Poder y dinero/Víctor Sánchez Baños
Debo reconocer la verdad que mi sobrina Carmelita Ravelo Fernández de Lara acaba de decirnos: “No hay gente bien nacida, que no sea agradecida”.
Pero esto solo es un pequeño testimonio en lo que pretendemos narrar, por la ayuda de cuatro presidentes municipales de las poblaciones en que nació, vivió, estudió y escribió, Juan Rulfo, sus tres libros, El Llano en Llamas (Quince cuentos). Pedro Páramo. Y El Gallo de Oro. Las únicas.
Vamos a nombrarlos juntos.
De Sayula, don Jorge Campos Aguilar. San Gabriel, don César Augusto Rodríguez. Tuxcacuesco, don José Guadalupe Fletes Araiza. Y de Tonaya, don Librado Vizcaíno Alvarez.
Cuatro municipios de los 125 que hay en el estado de Jalisco. Enclavados en la Sierra Madre Occidental. Donde el suelo y el cielo se unen en las nubes, que descargan chaparrones y tienen la vegetación verde. Casi siempre. Al menos ahora. Y en paz, tan difícil encontrarla hoy, en otros rumbos del país.
Los cuatro funcionarios, de distintas filiaciones políticas, unieron esfuerzo y a través de una coordinadora, Irma Salamanca, bella ella, culminaron “la ruta cultural Juan Rulfo”. Que nos tocó a nosotros inaugurar por ser de cultura, no de política. No cabe duda.
La directiva del Club Primera Plana fue invitada por las setenta asociaciones de periodistas del país, a través de su Federación y del Colegio Nacional de licenciados en periodismo, a integrarse a la comitiva. Compartimos el honor de acompañarlos como también a nuestros anfitriones periodistas de Jalisco:
Don Moisés Mora Cortes, presidente del club de Periodistas de Jalisco, y don José Adrian Rangel Guerrero, presidente de la Asociación Nacional de periodistas de Prensa, Televisión y Radio.
“Pero el repique duró más de lo debido. Ya no sonaban sólo las campanas de la Iglesia Mayor, sino también las de la sangre de Cristo, la de la Cruz Verde y tal vez la del Santuario. Llegó el mediodía y no cesaba el repique”, está en Pedro Páramo.
En sus cartas a Clara, leímos a Rufo decirle: “Desde que te conozco hay un eco en cada rama que repite tu nombre. En las ramas altas, lejanas. En las ramas que están junto a nosotros, se oye. Se oye como si despertáramos de un sueño en el alba. Se respira en las hojas, se mueve como se mueven las gotas de agua”.
Claro que Rufo era un hombre que amaba a su mujer. Pero después la vida, con su muerte, se interpuso.
Juan Rulfo nació el 16 de mayo de l917, en la casa familiar de Apulco, Jalisco. Pero se registró su nacimiento, por obvias razones, en la ciudad de Sayula, donde conservan su acta de nacimiento.
Sí, la ciudad de Sayula, la del Ánima de Sayula, que tuvo a bien presentárnosla su alcalde, ante el aplauso de colegas y otros concurrentes.
Rulfo murió en la ciudad de México, antes Distrito Federal, el 7 de enero de 1986. Hablamos del escritor, no del ánima, por supuesto.
Pedro Páramo iniciaba: “Fui a Tuxcacuesco, no vine a Comala, y se iba a llamar Los Murmullos”. Originalmente la novela así lo decía, en tanto que, en la edición más común, que casi todos conocemos dice “Vine a Comala”.
Cuando escribe fui, significa que estaba de regreso. Obvio. Cuando dice vine, significa estar ahí.
Nos recuerda don Teodoro Rentería Arróyave, que el premio nobel de literatura, Gabriel García Máquez, en 1994 expresó de Juan Rulfo:
“No había acabado de escapar al deslumbramiento cuando alguien dijo que yo era capaz de recitar de memoria párrafos completos de Pedro Páramo. La verdad iba más lejos: podía recitar el libro completo, al derecho y al revés, sin una falta apreciable, y podía decir en qué página de mi edición se encontraba cada episodio”
Vivió Rulfo en la pequeña población de San Gabriel.
La temprana muerte de sus padres, en 1923 su padre, y en 1927 su madre, obligaron a sus parientes a meterlo a un internado en Guadalajara, la capital de Jalisco, hoy por moderna, irreconocible.
Pero, llena de bellísimas damas. Hago constar que soy enemigo de los adjetivos calificativos. Pero aquí se valen, palabra. Conocimos a doña Guadalupe, de hermosa voz, madre de una concertista de mariachi.
Estamos emocionados por el recorrido. Mañana, si nos lo permiten, seguiremos nuestra ofrenda narrativa.