tener la capacidad de discernir y percibir. De dar, cantar y amar. De estar vivo.
Dicen que la vida inicia a los 50 años. Lo creo. Las compuertas de la percepción se abren de par en par mientras más pasa el tiempo. El corazón o subconsciente se vacía de rencillas y comienza a llenarse de personas hermosas y momentos significativos. Los brazos se cansan de luchas inútiles y comienzan, ahora sí, a abrazar la vida. Los pies dejan de trepar egos para volver a la mansedumbre de caminos sencillos que te conducen a un puñado de flores o a la majestuosidad de la luz. Comienzas a vivir. Eso es lo que te dejan los años…